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Aplaudidores

Los discursos de la presidenta Cristina Fernández dejan siempre muchos temas para iniciar o seguir un debate. Su capacidad expositiva está fuera de discusión.

Desde el periodismo militante de Clarín, la periodista Susana Viau califica despectivamente a los discursos de la presidenta de stand up, género teatral unipersonal de moda, y desde la misma escudería el periodista moralista Nelson Castro califica de Aló Presidente, como remedo del programa radial de Hugo Chávez  de ese nombre.

Lo que aquí se puntualiza está en la vereda de enfrente por la que discurren los periodistas mencionados, autocalificados engañosamente de independientes o profesionales. Cualquier virtud puede transformarse en un defecto cuando se tiende a una insistencia desmesurada. Dos o tres discursos diarios pueden producir saturación, además de incurrir en errores por la fuerte exposición.

Lo que resulta crecientemente llamativo es el escenario armado por aplaudidores, que cumplen el papel inverso a las antiguas lloronas que eran contratadas en los velorios, o las risas de los reidores en los programas cómicos.

Se tiene la convicción que los invitados, muchos de ellos, manifestarían su satisfacción tanto si se recuperan las Islas Malvinas cuanto si se anuncia que habrán de regalarse. Expresarían satisfacción si se estatizara YPF o si se la entregara a otros concesionarios privados. Si se anunciaran nuevos desendeudamientos o la contratación de nuevos préstamos.

Un aplaudidor no repara en el sentido de lo que escucha; por eso puede hacer chocar sus manos por esto o todo lo contrario.

Parece necesario que muchos de los concurrentes relean lo que dijo Néstor Kirchner en una conmemoración del día del militante: «No queremos tropas 'disciplinadas' que a todo digan 'sí'. Queremos tener compañeros y compañeras que piensen, que nos digan la verdad, que tengan capacidad transgresora, que nos ayuden a equivocarnos lo menos posible. No queremos más la práctica del culto al individualismo, a la personalidad y a la teoría del jefe. Esas teorías que tanto daño le han hecho a la política. Quienes desde la lealtad se atreven a pensar y disentir, se diferencian en mucho de aquellos que ocultan con la obsecuencia la traición».

A su vez, un militante debe encuadrarse en un proyecto colectivo, sin renunciar a las armas de la crítica. Kirchner lo habría afirmado en términos descarnados en una charla íntima con los jóvenes de La Cámpora, según el testimonio de un reciente libro de la periodista Laura Di Marco sobre la agrupación juvenil: «Muchachos, hay algo que tienen que entender. En política, hay dos clases de tipos: los que trabajan para un proyecto colectivo y los cogedores sueltos. A los de la segunda categoría hay que saber detectarlos a tiempo porque, tarde o temprano, te terminan cagando».

No es cuestión de contraponer en forma sesgada e intencionada a Cristina Fernández con Néstor Kirchner, como se intenta realizar desde sectores que no dejaron de demonizar al ex presidente, al cual ahora le descubren virtudes que ignoraron o denostaron en vida del santacruceño.

La historia debe servir como aprendizaje y no como mero conocimiento.

El kirchnerismo reivindica con mucha dificultad a Perón con quien la juventud peronista de los '70 en su versión montonera se enfrentó y de quien se siente tributaria, enarbola con énfasis a Eva Perón, que murió muchos años antes y con quien se puede tejer una historia contrafáctica favorable. Tiende a incurrir en algunos de los errores groseros de entonces al transitar por un verticalismo donde el debate se posterga para momentos más propicios y la subordinación y la obediencia se potencian.

La militancia debe estar integrada por un menú  que comprenda formación política amplia, debate intenso, adopción democrática de las decisiones y luego sí verticalismo en su aplicación.

Si se saltean pasos y se va linealmente al último, convirtiendo a los seguidores meramente en transmisores oportunistas del relato, es lógico que la escenografía esté integrada por aplaudidores.

El peligro de una situación de estas características es tener un paraguas en un día de sol y carecer del mismo cuando llueve. Precisamente cuando se necesitan militantes talentosos e imaginativos y no meros aplaudidores.