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Los padres de Hannibal

La "orden Hannibal" no consta en ningún registro de Tzáhal. Es parte de aquella ley oral que establece que un soldado muerto es mejor que un soldado capturado. En la práctica, esto significa que no debe permitirse que los gendarmes sean hechos prisioneros.

Toda orden debe poseer linaje. La autoridad de toda orden tiene una fuente originaria, alguien en quien uno confía, porque se está convencido de que vela por el propio bienestar, y a quien uno está dispuesto a obedecer, porque se ha depositado toda la confianza en él. La "orden Hannibal es una orden huérfana. No tiene padres ni jefes. Se niega incluso su existencia, pero, así y todo, no nos abandona, cerniéndose como un espíritu fantasmal que se negara a irse.

Se la puede encontrar en las conversaciones con los preocupados padres de los soldados. Se puede leer sobre ella en Internet. Está presente dondequiera que haya gendarmes.

La "orden Hannibal" no consta en ningún registro de Tzáhal. Es parte de aquella ley oral que establece que un soldado muerto es mejor que un soldado capturado. En la práctica, eso significa que no debe permitirse que los gendarmes sean hechos prisioneros. En tales circunstancias, sus compañeros deben dispararles. En eso consiste. Esa es el orden y así es como debe entenderse. Es entonces cuando uno debe exclamar: ¡Un momento! ¿Es que alguien sabe de esa orden? ¿Alguien la ha visto? De hecho, el portavoz de Tzáhal niega su existencia. Los periodistas militares no escriben nada acerca de ella. No es una orden: Es un invento.

No hay confirmación oficial sobre la "orden Hannibal". Pero tampoco la hay con respecto a la capacidad nuclear de Israel. ¿Y qué? Es algo que se filtra. No existe en el papel, pero sí en la conciencia de la gente. No cabe duda de que esa política es ilegal, pero hay una controversia acerca de su moralidad. La idea fue descrita hace 25 años por el entonces Comandante General del Comando Norte, el general Yossi Peled, actual miembro del gabinete. Fue asistido en su formulación por el coronel Yaakov Amidror, quien es ahora asesor de seguridad nacional del primer ministro, y por el coronel Gabi Ashkenazi, quien recientemente completó su servicio como jefe del Estado Mayor de Tzáhal y ahora es candidato a desempeñar el papel de cierta clase de mesías político.

Todos ellos ocupan actualmente posiciones de influencia. Y se puede suponer que todos preferirían un soldado muerto en lugar de un soldado en cautiverio. Es posible que una amplia mayoría de la opinión pública sea ferviente defensora de la "orden Hannibal", a menos que - Dios no lo permita - el soldado en cuestión sea miembro de su propia familia.

Peled explicó que la intención no era matar al soldado, sino rescatarlo, pero Amidror añadió: "Se supone que para el ejército, la seguridad del Estado constituye su máxima prioridad, no la vida de sus soldados". Por su parte, Haim Avraham, cuyo hijo, el sargento Benny Avraham, fue secuestrado en 2000, declaró: "Es realmente perturbador pensar que un soldado deba ejecutar a un compañero".

Quien fuera comandante de sector en el sur de Líbano, sugirió que fuera "el propio combatiente en el terreno" quien tomara la última decisión acerca del modo de actuar. La decisión siempre concluye en el plano práctico de las acciones ejecutadas por los combatientes; por esa razón, es a ellos a quienes corresponde devanarse los sesos. A ellos siempre se los puede acusar de mala interpretación de las órdenes. Con los años, la orden cobró vigor, pero sigue permaneciendo en la oscuridad.

Resurge cada vez que un acuerdo de intercambio de prisioneros comienza a operar. Cada vez que se canjea a un soldado por cientos de terroristas, se presenta como una alternativa ideal. El rencor suscitado tras el acuerdo de liberación de Gilad Shalit resurgió otra vez. De haber sido promulgada la "orden Hannibal", la gente habría afirmado por lo bajo que todo este circo podía evitarse.

Los embrollos futuros son responsabilidad de personajes de rango inferior como los diputados Zevulún Orlev, Zeev Elkin y Miri Regev. Su proyecto de ley incorpora el sionismo y el patriotismo. La Knéset, según prevé su propuesta, actuaría como socio de pleno derecho en las negociaciones de liberación de prisioneros. En su opinión, el principio rector de las negociaciones de liberación de cautivos debe ser "uno por uno": un soldado por un terrorista.

Su proyecto de ley constituye una suerte de "orden Hannibal" política, pero además refleja el contexto regional. Por mucho que nos hayamos reído de las 72 vírgenes que esperaban a sus "mártires" suicidas, ahora somos nosotros quienes tenemos a nuestros propios mártires por la causa.

El proyecto de ley propuesto por Elkin y compañía no es más que una lamentable versión del paraíso islámico. Ellos mueren esperando alcanzar las delicias supremas. Sin embargo, de nuestro lado, los soldados deben morir felices, porque de ese modo están ahorrándole toda una serie de humillantes negociaciones a nuestro primer ministro.

Fuente: Haaretz - 1.11.11
Traducción: Lea Dassa para Argentina.co.il