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Schindler el «Justo»

«La Lista de Schindler»Volví a ver la película «La Lista de Schindler». Ya la había visto en los años en que fue un verdadero acontecimiento su estreno. Me volvió a impactar y me sugirió una serie de pensamientos y sentimientos.

Impresiona terriblemente contemplar el infinito dolor de las víctimas del Holocausto, cuyos rostros sufrientes hieren pavorosamente la mirada.

«La Lista de Schindler» me parece una parábola de nuestra situación en el mundo. Seguramente nosotros somos muy conscientes de la realidad injusta y oprimente en la que vivimos: injusticia, falta de salubridad, hambre, violencia, etc., y no podemos acabar con ella.

Pero podemos, como Oskar Schindler, ayudar a unos cuantos. Y si una gran mayoría actuáramos como él, se podría hablar de un cambio verdaderamente revolucionario.

En el Memorial del Holocausto de Jerusalén, Yad Vashem, hay una avenida con árboles. En cada árbol figuran los nombres de los «Justos entre las Naciones» que salvaron judíos durante la persecución nazi. También está el nombre de Schindler. Al final del recorrido se puede leer: «Si todos hubiesen actuado como ellos, en lugar de una avenida habría aquí un bosque y no existiría este museo».

La película nos sugiere algo evidente sobre nuestro destino humano. Todos estamos llamados a ser «Schindler» de la humanidad. Si no lo somos, entonces nos convertimos en colaboradores del inacabable holocausto humano implantado en el planeta.

Seguro que habrá quien, desde la más rancia terminología religiosa, diga que Schindler no era precisamente un «Justo». Si alguien hubiera pretendido santificarlo, surgirían objeciones insuperables por su situación matrimonial, su amante o su afición a la bebida.

Cualquier pecador encontraría aquí una razón decisiva para no tener en cuenta su ejemplo. Pero la verdad es exactamente otra. Si Schindler no era eso que se llama un «Justo», esto solo muestra que su reacción ante el Holocausto fue simplemente la normal, no la de alguien perfecto.

Fue, por lo tanto, la reacción que cabía esperar en aquella época de muchos alemanes y hoy de todos nosotros, ante los diferentes holocaustos en el mundo y ante las cámaras que nos muestran en vivo y en directo el hambre y las fábricas de parados creados por el imperio inhumano del consumismo.

La falta de «justos», por lo tanto, el tener limitaciones y fallos, no nos dispensa de imitarle, sino que pone en evidencia esa cultura que prefiere no saber, no darse por concernida y seguir viviendo lo mejor posible antes que ayudar a unos pocos.

La conducta de tantos alemanes de entonces, de oídos sordos y ojos ciegos, se convierte en otra parábola de nuestra conducta humana. La escena en la que Schindler llora al acabar la guerra porque no pudo salvar 10 vidas más luego de haber salvado 1.200, es la más discutible de la película desde el punto de vista cinematográfico. Se trata de una concesión a la sensiblería puesta para arrancar las correspondientes lágrimas del espectador que forman parte de la receta de los filmes taquilleros.

Pero las cosas son de otra manera. Dicha escena tiene pleno sentido ético y pone de relieve el valor absoluto de una sola vida humana y, por consiguiente, la insuficiencia de todas las liberaciones que no consigan recuperar a las víctimas.
 
Precisamente porque Schindler entró de lleno en esa dinámica liberadora, comprende lo que tantas veces no percibimos: que la liberación o es plena y de todos o no es liberación. Y por eso, cuando se da, reclama esa consumación de la cual hablamos cuando afirmamos nuestra convicción de otra vida.

En este sentido, «La Lista de Schindler» habla de moral, sin nombrarla. Porque hablar de moral no es vestirse de honorabilidad, ni siquiera es dar normas y consejos para una vida respetable, aunque también eso haya que hacer.

Hablar de moral es preguntar por el sufrimiento y por la salvación de todas las sobrecogedoras víctimas del planeta.

En conclusión: Vocación fraterna, primacía del respeto al prójimo y misericordia con el sufriente, son mensajes de los más elementales, fáciles de descubrir viendo la película.

Fáciles también de encontrar en la vida, cuando ésta mantiene su exigencia de calidad y dignidad humana.