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Israel y el problema de la inmigración

La infiltración ilegal de africanos a Israel a través de la frontera con Egipto comenzó hace años, fue creciendo y recién en los últimos tiempos se ha convertido en un serio problema a ser resuelto con urgencia en el país. Detrás de los titulares y las grandes declaraciones de los políticos, hay historias humanas, problemas concretos y sentimientos encontrados.
 
Hay también un fenómeno que pocos parecen conocer: una relación estrecha, cercana, hasta de amistad, entre no pocos israelíes decididos a ayudarles y numerosos jóvenes procedentes de distintos países del continente africano, que se debaten entre su preocupación por la situación actual y sus recuerdos claros de todo lo que han vivido en Israel desde su llegada.
 
Son varios los ejemplos, en el día a día. Recientemente, se dio uno especialmente simbólico, al organizar grupos de derechos humanos israelíes dedicados a la ayuda a los trabajadores extranjeros una singular reunión en el centro comunitario Beit Haam - o sea «la casa del pueblo» - en el Bulevar Rotschild de Tel Aviv, destinado a concientizar a la opinión pública sobre este variado grupo y la problemática por la cual cada uno abandonó su país y dejó en general lo que había sido su primera parada de salvación, Egipto, para tratar de llegar a Israel.

Ya de abajo se oía música, generalmente del continente africano… y de tarde, tras los debates ideológicos, las proyecciones de documentales y las explicaciones, las interpretaciones eran directas, de conjuntos de trabajadores africanos que llegaban con originales instrumentos y presentaban sus canciones.

«Vine a aprender y a ver qué puedo hacer, si hay algo en lo que puedo ayudar», comentó un joven israelí que observa cada cosa y se mostraba atento a cada detalle. Se acercó con el rostro serio a escuchar a una chica que explicaba a otras varias que la rodeaban, qué está sucediendo en Sudán. En la pared a su lado, había colgado un mapa de Sudán, con varias zonas claramente marcadas.

La joven dominaba perfectamente los detalles sobre la guerra en dicho país, el genocidio en Darfur, la reciente independencia en Sudán del Sur, y puso énfasis en la situación por la cual está prohibido devolver a Sudán a quienes llegaron de allí, según las indicaciones de la ONU.

A Sudán del sur, cabe recordar, la Corte Suprema de Israel decidió que sí es posible repatriar a sus ciudadanos y la deportación gradual ya ha comenzado.

Anwar Suleimán, llegado de Darfur, escuchaba las explicaciones de costado, y asentía. Sonreía satisfecho al ver el interés de los israelíes. «Aquí yo me encontré con gente buena, con mucha ayuda, y aunque el último año las cosas están mucho más complicadas, no me olvido de los tres años y medio que pasé en Israel y que siento que me salvaron», dijo.

Suleimán cree que no corre peligro especial de ser deportado por ser de Darfur, pero al estar siempre renovando permisos temporarios, no se siente seguro y pidió al gobierno que regularice su situación.

Eso es también lo que quisiera Óscar Olivier, llegado a Israel de Congo hace 18 años. Aquí formó contrajo matrimonio y trajo al mundo a Esther, hoy ya de 8 años, israelí por cierto de nacimiento. La niña se siente sólo israelí, no congoleña, y su padre comparte su opinión: «Me siento ciudadano israelí, aunque no tenga papeles. Me importa lo que sucede aquí».

Fuente: El Universal - México

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