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No hay explicación

Parecería una alucinación. Es imposible que haya sucedido en la realidad. Un asesinato planificado, premeditado, ejercitado con diferentes sistemas para encontrar la clave más adecuada y eficiente. La matanza de seis millones de personas - bebés, niños, mujeres, hombres - sólo porque eran judíos.

Transcurrieron 68 años desde que salimos del infierno. Y en todo este tiempo vuelvo a rememorar miles y miles de veces, oralmente y por escrito, lo que sucedió en aquellos campos de concentración creados en el marco del programa de exterminio absoluto del pueblo judío, doquiera se encuentre.

Nosotros, los pocos que sobrevivimos por milagro al funcionamiento de esa impresionante máquina de exterminio levantada por los alemanes, lo vimos todo. Fuimos testigos del frenesí irrefrenable, de esa agresividad que no supo límites, ansias por matar, de personas que se veían como el resto de las criaturas, pero se comportaban como depredadores sedientos de sangre.

Manifesté anteriormente que sobrevivimos por milagro; es exactamente la expresión correcta y adecuada; sólo por milagro - más exactamente, por una serie de milagros - era posible sobrevivir Auschwitz y el resto de los campos de exterminio.

Y una y otra vez, en cada disertación, cada vez que relato sobre Auschwitz o sobre otros campos, me doy cuenta que me resulta difícil entender qué es lo que sucedió y el porqué. Hasta el día de hoy me parece que cuento cosas que es imposible que hayan ocurrido realmente, a pesar de que sé que tuvieron lugar y que yo personalmente las vivencié.

Siempre utilizo la expresión «relato» y nunca diré «explico». Porque no hay explicación alguna. Nadie será capaz de explicar la Shoá; nadie podrá interpretar el odio de los alemanes hacia los judíos.

Hace decenas de años que historiadores, expertos e ilustrados intentan encontrar una explicación. Se escribieron cientos de trabajos de investigación, surgieron miles de argumentos y suposiciones, trataron de descubrir motivos del pasado, analizaron la historia y la conducta de los judíos y los no-judíos con el propósito de encontrar cualquier explicación. Todos fracasaron.

Simplemente no hay explicación alguna.

No, no hay explicación. Siempre será un enigma; una incógnita que le costó al pueblo judío la destrucción de su cultura y la de todas las imponentes comunidades de los países de Europa Oriental, que nunca resucitarán.

El asesinato de seis millones de judíos que cayeron víctimas de aquella violencia, no tiene explicación alguna.

Fuente: Yediot Aharonot
Traducción: www.isaelenlinea.com