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Un Titanic navega hacia Palestina

El debate sobre política exterior en Israel ha dejado de lado las cuestiones relativas a la gestión del riesgo: ¿Cuáles son los peligros máximos que implican cada una de las opciones que enfrenta Israel?; ¿es capaz de sobrevivir el país a cada uno de ellos?; ¿de qué modo?

Antes de su viaje inaugural, el Titanic, el navío más grande, lujoso y avanzado de su época, era conocido como "el barco que no podía hundirse". Confiando en ese apodo, el Titanic zarpó con un número suficiente de botes salvavidas como para contener sólo a la mitad de sus pasajeros. Incluso esa capacidad se consideraba excesiva a la luz de las normas aceptadas en la época.

El destino del Titanic quedó registrado en los anales de la gestión de riesgos. Los que deben ocuparse de esa materia han aprendido varias lecciones de aquél trágico naufragio por lo que las probabilidades de un riesgo son en realidad irrelevantes. Lo que verdaderamente importa es la capacidad de sobrevivir cuando el riesgo deja de ser una mera posibilidad y se convierte en una amenaza real. En otras palabras, no es importante conocer cuántas eran las probabilidades de que el Titanic se hundiera. El asunto fundamental era saber qué chances de sobrevivir tenían los pasajeros en el improbable caso de que el barco naufragara.

Con los años, este enfoque de gestión del riesgo se convirtió en la base de la doctrina conocida como "Valor en riesgo" (VaR), que requiere la búsqueda de aquellos extremos en la distribución del peligro por parte de la totalidad de organismos financieros del mundo. Este enfoque sostiene que las instituciones reguladoras del orbe exigen a los bancos y compañías de seguros que estén debidamente preparados no sólo frente a los accidentes previsibles, sino también frente a los imprevisibles que presentan peligros extremos, si bien las posibilidades de que alguna vez ocurran son ínfimas. A pesar de estas mínimas probabilidades, los organismos de control preguntan: "¿Qué pasaría si algo así no obstante ocurriera? ¿Lograría sobrevivir el banco?" La crisis financiera mundial de 2008 nos enseñó que la aplicación de la doctrina VaR funcionó de manera deficiente en muchas bancos.

La industria de la banca internacional está aprendiendo las lecciones de aquél fracaso. Mientras que el mundo financiero se ocupa de estudiar sus errores, trabajando para corregirlos, en el ámbito de la diplomacia no es posible percibir aún ni siquiera los indicios de una discusión de esa naturaleza.

Las recientes lecciones en las Naciones Unidas enseñan que todo lo que podría haberse dicho ha sido dicho acerca de los desafiantes discursos en Nueva York por parte del primer ministro Binyamín Netanyahu y el presidente palestino, Mahmud Abbás, excepto lo más importante. El debate sobre política exterior en Israel ha dejado de lado las cuestiones relativas a la gestión del riesgo: ¿Cuáles son los peligros máximos que implican cada una de las opciones que enfrenta Israel?; ¿es capaz de sobrevivir el país a cada uno de ellos?; ¿de qué modo?

En Israel, el debate público casi siempre se centra en torno a las ventajas que ofrecen las opciones defendidas por un partido determinado. Sin embargo, éstas no son importantes ni hacen progresar el debate. El Titanic era magnífico en su construcción y la probabilidad de que se hundiera, insignificante. Pero eso era del todo irrelevante en lo que respecta a la determinación de cuánta seguridad ofrecía.

Sólo importaban sus deficiencias, sobre todo el escaso número de botes salvavidas a bordo. La discusión de sus puntos débiles fue la única cosa que tanto el capitán del Titanic como los encargados de la economía israelí pasaron por alto.

Como regla general, puede decirse que Israel se debate entre dos dilemas extremos: la prolongación del control sobre los territorios para siempre o la renuncia a ellos junto con la aprobación del establecimiento de un Estado palestino independiente. Cada una de estas opciones tiene sus ventajas, pero no es eso lo importante. El debate debe centrarse en las desventajas que presentan ambas alternativas, o en los riesgos máximos que cada una conlleva.

Como regla general adicional, se puede decir que la desventaja del régimen continuo y permanente sobre los territorios convertiría a Israel en un paria de la comunidad internacional, provocando la desintegración del apoyo nacional e internacional al país e incluso también una guerra total lanzada por los países árabes en su contra, ante la falta de apoyo a Israel.

La desventaja que entraña la retirada de los territorios es que un escenario similar al de la desconexión de Gaza podría repetirse en Cisjordania, la cual quedaría convertida en un "Hamastán". Israel se vería envuelto en una situación de guerra constante con los palestinos, lo que incluiría el ataque con misiles sobre sus ciudades más importantes.

Se trata de dos ominosos escenarios extremos. No queda del todo claro cuál sea la probabilidad de que alguno llegue efectivamente a suceder. Pero, como hemos señalado, eso no tiene ninguna importancia. Lo único que debería preocuparle a Israel es saber cuáles son las posibilidades de supervivencia en el caso de que se verificara alguno de los escenarios, y cuál de ellos le permitiría manejar la situación con más éxito.

Mientras el debate sobre política exterior en Israel no se ocupe de atender la gestión del riesgo máximo que entraña cada alternativa, no puede decirse que nuestra situación sea muy diferente a la del capitán del Titanic.

Fuente: Haaretz - 30.9.11
Traducción: www.argentina.co.il