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Acerca del relato

Cristina FernándezLa presidenta Cristina Fernández popularizó la palabra «relato» como explicación de su gestión de gobierno. Cualquier diccionario lo define como «un conocimiento que se transmite, por lo general en detalle, respecto a un cierto hecho. El concepto, que tiene su origen en el vocablo latino relatus también permite nombrar cuentos y a las narraciones que no son demasiadas extensas. Su extensión es menor que el de una novela. Por eso el autor debe sintetizar lo más importante y enfatizar aquellas situaciones que son esenciales para el desarrollo del mismo. Si en una novela el escritor puede ahondar en las descripciones, en un relato se busca mayor impacto con menos palabras».

Buena comunicadora, excelente oradora, la presidenta elaboró un relato de la década kirchnerista. La oposición política, los medios hegemónicos, el poder económico apuntan a los embellecimientos ficticios del relato, a sus inconsistencias, a sus exageraciones, a sus contradicciones.

Así, a mero título de ejemplo, el editorialista de Clarín, Ricardo Kirschbaum, titula su columna del 17 de abril: «El relato se convierte en verso», y en la bajada dice: «Presentar la investigación sobre lavado de dinero como algo acotado a la farándula es una forma de ningunearla. Pero su difusión provocó una honda conmoción política». Unos días más tarde, el 28 de abril, el columnista del mismo diario Julio Blanck tituló: «Cómo defender el relato, mientras algunos se la llevan en bolsa». El 23 de diciembre del año pasado Joaquín Morales Solá puso como título de su columna de opinión: «Otro país contradice el relato», refiriéndose a algunos asaltos a supermercados.

El 21 de abril, el mismo autor escribió su columna bajo la afirmación: «Cristina perdió la voz y el relato», mientras Alfredo Leuco en su editorial del bisemanario Perfil del 21.04.13, escribió bajo el título «El manual de la mafia»: «La presidenta se dio cuenta que la investigación de Jorge Lanata es un golpe directo al corazón corrupto del modelo. Es tan grave para el relato presuntamente progresista del cristinismo que no tuvieron empacho en poner en funcionamiento los movimientos básicos del manual de la mafia».

Laura Di Marco escribió en La Nación del 5 de mayo: «Farándula K. Los traductores del relato». Y los intelectuales orgánicos del establishment, como Beatriz Sarlo o Santiago Kovadloff, le dan un toque de sofisticación y afirman lo mismo bajo denominaciones como «relato ficcional» o más contundente aún, «impostura». Desde el naufragio menemista, Jorge Asis, un intelectual de esa pertenencia ideológica (no por algo su ficticia consultora se llama Oximorón), con su mordaz ironía escribió: «El cristinismo se cuece precipitadamente en la salsa del Sistema Recaudatorio de Acumulación, encubierto por el relato de la Revolución Imaginaria».

Para el periodista Jorge Oviedo del diario La Nación del 6 de mayo «El relato y la victimización en lugar de la política» es la estrategia del gobierno. Para Eduardo van der Kooy, editorialista de Clarín: «El relato naufraga frente a la adversidad», escribió el 5 de mayo. Ese mismo día, en el mismo diario, el frecuente  empleado del mes, Marcelo Moreno, a quien Magnetto le debe haber hecho una transfusión de su sangre tituló: «Un relato que ya despide mal olor».

A su vez desde los medios oficialistas se responde con la utilización de la misma palabra. Cynthia Ottaviano, desde Tiempo Argentino, escribía el 11.03.12: «Acusan a la presidenta de hacer 'una puesta en escena', 'una obra cumbre del relato oficial', mientras construyen la narración de un país con 'ciudadanos más indefensos', 'recesión democrática' y dudas inquietantes». Hasta ahora, los hechos desmintieron otras aseveraciones como la de Hugo Biolcati: «En 2010 el país importará carne, trigo y leche», y la de Joaquín Morales Solá, de 2008: «el kirchnerismo como ciclo político está terminado».

Luz y contraluz del relato presidencial

La crítica de los medios hegemónicos lo desvalorizan haciendo hincapié en que el mismo no sólo camina por un carril opuesto a la realidad, sino que su propósito es envolverla para maquillarla y desvirtuarla. Sin embargo el relato presidencial hace pie en ambos terrenos: veinte o treinta medidas son las que permiten hacer coincidir el relato con los hechos que lo respaldan. A mero título enunciativo: haber colocado la política sobre la economía y haber recuperado parcialmente la presencia del Estado como regulador y limitador de las desmesuras del mercado; la negociación de la deuda, con su significativa quita y reprogramación de los pagos bajando el peso fundamental de la misma; la política de derechos humanos y el juzgamiento de los genocidas; el cambio en la integración de la Suprema Corte de Justicia y el modo de la elección de sus integrantes; la política exterior latinoamericana; el no al ALCA; la estatización del correo, de Aerolíneas Argentinas, de YPF, de Aguas Argentinas y de las AFJP; la mejoría en la distribución del ingreso; la disminución a límites manejables de la desocupación con la creación de millones de puestos de trabajo; la posibilidad de incorporar a dos millones de personas a la jubilación que habían quedado excluidas de las AFJP (y que debido a su pase al Estado los jubilados tienen dos aumentos anuales que por ahora han sido superiores a la inflación); la asignación universal por hijo; el matrimonio igualitario y la identidad de género; la ley de las empleadas del hogar; la nueva ley que rige las relaciones laborales de los peones rurales; la ley de medios; el proyecto modernizador de unificación de los códigos civil y comercial; el fomento a la industria; el funcionamiento pleno de las convenciones colectivas de trabajo y de las paritarias; la no judicialización de la protesta social; el intento de recuperar el predio de la Rural; las luchas contra ciertos sectores importantes del poder, como la Iglesia, la mesa de enlace agropecuaria, Techint, Repsol, Shell, AEA; la reforma de la Carta Orgánica del Banco Central, hasta ese momento trinchera financiera del neoliberalismo.

El relato kirchnerista tiene su parte de maquillaje cuando se construye un falso pasado heroico, cuando reinterpreta los setenta con una mirada sesgada sin matices, cuando hace concesiones indefendibles como la ley antiterrorista o la que regula a las ART.

El modelo enarbolado es mucho más una dinámica que un modelo, con continuidades importantes de la década del noventa: sojización, política minera, concentración y extranjerización de la economía, mantenimiento de un regresivo sistema tributario, insuficiencia energética, precariedad en infraestructura de transporte; pero también con rupturas fundamentales como las señaladas más arriba al enunciar las medidas progresivas, nacionales y populares.

Pero donde el relato oficial descarrila hacia el realismo mágico, es cuando la presidenta recoge índices falsificados por el INDEC, como los publicados en el mes de abril, donde provincias con porcentaje de marginalidad como La Rioja, por medio de los índices creativos la han exterminado, mientras que ahí la pobreza descendió al 2,5%. Si fuera cierto, el gobierno, que suele caer en la exageración de inauguraciones menores y muchas veces reiteradas, hubiera realizado un acto con trascendencia nacional anunciando y celebrando este hecho histórico. El intendente de la capital de la provincia se ruborizó cuando tuvo que desmentir semejante dislate, ante el festín de ironías justificadas que realizaban los periodistas de los medios dominantes, visceralmente opositores. Siguiendo con el desbarranque, para el INDEC, la indigencia en Santiago del Estero  y Formosa es del 0,7%, igual que la de Capital Federal y Córdoba, mientras que en el Gran Tucumán y en Tafí Viejo se está a punto de concretar la hazaña de La Rioja con apenas un 0,3%.

La falsificación del índice de precios puede poner en dudas las cifras reales de crecimiento, teniendo en cuenta que el crecimiento del PBI nominal se calcula  dividiendo el mismo por los precios corrientes de mercado. A eso apuntó incluso el Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz, un economista que ha apoyado en líneas generales lo hecho en estos 10 años, cuando afirmó: «cuando uno subestima el índice de inflación, automáticamente sobreestima el crecimiento del PBI».

La otra parte del relato distorsionado es lo que omite a través del silencio, con la equivocada idea que lo que no se reconoce públicamente, no existe. Así se ha hecho con la inseguridad transformada en una mera sensación; con la inflación reducida a un detalle menor; con las islas de corrupción sin explicación ni medidas tendientes a despejar dudas. Es cierto que los denunciantes y sus empleadores están acusados de presuntos delitos similares, pero es preciso señalar que los perpetrados desde el Estado son siempre más graves.

Ahora se minimize la disparada del dólar ilegal, un desembozado intento de sectores económicos para provocar una devaluación, por la cuantía de ese mercado  y por la cantidad de los que participan en él. Cuando la brecha entre el dólar oficial y el ahora denominado blue alcanza el 90% sin poder precisar el techo, el mismo incide fuertemente en las inversiones, en el consumo, en la subfacturación y contrabando de las exportaciones y en la sobrefacturación de importaciones. Un economista cercano al gobierno, Ricardo Delgado, alertó al respecto en La Nación del 5 de mayo: «En relación con el blue, el gobierno se equivoca al no poder plantear todavía alguna estrategia para descomprimirlo. Una brecha de hasta el 30% puede tener pocos impactos en la economía real. Con 90%... el escenario es otro; las expectativas juegan en contra y puede llegarse a un escenario de depresión de las decisiones de inversión. Empleo y consumo. Esta brecha alienta la especulación financiera en contra de la inversión productiva».

La falsedad del contra relato

La idea que se propaga desde los medios dominantes, es que el kirchnerismo es mero relato sin ningún contenido. Para apoyar esta afirmación de una evidente falsedad parcializada por quien ha perdido el más elemental equilibrio por padecer de un odio que veda la posibilidad del menor reconocimiento, ha venido en su apoyo un libro de la periodista Silvia Mercado, ex pareja de Héctor Huergo (director de Clarín Rural y el principal propagandista de la extensión de la soja).   

En su libro «El inventor del peronismo, el cerebro oculto que cambió la política argentina», citado fervorosamente por Jorge Fontevecchia en Perfil del 7 de abril,  la autora, escribió (págs. 24 y 25): «Sin Apold los únicos privilegiados no serían los niños. Ni Evita la abanderada de los humildes. Ni el amor entre Juan y Eva no hubiera llegado hasta nuestros días, a través de esa foto que cruzó las generaciones, donde el presidente contiene en un abrazo a su mujer enferma de cáncer, pocas semanas antes de su muerte. Tampoco se recordaría que Evita pasó a la posteridad a las 20.25, claro. Y el 17 de octubre no sería una bisagra en la historia, un antes y un después definitivo, escindido por completo del golpe militar del 4 de junio y de la lucha de los trabajadores desde que empezaron a organizarse, en los finales del siglo XIX… Por el fenomenal y eficiente aparato de propaganda que comandó Apold, los símbolos como el Himno Nacional Argentino o el Escudo Nacional fueron perdiendo importancia en los actos frente al Escudo Peronista o la Marcha Peronista. Por su talento, las imágenes del trabajador que dominaron la comunicación - gráfica, escultórica, cinematográfica - de los primeros años del gobierno, se fueron corriendo del centro del escenario, para que sólo existieran las figuras de Perón y Evita... Vimos en algún momento los noticieros Sucesos Argentinos con las realizaciones de su gestión. Recordamos que «Perón cumple y Evita dignifica». Pero sólo los expertos - y contemporaneous - pueden recordar los nombres de los ministros y gobernadores. Hasta 1954, incluso cuando realizó el exitoso Festival Internacional de Cine en Mar del Plata y su cara se hizo conocida, el propio Apold cultivó un perfil bajo, que sólo empezó a levantar tibiamente tras la muerte de Eva».

El increíble argumento es que el peronismo, el único movimiento popular de América Latina que ha persistido con contradicciones a lo largo de 67 años, debe su perdurabilidad, no a sus profundas transformaciones, el ser una divisoria de aguas en la sociedad argentina, sino meramente a un relato falsificado cuyo inspirador fue Apold.

La historia de un pretendido buen gobierno, según la particular visión de su autora, se reduce a tener un buen jefe de prensa. Aquí el relato se convierte en fábula.

Es tan pueril la argumentación y va a contrapelo de la más elemental interpretación histórica que hasta resulta agraviante perder el tiempo en refutarla. Los millones de argentinos que han visto cambiar su nivel de vida, los que tuvieron un reconocimiento de su dignidad a través de leyes y su aplicación que garantizaron derechos, está materializado en el amor que los sectores populares siguen dispensando a las figuras de Eva y Juan Perón. No fue el relato, sino las obras concretas la que explican su persistencia en el corazón de los humildes y su lugar cada vez más destacado en nuestra historia.

Pero el objetivo no está dirigido fundamentalmente al pasado sino al presente. Se trata en este caso de identificar que «el relato falsificado del peronismo» se continúa potenciado en el kirchnerismo.

Apold aquí es sustituido por Cristina Fernández, quien se encarga de reemplazar con cuentos los hechos inexistentes o cambiados de signo de su gobierno y los de Néstor Kirchner.

El libro de Mercado (su apellido identifica premonitoriamente los intereses que representa) tiene el mismo sustento que dos libros hoy justamente olvidados referidos al peronismo, escritos inmediatamente a continuación de su caída por dos intelectuales izquierdistas del establishment.

Se trata de Ezequiel Martínez Estrada con el significativo título de «¿Qué es esto?», aparecido en 1956; y otro de Ernesto Sábato, que nunca volvió a ser editado, tal vez por justificado pudor, con el nombre de «El otro rostro del peronismo», publicado el mismo año que el del autor de «Radiografía de la Pampa».

Basado en el libro de Silvia Mercado argumenta Jorge Lanata, el mejor operador de Clarín, en el prólogo del libro de Pablo Sirven sobre Víctor Hugo Morales, al que de los medios dominantes se lo descalifica como «el relator del relato». Ahí puede leerse: «Cuando se analice en perspectiva se podrá ver al kirchnerismo como lo que es, una remake de las peores cosas del peronismo de los años cincuenta. El «relato» ya está inventado: un excelente trabajo anterior de Pablo Sirvén («Perón y los medios de comunicación; 1943-1955») y el reciente «El inventor del peronismo: Raúl Apold, el cerebro oculto que cambió la política argentina», de Silvia Mercado, editado por Planeta, dan sobradas muestras de este punto».

La admiración de Lanata sobre el anterior libro de Sirven llegó al punto de plagiarlo en una nota periodística sin mencionar la fuente. Así el 19.12.11 puede leerse en el diario 24.com: «Según indicó Pablo Sirvén a través de su cuenta en la mencionada red social, su artículo «El papel del peronismo», aparecido el 27.08.10 en La Nación, fue copiado por Jorge Lanata para una columna en Perfil en «más de la mitad». «Más de la mitad de la nota de Lanata se inspira en esta mía de 2010, pero no la cita», aseguró el domingo el secretario de redacción de La Nación. De hecho, y según el blog Indie Politk, al menos el 18% del artículo de Lanata titulado «Un remedio peor que la enfermedad», aparecido en Perfil, está conformado por oraciones y párrafos textuales e idénticos al de Sirvén, que sin embargo prefirió twittear que ello se debió a «un olvido» de Lanata más que a lo que igualmente llama «plagio».

A su vez, Luis Majul, ahora a cargo de un emprendimiento editorial que editó la biografía de su autoría sobre Jorge Lanata y el de Pablo Sirven sobre Víctor Hugo, acusó hace unos años al ex director de Crítica, de recibir dinero del jefe de la SIDE del gobierno de De la Rúa, Fernando de Santibáñez, que llegó a una mediación judicial.

Mercado, Sirvén, Lanata, Majul. A pesar de mi agnosticismo, creo que Dios los cría y el antikirchnerismo los junta.

Acerca del relato

Partiendo de la conocida afirmación de Nietzsche, «no hay hechos sino interpretaciones», el ensayista José Pablo Feinmann reflexiona: «Pero sí: hay hechos. Sólo que la verdad se establece por medio de la interpretación de los hechos. Sólo que, sin hechos, no hay interpretaciones… En suma, de todas las interpretaciones de los hechos van a triunfar aquellas que puedan acumular más poder. De aquí el interés de los monopolios en conservar lo que han logrado. Es fácil: si yo tengo doscientas o trescientas bocas comunicacionales a través de las que enuncio mi interpretación de la realidad, ésta se transforma en la verdad porque logro convencer a la mayoría. La verdad es hija del poder. Hoy más que nunca por el despliegue agobiante de los medios de comunicación. Esto no significa que no existan verdades alternativas a la del poder mediático. Pero serán muy débiles. Ya que el monopolio mediático (y, no lo olvidemos, los medios de comunicación son el partido político de la derecha) se ha ido devorando a todas las fuerzas competitivas del mercado. El mercado no es libre y es antidemocrático: se lo devoran los monopolios y los oligopolios, que concentran el poder adosando a los competidores o llevándolos a la ruina. Lo cual es fácil: cualquier monopolio puede vender un año a pérdida y fundir a las pequeñas empresas del mercado. Ahí es donde las compra o deja que entren en convocatoria de acreedores, donde acaso las compre o se fundan».

La lucha por la imposición del relato es la lucha por el poder. Uno tiene el respaldo de la mayoría y el otro es el enarbolado por los medios dominantes, articuladores de una oposición débil y sumisa a los dictados del poder mediático y económico.  Hay diferentes porcentajes de verdad y mentira en ambos. Desbrozarlos y tomar posición es una necesidad precisa. No hay apolíticos, porque esa también es una posición política. Y aunque alguien inocentemente no quiera meterse con la política, la política siempre se mete con uno. Suscriba uno u otro relato.

El autor de esta nota abomina de la neutralidad. Para ello siempre tiene presente una frase del Premio Nobel de la Paz Desmond Tutu: «Si eres neutral en situaciones de injusticia, elegiste estar con el opresor. Si un elefante pone su pie sobre la cola del ratón y tú dices que eres neutral, el ratón no apreciará tu neutralidad».