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Timing político

Massa, Scioli y CristinaAunque pueda resultar obvio, es necesario recordar algunas de las más elementales premisas políticas, en función de errores propios que ha venido incurriendo Cristina Fernández.

Cuando la presidenta obtuvo el 55% de los votos, es posible que haya realizado una lectura equivocada del resultado. De ese porcentaje, el núcleo propio rondaba entre el 30 y 35%. La diferencia con el 55%, es un electorado fluctuante. De esos 20 o 25 puntos coyunturales, debía retenerse entre 10 a 12 puntos para concentrar fuerzas para intentar modificar la Constitución y forzar la reelección (cosa que nunca fue levantado explícitamente por la presidenta) o para estar en condiciones de elegir su sucesor, o en última instancia, transitar con mayor solvencia, el debilitamiento que significan siempre los dos últimos años de un gobierno que no está claro que pueda tener su propio sucesor.

La presidenta decidió avanzar y contradictoriamente, al mismo tiempo, debilitar su base de sustentación. El «nunca menos» era lo conseguido y el piso del cual partir. El notable triunfo del 2011 fue obtenido mediante un frente social que incluía al movimiento obrero, franjas fluctuantes de clase media, burguesía nacional siempre dispuesta a apoyar con reticencias mientras se la acoja con prebendas, y el margen de su tasa de ganancias compense la irritación que le provoca las formas de los gobiernos populares, los organismos de derechos humanos, La Cámpora, el Movimiento Evita, Kolina, Miles, el EDE, los organismos de derechos humanos y algunas organizaciones sociales.

En estos dos años, la clase obrera, ya sea a través de la CGT de Moyano como la de los gordos, fueron desplazados en el primer caso y secundarizados en el segundo, mientras franjas fluctuantes de clase media pasaron nuevamente como en 2008/2009 a la oposición visceral, la burguesía nacional empezó a cambiarse de vereda y el Frente para la Victoria quedó reducido a las organizaciones nucleadas en unido y organizados, segmentos minoritarios de clase media, los sectores populares más pobres, franjas adelgazadas de la clase obrera, la mayoría de los organismos de derechos humanos y la ubicación críticamente oportunista de los empresarios.

En lugar de consolidar los cimientos para seguir edificando más pisos, se debilitaron las bases y se emprendieron objetivos de envergadura contra lugares sensibles del poder. La lucha contra el grupo Clarín implica enfrentar a un multimedio hegemónico y sus múltiples brazos económicos que al mismo tiempo articula la mayoría de la oposición que le es dependiente y que actúa como su brazo político. La batalla por la denominada «democratización de la justicia» implica ir contra la última trinchera del poder económico.

La acumulación de errores económicos, las tareas pendientes, los déficit en materia de transporte y de infraestructura vial, le explosiva situación de la energía, el retardo de la reforma impositiva, la subestimación de la inflación y de la inseguridad, el haberse enamorado de los indudables éxitos conseguidos que originan nuevas demandas, el haber dejado trunco la supresión de los subsidios a los sectores medios y altos, la instrumentación equivocada de medidas correctas, la arbitrariedad y falta de transparencia de las mismas y las denuncias de corrupción remataron un coctel que pasó la cuenta el 11 de agosto.

Estrategia oscilante

Resultaba elemental que las elecciones PASO del 11 de agosto condicionaban en buena medida a las de octubre y estas definían horizontes diferentes para el gobierno con vista al 2015.

Por lo tanto resultaba del más elemental sentido común y político mantener unido el frente interno con los referentes más importantes en la provincia de Buenos Aires como Daniel Scioli y el que aparecía como estrella ascendente como Sergio Massa. Las indudables diferencias entre Cristina Fernández, el gobernador bonaerense y el intendente de Tigre, convenían invernarlas hasta después del 27 de octubre. Y si es por cuestiones ideológicas, que algunos seguidores incondicionales de la presidenta invocan, el gobierno se traga una tonelada de batracios llamados entre otros Juan Manuel Urtubey, Gildo Insfrán, Raúl Othacehé y siguen los nombres.

Con Massa se manejó una información equivocada proveniente de la SI (Servicio de Informaciones) por el cual se especulaba que finalmente no iba a romper. Con Scioli se lo zamarreó en público, se lo acusó de inoperante, de mal administrador, hasta de no defender a la presidenta y a Néstor Kirchner de las acusaciones de Jorge Lanata, y se lo dejó al borde de la inanición financiera. El ex vicepresidente llegó a negociar con Massa una lista de diputados que incluía a su mujer. A último minuto consideró que su futuro pasaba por ser el candidato del Frente para la Victoria en 2015. Que Scioli se haya quedado del lado del gobierno, es un mérito de Scioli y no de Cristina Fernández que estiró la cuerda hasta la fractura. Si Scioli hubiera roto, el resultado de las elecciones del 11 de agosto hubiera sido una catástrofe para el gobierno que habría dificultado considerablemente la posibilidad de arribar a la finalización del mandato.

Para las elecciones de octubre, es el gobernador que se pondrá la campaña al hombro. Todo indica a 50 días de los comicios, que es posible que el Frente para la Victoria recupere alguna provincia, pero que se amplie la diferencia entre Massa e Isaurralde, y si el primero supera el 42% va a  implicar un sacudón en el gobierno mayor de lo que han sido las PASO.

Si eso sucede finalmente, la suerte del gobernador de la Provincia de  Buenos Aires con relación a 2015 quedará mellada.

Lo que parecía sencillo, superar las elecciones de 2009 y con ello mejorar la representación legislativa en diputados hoy parece mucho más complicado pero no improbable.

A la presidenta le resulta muy dificultoso, más allá del pragmatismo, que el kirchnerismo se continúe en Scioli. Si hubiera estimado mejor el timing político considerando las PASO como altamente definitorias, manteniendo a todos adentro, es altamente probable que hubiera podido llegar a superar el 35% y se encontraría en inmejorables condiciones de llevar a nivel nacional la experiencia de digitación de su candidato a presidente como la de Martín Insaurralde a primer diputado por la Provincia.

Por las particularidades que tiene nuestro país, la disputa de dos proyectos permanentemente en pugna, una elección legislativa se convierte en un plebiscito.

Más aún: en el número total de diputados es probable que el gobierno siga siendo mayoritario y la primera fuerza en el país. Y sin embargo lo que es una victoria electoral se transforma plebiscitariamente en una derrota. Y dada la estructura política del Frente para la Victoria, más allá de los diputados que obtenga Sergio Massa, los mismos se verán engrosados con los muchos que se deslizarán como por un tobogán desde el oficialismo al Frente Renovador.

Las medidas positivas que ha tomado en los últimos días el gobierno como el incremento del mínimo no imponible del impuesto a las ganancias y el incremento de los importes de la categoría del monotributo superando en magnitud a todos los pedidos de la oposición, hubiera tenido un efecto mucho más favorable para el gobierno si se hubiera concretado siete meses antes.

Los manotazos referidos a la seguridad limitados al tiempo electoral suenan poco convincentes y el asumir aspectos relevantes del discurso de la oposición en boca de Insaurralde sobre la baja de la imputabilidad de menores y en la designación de Alejandro Granados como ministro de seguridad de Scioli, identificado con la dureza policial, con la aceptación presidencial, es una claudicación importante con escasa probabilidad de ser reconocido por el electorado en octubre. A esto se ha agregado declaraciones alejadas de la verdad como las formuladas por el Secretario de Seguridad de la nación, Sergio Berni quién ha afirmado falazmente: «En casi todos los delitos hay involucrados menores».

Al respecto escribió con precisión el ensayista Alejandro Horowicz: «La designación de Alejandro Granados como cabeza del ministerio de Seguridad bonaerense muestra como la «ideología de la seguridad» y el problema de la seguridad apenas si se tocan. Un hombre que hizo de la exhibición de vivir armado una receta para librar la «guerra a muerte» contra la delincuencia, no pareciera el más indicado para una lectura más matizada. Y menos cuando es preciso avanzar con políticas de inclusión activas, en lugar de agitar el gastado e ineficaz garrote de la represión policial directa. Pero como se trata de los motivos por los que Sergio Massa alcanzó tan buena perfomance en las PASO, y no de la solución de ningún problema de fondo, y es evidente que el intendente de Tigre no hace nada demasiado distinto que los demás, sobreactuar en idéntica dirección pareciera la regla indicada».

Nunca o casi nunca, resulta convincente adoptar las propuestas del adversario sin la convicción necesaria y mucho menos para intentar revertir un resultado electoral en apenas 50 días. En lo mínimos de ganancias se repara una situación arbitraria pero en materia de seguridad y reducción de la edad de imputabilidad de menores se cambia diametralmente el posicionamiento sostenido hasta ahora. Lo mismo sucede con los manotazos desesperados de trasladar cuatro mil gendarmes a la provincia por 45 días con improvisación manifiesta y derivar en forma muy cuestionable al ejército a las fronteras en lugar de aquellos. El costo de la claudicación es mucho más alto que lo beneficios que reporta. Tiene un doble desmérito: desorienta a los propios y no seduce a los seguidores de la oposición que siempre preferirán al original de la propuesta en lugar de su copia.

Timing político

El gobierno decidió durante mucho tiempo, minimizar algunos de los temas que preocupan a la población, más allá de la envergadura real de su significación, en lugar de plantear claramente su estrategia para tratar de enfrentarlos.

En el caso de la inseguridad, el prejuicio ideológico de ser un tema apropiado por la derecha, el no explicitar claramente su complejidad y que no existen recetas mágicas, el no exponer claramente la preocupación y la filosofía para mejorar en el tiempo los márgenes de inseguridad, la falta de timing lo obliga ahora desesperadamente a mimetizarse en el discurso del adversario.

En otros casos, medidas correctas al concretarse fuera de tiempo, no redituarán los beneficios esperados por el gobierno.

Por otra lado, una parte muy significativa del electorado ha elegido a candidatos que hacen de la insustancialidad discursiva y de un falso mensaje conciliador y dialoguista, su camino político.

El gobierno entiende correctamente que la política es la resolución de los conflictos y que la confrontación es inevitable cuando se rompen los huevos para hacer tortilla. Pero cierto espíritu confrontativo innecesario campea desfavorablemente cuando como en caso de LAN, la presidenta actúa en twitter como una militante juvenil y pone en duda que el presidente chileno haya vendido su participación mayoritaria en la empresa aérea al asumir su cargo. Ahí es un conflicto absurdo que juega directamente a favor de Massa.

Los impuestos a los dividendos y a las acciones que no cotizan en bolsa no alcanzan para financiar lo que se deje de recaudar por la suba de los mínimos y deducciones de ganancias.

Aunque sea tal vez tarde, el gobierno juega una buena parte de su fortaleza política el 27 de octubre.

Si hubiera tenido a mano el Martín Fierro hubiera recordado aquello de «la ocasión es como el fierro, se ha de machacar caliente». José Hernández hablaba en el siglo XIX de algo parecido al timing político.

La diferencia con 2009 es que entonces el gobierno fue fuertemente golpeado, parlamentaria y electoralmente, se encontraba contra las cuerdas, pero con coraje abandonó las mismas, tomó el centro del ring y con certeros golpes llevó a los triunfadores electorales a un rincón. El contexto era diferente porque quedaba el mismo tiempo que ahora pero contando con candidato propio para las elecciones de 2011.

Ahora intenta tomar nuevamente la iniciativa, cuando la real elección aún no se concretó, pero por la falta de timing, sus mejores golpes parecen sumar más puntos en las tarjetas de la oposición que en las propias.

El autor de ésta nota desea que buena parte de las puntualizaciones aquí señaladas sean desmentidas por la realidad. El gobierno es atacado por sus muchos logros y sus errores son el flanco a través de los cuales sus adversarios viscerales encuentran el flanco para debilitarlo.

Al mismo tiempo, es mi posición inalterable que una vez que uno define el lugar en el que se ubica, corresponde señalar las limitaciones y errores que se cometen.

Es sabido la fluidez del escenario político, que la historia es imaginativa, pero si finalmente las cosas discurren como asoma a dos años de 2015, como una contienda cuyos protagonistas principales fueran Massa y Scioli, me parece que  Gustavo Flaubert hace dos siglos escribió una frase oportuna y de rigurosa actualidad: «El futuro es lo peor que tiene el presente».