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Indignados políticos

Smuli y Shafir con Shimón PeresStav Shafir e Itzik Shmuli, dos de los líderes del movimiento de los «indignados» en Israel, cambiaron en poco más de un año tiendas de campaña y carteles de protesta por la política, al afiliarse en el Partido Laborista a pocas semanas de las elecciones generales.

Shafir (27), periodista de 27, y Shmuli (32), presidente del sindicato de estudiantes, fueron en 2011 dos de los principales rostros de la mayor protesta social de la historia de Israel, que llegó a sacar a las calles en un solo día a más de 400.000 de sus 7,8 millones de habitantes y a otros tantos centenares de miles durante todos los sábados de los calurosos meses del verano israelí.

Con su habilidad como portavoz e inconfundibles rizos pelirrojos, Stav, y sus discursos pragmáticos y carisma, Itzik, pronto se construyeron una imagen de adultos responsables del movimiento en un momento en que la clase política trataba de desprestigiarlo buscando trapos sucios en sus representantes.

Pocos se sorprendieron por ello el mes pasado, cuando Shelly Yachimovich, la responsable de la resurrección del Partido Laborista con sus propuestas para reducir las desigualdades, anunció el ingreso de ambos de cara a las elecciones del próximo 22 de enero.

«Creo que nuestra generación no puede esconderse de la política. Si queremos un cambio real, la calle no es suficiente. Tenemos que traer la calle al Parlamento», explicó Shafir en uno de los escasos huecos de su recién estrenada agenda de celebridad política.

Stav insiste en la necesidad de ventilar con aire juvenil los grandes partidos tradicionales: «Los políticos nos traicionaron, rompieron el contrato entre ellos y los ciudadanos, se volvieron corruptos, cambiaron con el poder. Dejamos de creer en ellos. Y eso no puede suceder de nuevo».

«Las manifestaciones fueron una fase. Ahora tenemos que encontrar nuestro lugar en el sistema político para influir allí donde se toman las decisiones». Se refería a la protesta nacida de la decisión de una joven documentalista, Dafni Leef, de levantar una tienda de campaña en el céntrico Bulevar Rotshchild de Tel Aviv.

Corría julio de 2011. En apenas semanas las tiendas se multiplicaron por centenares y las manifestaciones semanales fueron sumando participantes.

La denominada «protesta por la justicia social» cambió el discurso económico y apoderó a la ciudadanía, pero su impulso inicial acabó diluido en un debate sobre su futuro y relevancia fuera de las instituciones.

Ya entonces todos en Israel contaban con que Shmuli entraría en política.

«Es la continuación lógica de la revolución y hay muchos israelíes que quieren una plasmación de su deseo de cambio», aseguró Shmuli.

«Me identifico plenamente con el Partido Laborista. No podría estar en ningún otro ni creo que haga falta crear uno que nazca y desaparezca como una moda», agregó.

Leef, la iniciadora de la protesta que se mantiene al margen de partidos y acaba de crear una organización destinada a «reforzar la ciudadanía», se mostró respetuosa con la decisión de sus ex compañeros, aunque dejó entrever su desacuerdo: «Cada uno elige su camino. Creo que el éxito novedoso de la protesta fue hablar de una política limpia, no de relaciones públicas, sino de hechos».

La prensa israelí recuerda estos días una anécdota de tiempos de la protesta: Shmuli siempre portaba una bandera israelí e insistía en acabar las manifestaciones entonando el himno naciona, Hatikvá.

Una noche, Shafir se negó entre lágrimas a que sonase Hatikvá (esperanza, en hebreo), que habla de la «esperanza judía de regresar a Sión», por considerarla nula para un enorme porcentaje de la población de Israel que sufre de las injusticias sociales. Al final se oyó.

Ambos competirán ahora por un puesto en la lista electoral laborista en las primarias del próximo día 25.

Su líder, Yachimovich, capitaliza buena parte del flamante discurso social en Israel.

Las encuestas auguran un buen resultado a los laboristas, hasta 22 diputados frente a los 13 de 2009, pero por debajo de la lista conjunta de los derechistas Netanyahu y Liberman que, al día de hoy, contaría con más posibilidades de formar gobierno.