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¡Basta de tolerancia!


Si las instituciones encargadas de hacer cumplir las leyes civiles y militares continúan haciendo la vista gorda, cargarán con la pesada responsabilidad del deterioro del sistema democrático de Israel.

La grandeza de Ben Gurión se manifestó, entre otras cosas, en haber desmembrado el Palmaj, el Etzel y el Leji. El "Viejo" no quería que milicias ideológicas privadas absorbieran su autoridad fuera de un ejército único.

De igual manera, llegó el momento en que el Ministro de Seguridad, Ehud Barak, desmantele las dotaciones de los seminarios rabínicos, que se hagan cumplir las leyes y se condene a rabinos instigadores.

Hay rabinos - no todos, por supuesto - que instan a soldados de Tzáhal a desobedecer órdenes y los alientan a ser encarcelados. Esos mismos rabinos se movilizan libremente, a pesar de brindar apoyo a soldados de las divisiones Shimshón y Najshón, quienes se manifiestan en contra de evacuar asentamientos.

El problema no está en la desobediencia, sino en colocar cualquier orden rabínica por sobre la de sus comandantes. La obediencia a sus jefes, por lo visto, es condicional. Para ellos, los rabinos representan la autoridad suprema; son los emisarios de la Halajá.

Estos rabinos continúan su faena mesiánica porque saben que el gobierno y las fuerzas del orden continuarán mirando para otro lado. 

Los rabinos instigadores son una bomba de tiempo; la más peligrosa. No menos peligrosos son los rabinos represores, aquéllos que demuestran cobardía y caradurismo a la vez. Actúan en silencio, legitimizando acciones violentas y llamando a la insurrección contra un gobierno mayoritario y contra las leyes del Estado.

Durante la desconexión de Gaza, varios rabinos llamaron a los soldados a desacatar las órdenes de retirada. Otros los instaron a desobedecer y a no evacuar a los asentados ilegalmente en Hebrón. Ninguno de ellos fue sentenciado. Así, durante años, los dirigentes de las Yeshivot (seminarios rabínicos) gozan de una incomprensible inmunidad.

Paralelamente a la maleabilidad del sistema, también los responsables de nuestra seguridad manifiestan su flaqueza. Ellos permiten que rabinos instigadores continúen dirigiendo estos seminarios, convirtiéndolos en semilleros de extremismo y fanatismo.  

El Comandante de la División Educacional de Tzáhal, propuso en su momento el desmantelamiento de los destacamentos especiales en los cuales sirven soldados de los seminarios rabínicos. Pero en Tzáhal resolvieron aguardar. Mientras tanto, altos oficiales y otros organismos, en su mayoría religiosos nacionalistas, seguían adulando a los rabinos.

Lento pero seguro, el monstruo se fue tornando más poderoso que su creador y pone en peligro su existencia; es hora de que sea desmembrado para siempre.

Lo que más impresiona es que en estos días, el Parlamento arroja aceite sobre una hoguera candente al emitir una ley que otorga indulgencia a los detenidos de la desconexión de Gaza, aquéllos que se rebelaron contra las determinaciones del Gobierno y de la Knéset de llevarla a cabo, y se confrontaron con Tzáhal y las fuerzas de seguridad.

La intervención política absurda de los parlamentarios en el proceso de acatar las leyes es tan peligrosa como la politización del ejército. Este procedimiento asegura "mano blanda" con aquellos soldados que atiendan los veredictos de los rabinos en lugar de las órdenes de sus comandantes.

La desobediencia es una decisión de conciencia y de valores para aquél que por motivos éticos y personales decide desacatar y pagar por ello su precio. Los rabinos que instan organizadamente a los soldados al desacato, provocan la rebelión contra el estado de derecho.

Si las instituciones encargadas de hacer cumplir las leyes civiles y militares continúan haciendo la vista gorda, cargarán con la pesada responsabilidad del deterioro del sistema democrático de Israel.

Fuente: Israel Haiom - 18.11.09
Traducción: Lea Dassa para Argentina.co.il