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¡Ganar y perder tiempo!

El Primer Ministro de Israel, Binyamín Netanyahu, se manifestó muy satisfecho con el discurso del Presidente norteamericano, Barack Obama, en la ONU, al afirmar que israelíes y palestinos deben "empezar a moverse" y volver a negociar.
 

Un día después de la extraña cumbre entre ambos y el Presidente palestino, Mahmud Abbás, Netanyahu siente que pronto volverá a la mesa de conversaciones.

El rol de Obama es clave. Indudablemente, cada una de las partes puede tener motivos para "temer" sus presiones; pero ante el estancamiento actual, sin la intervención norteamericana que insista en una pronta vuelta a las negociaciones, no parece que nada se vaya a mover demasiado. Eso es responsabilidad de ambas partes. No sólo de los palestinos y no sólo de Israel.

Es cierto que el proceso actual está congelado debido a la negativa palestina a volver a negociar hasta que Israel se comprometa a congelar toda construcción en los asentamientos. Netanyahu quería sentarse a dialogar pero la Autoridad Palestina optó por poner condiciones, al parecer alentada por el discurso de Obama en El Cairo en junio último, que el mundo árabe interpretó como indicio de que EE.UU presionará e Israel simplemente tendrá que decir "me rindo".

Con tal actitud, los palestinos cometieron un grave error. Del resultado de negociaciones serias y exitosas, serán los primeros en ganar un estado independiente. De otra negativa no sacarán nada en limpio.

Pero también Israel tiene que cambiar su enfoque. Es evidente que deben haber cambios en el terreno, más allá del alivio de las restricciones impuestas al movimiento palestino en Cisjordania, elogiado por Obama. La postura respecto a los asentamientos, que Netanyahu rehusa por ahora comprometerse a congelar ni siquiera parcialmente, es una seria complicación en el camino.

Especialmente preocupante resultó la reciente declaración del ministro de Defensa, Ehud Barak, al periódico Yediot Aharonot, afirmando que "no será evacuado ninguno de los asentamientos ilegales hasta que no se vuelva a negociar". Ese desalojo no debe estar vinculado en absoluto a las negociaciones con los palestinos, ya que se trata de puestos erigidos sin permiso de las autoridades. Su evacuación es una promesa hecha no sólo a Washington sino a la propia ciudadanía israelí.

Obama tiene claro que Netanyahu no se retirará a las fronteras de 1967, tanto por ideología como por seguridad. Pero no es eso lo que le está pidiendo. Ni siquiera habla ya de "congelar" - lo cual ha preocupado a los palestinos - sino de "contener", o sea moderar la construcción en los asentamientos.

Claro está que Israel, como Estado soberano, puede discrepar con EE.UU y no decir "amén" a todas sus exigencias ni mucho menos. Será el Gobierno quien decida con qué presiones lidiará mejor: las de los habitantes de los asentamientos, cuya existencia misma es polémica en la sociedad israelí, o las de la Administración Obama, cuyo apoyo es esencial en el proceso de paz.

Hay legítimas dudas en Israel respecto al rol que está jugando Obama, ya que se teme que no comprenda suficientemente la mentalidad de Oriente Medio y que con ello corra el riesgo de que su intento de acercamiento sea interpretado como debilidad, no como equilibrio. La realidad es que por ahora, no ha logrado cambio estratégico alguno.

Al mismo tiempo, es importante recordar que en ese mismo discurso y varias veces desde entonces, el Presidente de EE.UU dijo explícita y públicamente que el mundo árabe debe dar pasos de acercamiento a Israel. Su mensaje en ese sentido es claro: debe terminar el enfoque árabe según el cual Israel primero debe ceder a todo lo que le exigen y luego ellos se dignarán a mirarle la cara.

Obama tiene mensajes inequívocos para ambas partes. En la ONU, aclaró que EE.UU no le hace ningún favor a Israel al relacionar el compromiso norteamericano para con su seguridad con la exigencia de que respete los derechos legítimos de los palestinos. Y de inmediato agregó que nadie hará un favor a los palestinos sin dejar en claro que la incitación anti israelí debe terminar y que es necesario reconocer el legítimo derecho de Israel a vivir en paz y seguridad.

Israel y los palestinos tienen motivos para alegrarse con algunas de las posiciones de Obama y para preocuparse por otras. Lo principal es que ellos mismos, más allá de mutuas acusaciones, actúen convencidos de que todo tiempo que pase sin negociar e intentar llegar a un acuerdo que realmente conduzca a la paz (no un papel sin valor, sino una paz seria, que garantice seguridad), es tiempo perdido.

Abbás podrá intentar "ganar tiempo" aclarando que espera compromisos de Netanyahu respecto a los asentamientos, mientras él no mueve un dedo. Netanyahu puede sentir que "gana tiempo" mientras no declara siquiera una "moratoria" de unos meses en los asentamientos y evita así choques con su propia coalición.

En definitiva, ambas partes estarán perdiendo tiempo. Obama y su gente seguirán viviendo lejos, en EE.UU; los que necesitan llegar a un entendimiento que asegure su futuro, son los israelíes y los palestinos, dramáticamente destinados a ser vecinos. Aunque no les guste.

Fuente: Semanario Hebreo - Uruguay