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Semáforo rojo


Nosotros quisimos crear en Israel un país diferente; comenzamos bien, aquí todo era extraordinario: amistad, solidaridad, ayuda mutua, todos para uno y uno para todos; hubo un sueño y ya no existe más.
  


Un hombre muy pequeño e inteligente me dijo hace tres meses en un café de la calle Arlózorov en Tel Aviv que si quiero transmitir algún mensaje, el mejor método para que este sea absorbido es hacerlo siempre de forma negativa.

Dado que no soy tan inteligente ni tampoco demasiado viejo, no entendí muy bien a que se refería.

Ese hombre inteligente me preguntó si sabía copiar. Le contesté afirmativamente. Entonces me dijo "Copia lo que escribo y publícalo en el periódico". ¿Porqué copiarlo si usted ya lo escribe?, pregunté. "Yo soy como un animal de presa, borroneo mis huellas", me contestó.

El hombre inteligente se sentó, tomó una hoja de papel y con hermosa letra escribió estas palabras utilizando un viejo bolígrafo. Las copié cuidadosamente.

Así escribió:

El anciano inteligente se cansó, guardó el bolígrafo y suspiró profundamente. Cuando terminé de copiar lo que escribió, dijo lacónicamente: "Quizás no sea conveniente que publiques estas cosas; pensarán que estás totalmente loco".

"De todas maneras piensan que estoy loco, entonces que me importa", respondí.

El viejo se levantó y suspiró nuevamente. "Sabe usted Zehavi, alguien me dijo esta semana un aforismo que me estremeció; se relaciona un poco con lo que escribí: Mientras los filipinos, los chinos y los árabes trabajan, los drusos y los rusos nos protejen, y los americanos pagan - los judíos vivimos. Me parece que son palabras un tanto superficiales y no tan exactas. Pero hay algo en ellas que estremecen". Con manos temblorosas, estrujó el papel en el que escribió y lo introdujo en el bolsillo de su chaqueta.

La filipina tomó la mano del anciano; los dos comenzaron a caminar a paso lento rumbo a su casa. De repente, cuando llegó al semáforo, se detuvo, se volvió hacia mí y señaló para que me acercara. "Oiga joven amigo, en todo el mundo hay corrupción, crimen e inmundicias, pero nosotros no somos como todos".

"Nosotros quisimos crear un país diferente, comenzamos bien, aquí todo era extraordinario, amistad, solidaridad, ayuda mutua, todos para uno y uno para todos; hubo un sueño y ya no existe. Yo recuerdo a tu madre y a tu padre desde hace 60 años. Pregúntales a ellos como era entonces".

"Ya fallecieron", le respondí, y observé su rostro transformado por un dolor interno. "Quizás sea mejor que murieron; yo también moriré pronto. Hazme un favor Zehavi, espera un poco con la publicación hasta que ya no esté  aquí".

En el medio de la semana vino la filipina al café, y con ojos llorosos me pidió ayuda para colgar los avisos fúnebres por la muerte del anciano inteligente.

Con un hebreo desarticulado me dijo que sus hijos llamaron desde Estados Unidos para avisar que no podían llegar a Israel para el entierro.

Fuente: Maariv - 28.5.10
Traducción: Lea Dassa para Argentina.co.il