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Las exigencias de los éxitos

Uno de los riesgos de los éxitos es no prever que sus consecuencias pueden ser el prólogo de un fracaso; o más grave aún, de una derrota. El gobierno argentino ha sido muy exitoso en la generación de empleos con la consecuente baja notable de la desocupación.

En el 2003, conseguir trabajo era lo más acuciante. El que volvía a trabajar, con tal vez un sueldo escaso, no le molestaba mayormente viajar en condiciones precarias al amparo de un pasaje subsidiado muy barato.

Millones de personas han mejorado su situación económica, tienen un trabajo estable con las limitaciones que ese concepto hoy tiene no sólo en Argentina sino en todo el planeta, y legítimamente no quieren seguir viajando en coches sucios, inseguros, lentos, con salidas irregulares y de una precariedad alarmante.

El éxito en un sentido origina nuevas demandas en otros. Y viajar como animales a esta altura no puede ser respondido con señalamientos que ya han sido incorporados por la población como derechos adquiridos.

En ese aspecto, gobernar es como el trabajo oculto de la mujer que hace las tareas hogareñas: no termina de limpiar, que ya hay cosas que se vuelven a ensuciar. Es insuficiente responder nuevos requerimientos invocando sólo anteriores avances.

En materia energética se ha aumentado la generación eléctrica pero ha resultado muy insuficiente en relación a la creciente demanda originada en el incremento de la capacidad adquisitiva de la población y en la desaparición de la capacidad ociosa fabril.

Hay un atraso y deterioro evidente en la distribución. Los millones de aires acondicionados - por ejemplo - en veranos cada vez más tórridos, demandan un suministro eléctrico que no puede ser satisfecho, lo que da lugar a cortes cada vez más amplios y prolongados.

No hay nada más endeble que una ciudad sin suministro eléctrico. Rehenes en piso altos, sin agua, sin refrigerador en funcionamiento, con problemas en los baños y otros requerimientos que actualmente están incorporados en forma masiva tales como computadoras, internet o teléfonos.

Si en materia ferroviaria no se ha exigido a las empresas generosamente subsidiadas ni siquiera las cosas más elementales - vagones limpios, ventanillas con todos los vidrios, baños utilizables -, a las compañías eléctricas no se las intiman para que expliquen por qué no dan respuestas a los reclamos, mientras el gobierno omite toda referencia al tema, con la lamentable posición de considerar que al no poner el tema en el tapete, el mismo no existe.

La notable producción y venta de autos entra en contradicción con las limitaciones de la infraestructura vial. Junto con la desaprensión conductiva de sus propietarios, el cuello de botella coloca a nuestro país en los primeros lugares en las estadísticas de los accidentes de tránsito.

La acción depredatoria de Repsol, junto a otras empresas similares, con las lamentables fallas del contralor gubernamental, fue paliada con un incremento creciente de energía importada que mientras le hacía un fotoshop a la crisis en la materia, iba produciendo un agujero creciente en el balance de pagos que hoy constituye una hipoteca a levantar.

En las primeras materias de la carrera de la Licenciatura en Economía se estudia la matriz de insumo-producto. En pocas palabras: un nivel de producción debe tener planificado los insumos que necesita. Y una vez que los productos se fabrican, deben preverse las demandas que su funcionamiento o utilización requieren.

Por supuesto que es algo extremadamente complejo y los cuellos de botella no son propiedad nuestra sino que suceden en muchos países.

De nada vale llorar sobre la leche derramada, pero tampoco seguir insistiendo fundamentalmente que hay leche.

Y mucho menos no comunicar por qué se derramó y en qué fecha se estima que se dejará de derramar.