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El choque Bibi-Obama

Binyamín Netanyahu y Barack ObamaEn estos días, el escenario iraní está gestándose a fuego lento. La economía de Irán está en problemas; el campo conservador gobernante se ve amenazado a nivel nacional e internacional, y el régimen se muestra angustiado. A pesar de que casi todas las partes no están interesadas en una confrontación, el estado de cosas bien puede alcanzar su punto de ebullición en cualquier momento y derivar en una escalada militar.

Es lo que sucede cuando los intereses de los actores principales se contradicen entre sí, incluso si están del mismo lado. Israel y Estados Unidos se enfrentan en un choque cabeza a cabeza, muy pocas veces visto, como parte de una crisis ininterrumpida que es consecuencia de la falta de fe entre los líderes de ambos países.

Pero primero tenemos que entender el interés de Irán: Alcanzar el llamado «umbral nuclear», mientras completa al mismo tiempo el programa de misiles y fortalece los centros nucleares de Teherán para hacerlos inmunes, o casi inmunes, a un ataque aéreo. Irán aspira a lograr todo esto sin tener que enfrentar las sofocantes sanciones económicas ya formuladas por EE.UU. y la Unión Europea, pero que no han sido impuestas todavía. En pocos meses, el aliado de Teherán, Bashar al-Assad, podría ser capaz de doblegar el levantamiento interno de Siria. Entonces, la capacidad de Irán para amenazar a Israel y a Occidente a través del inmenso arsenal de misiles y cohetes entregados a Siria, Hezbolá y Hamás, habrá de duplicarse.

En pocas palabras, lo que Irán está haciendo es tratar de ganar tiempo. Para ello, se ocupa de agitar los incentivos y las amenazas en la cara de Occidente y, sobre todo, en la de Estados Unidos. La amenaza mayor la constituye el bloqueo del estrecho de Ormuz. Ésta tiene como objetivo el incremento en los precios del petróleo, una medida que terminaría socavando las inestables economías europeas y la economía estadounidense en recuperación, mientras enriquece al mismo tiempo las arcas de los ayatolas, desesperados por dinero. El estrecho constituye además un símbolo nacional, y si se lo pone en el ojo de la tormenta, es para aunar al conjunto de la nación iraní en torno de sus dirigentes.

Del lado de los incentivos, Irán ha informado repentinamente a la Agencia Internacional de Energía Atómica que está dispuesto a responder a las «preguntas» del organismo sobre el desarrollo de armas nucleares. Hasta el momento, Teherán se ha negado a considerar información pertinente, alegando que era fabricada. Por otra parte, inspectores de la AIEA fueron invitados a recorrer las nuevas instalaciones iraníes de enriquecimiento de uranio, situadas a gran profundidad en una base de la Guardia Revolucionaria cerca de la ciudad de Qom. Se espera que estos dos hechos se lleven a cabo hacia fin de mes, con al menos dos meses transcurridos antes de que la AIEA elabore un informe.

Los iraníes también están manifestando su voluntad de relanzar las negociaciones con Europa, Rusia, China y EE.UU sobre el programa nuclear, cuyos fines, según afirman, son pacíficos. Sin embargo, Irán presentó una condición: No habrá sanciones durante el proceso de negociación.

El interés de Israel está centrado en frustrar los planes de Irán. Su preocupación es que Teherán no sólo logrará hacer avanzar su programa nuclear, sino que también lo fortalecerá, trasladando sus instalaciones a gran profundidad, de modo tal que un ataque resultaría del todo ineficaz. Además queda claro que, si se decidieran a hacerlo, los estadounidenses poseen los recursos para paralizar el programa nuclear iraní, aún en el caso de que un ataque israelí tuviera solamente un éxito parcial. La pregunta crítica es: ¿qué pasaría si los iraníes no tuvieran intención de detenerse a pesar de las sanciones paralizantes? ¿Se decidirían los funcionarios de Washington a atacar bajo tales circunstancias? No hay absolutamente ninguna certeza.

Para cuando los estadounidenses comiencen a sopesar sus alternativas, disponiéndose finalmente a tomar una decisión, los iraníes podrían completar su proyecto de fortificación, logrando así que Israel pierda la última oportunidad para lanzar un exitoso y eficaz ataque preventivo. Esa es la razón por la cual Israel está presionando a EE.UU y a Europa para que impongan las sanciones más graves y eficientes contra Irán, mientras avanza a toda máquina con la guerra secreta en Teherán.

Israel afirma que sólo en el caso de que Occidente ejerza una fuerte presión, lo que haría temer al régimen iraní por su propia supervivencia, habrá una mínima probabilidad de obtener resultados prácticos. Por lo tanto, los funcionarios israelíes en todos los niveles de gobierno buscan convencer a Occidente de que la opción militar debe ser una amenaza real. Por esa razón, Jerusalén también pretende demostrar que no habría de dudar un instante en lanzar un ataque, incluso a costa de recibir un contraataque con misiles sobre nuestra población. Por cierto, expertos israelíes estiman que la respuesta resultaría menos devastadora y sangrientade lo que se cree.

Israel no está dispuesto a coordinar un ataque con EE.UU por adelantado, justificando su negativa al mostrar preocupación ante el estatus global y los intereses de norteamericanos. De modo que si Israel ataca solo, EE.UU no podría ser acusado de colaboración. Es muy posible que este tipo de consideraciones hayan llevado a Israel a posponer la prueba más importante del sistema de defensa antimisiles previsto para el mes de abril. A pesar de esto, si Netanyahu se decide a atacar, les dará a los estadounidenses tiempo suficiente para poner en alerta a sus fuerzas en el Golfo Pérsico, evitando de ese modo ocasionarles grandes daños como resultado de la respuesta iraní.

La información de inteligencia de que disponen tanto Israel como EE.UU es muy similar. Por ende, los altos funcionarios estadounidenses no rechazan la evaluación israelí acerca del ritmo de desarrollo que lleva el proyecto nuclear iraní. Sin embargo, EE.UU tiene una variedad de intereses de vital importancia en la región que deben protegerse. Por otra parte, los medios con que cuentan los norteamericanos para el manejo de la amenaza nuclear son mucho más eficaces y potentes que los israelíes. Por lo tanto, la «la estrategia en lo relativo a Irán», que maneja la administración de Obama, y el calendario para su ejecución, colisionan casi necesariamente con aquellas maniobras pretendidas por los líderes en Jerusalén.

La esencia de la estrategia de Estados Unidos consiste en impedir la obtención de armas nucleares por parte de Irán, mientras, al mismo tiempo, hace todo lo posible para evitar la organización de fuerzas militares, de modo tal que el precio del petróleo no termine disparándose por las nubes. Un golpe así, en un momento de recuperación económica, perjudicaría seriamente las posibilidades de reelección de Obama en noviembre. Irán puede además hacer fracasar los esfuerzos de Estados Unidos para finalizar dignamente la intervención militar en Afganistán.

Ese es el meollo del conflicto. Los estadounidenses quieren darle a su estrategia una oportunidad y más tiempo, y mostrarse pacientes en lo relativo a la imposición de sanciones sofocantes. Obama y sus socios exigen además que Israel se abstenga de atacar, coordine sus acciones y, en lo posible, evitar dar cualquier paso que pueda enfurecer a los iraníes, empujándolos de esa forma a abandonar la mesa de negociación, lo que incluye asesinatos de científicos nucleares y misteriosas explosiones atribuidas a Israel.

Por tal razón, el secretario de Defensa, Leon Panetta, que aprueba los asesinatos en masa de miembros del Talibán y Al Qaeda por aviones no tripulados, se apresuró a condenar el último atentado ocurrido en Teherán e incluso sugirió la participación de Israel. Al parecer, todo ello fue realizado con el objetivo de apaciguar a los impacientes iraníes para llevarlos así a la mesa de negociaciones.

La historia es diferente con respecto al estrecho de Ormuz, donde los iraníes lograron complicar las cosas. A diferencia de lo que aconseja hacer a Israel, EE.UU muestra tolerancia cero frente a cualquier amenaza iraní contra las fuentes de energía de Occidente y los productores de petróleo árabes. En una carta enviada al líder supremo de Irán, Alí Jamenei, Obama anunció que en caso de concretarse la amenaza, será considerada como una declaración de guerra, lo que provocó una respuesta en términos similares.

El doble rasero mostrado por EE.UU con respecto a la cuestión iraní provoca una gran indignación en el seno del foro constituido por los ocho ministros más importantes del gobierno israelí, razón por la cual, los vínculos entre ambos gobiernos corren el riesgo de ingresar en otra fase crítica. De hecho, la confrontación casi se ha vuelto abierta. La irritada declaración de Netanyahu sobre la necesidad de imponer inmediatamente sanciones dolorosas contra Irán fue pronunciada a pesar de que claramente socavaba la campaña de Obama.

Los estadounidenses se muestran particularmente sensibles ante un presidente que aparece como alguien indeciso y temeroso de imponer sanciones, una imagen que ciertamente podría perjudicarlo también entre los votantes judíos. Por lo tanto, Washington se ha asegurado de devolver el golpe. El mensaje decisivo se ha transmitido también a través de los medios de comunicación, por ejemplo a través de la última columna de Roger Cohen en el New York Times, en la cual instó a Netanyahu a abstenerse de atacar a Irán y de interferir en la política estadounidense.

Esta semana, el presidente del Estado Mayor Conjunto de EE.UU, el general Dempsey, arribó a Israel para mantener conversaciones con altos funcionarios de seguridad israelíes. Su objetivo fue tratar de convencer a Israel de actuar con moderación y coordinar sus maniobras, y para ello destacó la generosa ayuda militar - que no tiene casi precedentes - ofrecida a Israel por el gobierno de Obama. Otra tarjeta de crédito estadounidense consistió en aclaraciones generales en cuanto a los planes militares de EE.UU y sus preparativos para frenar el proyecto nuclear iraní. En caso de fracasar todo lo demás, Dempsey podría compartir también el escenario extremo que llevaría a EE.UU a actuar.

En respuesta, el general estadounidense solicitó - y según parece, sin éxito - un compromiso por parte de Israel para coordinar cualquier operación excepcional. Sin embargo, se espera que Jerusalén ofrezca un compromiso para actuar con responsabilidad y moderación, siempre y cuando Washington y sus aliados pongan en práctica, con total decisión, su estrategia destinada a frenar el desarrollo y fabricación de armas nucleares iraníes.

Después de todo, cuando la estrategia de Israel entra en colisión con lo que resulta bueno para la economía estadounidense y con las posibilidades de reelección de un presidente en ejercicio, las autoridades de Jerusalén harían bien en pensarlo dos veces.

Por otra parte, incluso en este caso los funcionarios admiten que la presión sobre Irán está comenzando a dar sus frutos.

Fuente: Yediot Aharonot - 30.1.12
Traducción: www.israelenlinea.com