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Nuestra cara más fea

Nunca hemos sido tan feos. El primer ministro Binyamín Netanyahu pretende silenciar la llamada a la oración por los altavoces de las mezquitas del país y cerrar el Canal 10 de televisión. El ministro de Exteriores, Avigdor Liberman, expresa su apoyo al "demo-dictador" ruso que acaba de triunfar en elecciones fraudulentas. El ministro de Defensa, Ehud Barak, se mantiene impávido mientras los colonos judíos se dedican a victimizar palestinos, y los nacionalistas religiosos ultraortodoxos, a las mujeres soldados.

El ministro de Justicia, Yaakov Neemán, está tratando de convertir a la Corte Suprema en otra de sus filiales. El Fiscal General del Estado, Yehuda Weinstein, trabaja con denuedo para evitar que los medios de comunicación realicen investigaciones en contra de figuras públicas.

El viceministro de Salud, Yaakov Litzman, decide excluir la participación de mujeres en una ceremonia oficial.

El presidente de la coalición, Zeev Elkin, debilita y neutraliza a la sociedad civil. Los fanáticos religiosos excluyen a las mujeres, tiranizan a los ciudadanos laicos y escupen a los sacerdotes. Terroristas judíos incendian casas de culto musulmanas; invaden bases del Ejército y agreden a los soldados.

Estamos siendo testigos de lo que jamás hubiéramos creído ver con nuestros propios ojos: Oscuridad al mediodía, un oscuro Israel apagando al Israel iluminado. Ha habido una serie de momentos oscuros en el pasado. El asesinato de árabes israelíes en la aldea de Kfar Qasem en 1956; las masacres a manos de los aliados israelíes en el Líbano en Sabra y Chatila, en 1982; la matanza de Hebrón por Baruj Goldstein en 1994. También ha habido intentos previos de silenciar a la prensa, publicaciones tales como Kol Haam, Haolam Hazé y Hadashot.

Ha habido ataques contra el sistema judicial. El ex ministro de Justicia, Daniel Friedmann, y Daniel Friedmann y Daniel Friedmann. Una y otra vez, la derecha laica y la derecha religiosa han lanzado ataques sobre los fundamentos del liberalismo y de las instituciones liberales, pero nunca se había llevado a cabo un ataque masivo, múltiple y multidimensional sobre los valores fundamentales del Estado democrático judío.

Nunca hubo un intento tal de reconstruir integralmente el rostro de Israel y de reemplazarlo con otra cosa. Bajo el liderazgo de Netanyahu y de Liberman, Israel se ha convertido en un país con los valores de Newt Gingrich y el estilo de Vladimir Putin. ¿Qué está pasando aquí? ¿Por qué precisamente en estos momentos? ¿Por qué operan ahora las fuerzas antidemocráticas, atropellando sin miramiento alguno a los derechos humanos, la dignidad humana y la libertad? ¿Por qué irrumpen los nacionalistas judíos y los fanáticos ultraortodoxos, junto con el estatismo ruso, todos al mismo tiempo?

La respuesta es Netanyahu. En el pasado, era conservador, prudente y democrático. Con el líder judío estadounidense Ron Lauder a su lado y el popular historiador Paul Johnson de su mano, Netanyahu trató de convertir a Israel en un país fuerte de libre mercado que compartiera los valores del Estados Unidos republicano.

Como resultado, la primera vez como primer ministro, se dedicó a gobernar como un demócrata y perdió como un demócrata. Y cuando la izquierda terminó derribándolo y echándolo del cargo, aceptó su derrota como un caballero.

Así como el Partido Republicano ha cambiado en la última década, también lo ha hecho Netanyahu. El seguidor de Ronald Reagan se ha convertido en un simpatizante del Tea Party. Con Sheldon Adelson a su lado y Avigdor Liberman atando sus manos, la segunda versión de Bibi es un gobernante agresivo.

Él no se guía por las reglas del juego, sino por el deseo de ganar una posición de poder. El resguardo de la democracia no ocupa el primerísimo lugar de sus pensamientos, sino la retención del gobierno. Por lo tanto, no le interesa o no es capaz de demostrar liderazgo moral. Netanyahu está dejando que sus rottweilers devoren la democracia liberal, mientras se hace a un lado para observar tranquilamente. De ese modo, no cumple en absoluto con su función de guardián de la Declaración de Independencia de Israel.

El débil liderazgo de Bibi, sumado a su laxitud moral, es lo que ha desencadenado este frenesí. El hecho de no haber sido capaz de detener a las fuerzas oscuras que siempre han emergido de nuestras profundidades es lo que nos ha llevado a esta situación; sin embargo, no es aún demasiado tarde. Netanyahu puede poner fin a esta locura en un instante. Todo lo que tiene que hacer es detener la legislación totalitaria y brindar un gran discurso ensalzando la democracia ilustrada y los derechos humanos.

Debe ocuparse de dejar en claro que la violencia no habrá de ser tolerada, que las mujeres son iguales. Que los árabes son iguales y que cada ser humano es creado a imagen y semejanza de Dios. Si el líder superior de la derecha ordenara a los lunáticos extremos de la derecha que desistieran, ellos lo harían. Si el líder del Estado de Israel afirmara que la libertad y la igualdad, el derecho y la libertad de expresión constituyen los motores del Estado, así sería.

Ni un solo partido abandonaría la coalición gubernamental. Ni un solo ministro dejaría el gabinete.

Los jóvenes que están llamados a defender este lugar sabrían qué es lo que protegen. Y la vieja generación que apuntaló este país sabría qué es lo que construyó.

El rostro en el espejo volvería a ser nuestra propia cara.

Fuente: Haaretz - 21.12.11
Traducción: www.israelenlinea.com