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Bibi y el Monte del Templo

Binyamín NetanyahuSi Netanyahu quiere poner paños fríos a la crisis que sufre JerusaléN, deberá actualizar o tal vez explicar mejor su posición con respecto a la creación de un Estado palestino.

A este tema se suma también la reciente polémica desatada por las declaraciones de su viceministra de Exteriores, Tzipi Hotovely, quien propuso izar la bandera israelí en el Monte del Templo, un sitio venerado por judíos y musulmanes.

El 20 de marzo pasado, luego de ganar las elecciones para un cuarto periodo de gobierno, Bibi dio marcha atrás a sus dichos de campaña y señaló: «Quiero una solución duradera y pacífica de dos Estados».

Dicha postura del primer ministro israelí contrasta también con la posición de su ministra de Justicia, Ayelet Shaked, quien se opone a la creación de un Estado palestino, al igual que el ministro de Educación, Naftali Bennett, entre otros funcionarios de su gobierno.

«Es mi sueño ver la bandera israelí ondeando en el Monte del Templo. Creo que es el centro de la soberanía judía, la capital de Israel y el lugar más sagrado para nuestro pueblo», dijo Hotovely, durante una entrevista con el canal de televisión del Parlamento hebreo.

Por el contrario, Netanyahu prometió mantener el status quo del lugar que alberga la Mezquita de Al Aqsa, que estaba bajo soberanía jordana cuando Israel ocupó la parte oriental de Jerusalén durante la Guerra de los Seis Días en 1967.

Desde aquellos días, la monarquía jordana mantiene una custodia de los lugares santos musulmanes, mientras que Israel controla los accesos y las visitas.

Como era de esperar, los palestinos no se quedaron de brazos cruzados ante la polémica, y el presidente de la Autoridad Palestina (AP), Mahmud Abbás, advirtió que Israel quiere modificar el status quo sobre la Explanada de las Mezquitas, especialmente en lo que se refiere a Al Aqsa.

«La situación ahora es extremadamente seria y grave y puede incluso deteriorar. Ese es mi miedo», señaló Abbás.

Desde el pasado 1 de octubre, la tensión no cesa en Jerusalén, donde una serie de ataques con cuchillos derivó en la muerte de al menos 65 palestinos y 11 israelíes muertos. Además, unos 1.300 palestinos y decenas de israelíes resultaron heridos, según informes de la prensa local.

«La violencia es deplorable, pero esta nueva 'guerra de cuchillos' es especialmente peligrosa porque es tan difícil de ver como de parar, y porque amenaza con romper alguno de los pocos vínculos humanos que existen entre la comunidad judía y árabe», publicó «Haaretz» en un artículo editorial.

«Los temores de que Israel planeaba alterar el estatus de los lugares santos en el Monte del Templo judío desancadenó la violencia. ¿Era ese el plan? El gobierno israelí dice que no tiene esa alteración en mente, y eso parece ser verdad», agregó el rotativo.

Ante esa situación, los palestinos denunciaron que los israelíes limitan los accesos en todas las entradas de los lugares santos.

Durante el reciente viaje a Israel del secretario de Estado norteamericano, John Kerry, el ejecutivo israelí y Jordania acordaron instalar cámaras con el objeto de establecer una vigilancia de 24 horas en el Monte.

Tras afirmar que no tiene intención de cambiar las reglas de juego en el lugar, Bibi afirmó: «Israel continuará implementando su política: Los musulmanes rezan en el Monte del Templo. Los no musulmanes visitan el Monte del Templo».

El premier israelí sugirió que los judíos no podrán rezar en dicho lugar, como pretenden los ultranacionalistas mesiánicos de Israel.

Pero la violencia no sólo que no cesa en esta convulsionada región cuando se cumplieron veinte años del asesinato del primer ministro Itzjak Rabin, uno de los arquitectos de los Acuerdos de Oslo, en 1993, sino que la intransigencia de ambas partes hace que tienda a empeorar.