Una generación que es capaz de considerar una nueva forma de vida, y no sólo la vida misma, como una razón suficiente para salir a la calle, es una generación que puede pensar en términos de paz y no de guerra. Los nuevos israelíes pueden hacer realidad el cambio.
Los padres de los nuevos israelíes se sienten plenamente identificados con la actual protesta social. Sufren la angustia de no poder ayudar a sus hijos con suficiencia, pero además cargan con un gran sentimiento de culpa. Se los oye afirmar cosas como: "hemos fracasado"; "¿cómo pudimos permitir que esto suceda?"; "¿cómo es posible que nosotros no fuimos capaces de salir a la calle cuando era necesario?"
Sin embargo, esos mismos padres, muchos de ellos ya abuelos, no habrían sido capaces de llevar a cabo esta protesta. Ellos eran los hijos de sobrevivientes del Holocausto o de inmigrantes. Crecieron a la sombra de graves traumas padecidos por quienes lograron sobreponerse a horrendas calamidades para construir el Estado de Israel.
Fueron precisamente estos padres quienes continuaron con la obra de construcción y desarrollo de este país, y al mismo tiempo, tuvieron que echarse al hombro el peso de las guerras que forjaron su imagen durante mucho tiempo. Por otra parte, su generación de hecho salió a las calles infinidad de veces para reclamar por cuestiones de guerra y de paz.
Sin embargo, los recientemente abuelos no fallaron. Ellos fueron los responsables de criar a las dos generaciones que están llevando a cabo la gran movilización social. La primera de ellas identificó el peligro y el proceso destructivo creado por los sucesivos gobiernos durante las últimas tres décadas, y además fue capaz de sobrevivir a ellos, supo identificar la insensatez del la situación, trabajando incansablemente para advertir sobre ella y tratar de cambiar el orden de prioridades.
Investigaron, escribieron, advirtieron y publicaron, tanto en el ámbito académico como en los medios de comunicación. Al mismo tiempo, al ser excluidos de la política, crearon organizaciones sociales y de derechos humanos, institutos de investigación y centros de ayuda y asistencia. Se embarcaron en interminables luchas que tenían como fin trabajar para estructurar un cambio social.
Ha sido la labor de esa generación, desarrollada a lo largo de los últimos 20 años, la que sentó las bases para las actuales protestas. Ese duro trabajo fue realizado a pesar de la corrupción en las más altas cúpulas de la sociedad israelí y el lavado de cerebro nacionalista-capitalista de varios medios identificados siempre con las políticas gubernamentales, sus metas y sus beneficios.
Dicho contenido y lenguaje de justicia social fueron legados a la siguiente generación que captó el mensaje. Los nuevos israelíes de las movilizaciones ya disponen de la tecnología y de las redes sociales para absorberlos, además de poder contar con la observación directa de sus predecesores.
Fueron necesarias varias generaciones para que la actual lucha social sea posible. Era imprescindible que se abriera esa enorme brecha entre la gente y la política, o, más precisamente, entre los nuevos israelíes y la política. Ellos están muy por delante de sus padres y abuelos. Son mucho más pragmáticos, empecinados, rápidos, sensibles, solidarios y eficientes. Además, se muestran muy avanzados en su percepción de la realidad; entienden y analizan mejor lo que ocurre y son capaces de captar de inmediato las artimañas del discurso político.
Ningún líder israelí puede hoy mandarlos a la guerra sin primero hacerles entender que es realmente necesario. Los nuevos israelíes ya dejaron de comprar las tácticas de miedo constante que pretenden venderles sus líderes acerca de un peligro existencial para que no piensen en otra cosa. Ellos saben que Israel ya existe; la pregunta que se formulan ahora es qué tipo de estado debe ser.
Una generación que puede desistir de llevar a cabo una manifestación en Tel Aviv o Jerusalén para concentrar toda su atención e interés en las zonas periféricas, es capaz de luchar no sólo para beneficios individuales sino también en favor de los más desfavorecidos y marginados.
Una generación que es capaz de considerar una nueva forma de vida, y no sólo la vida misma, como una razón suficiente para salir a las calles, es una generación que puede pensar en términos de paz y no de guerra.
Los nuevos israelíes volvieron a demostrar que pueden hacer realidad el cambio. Después de todo, la injusticia es humana pero más humana es la lucha contra la injusticia.