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Novena edición de un exitoso festival

A medida que la fama de Punta del Este crece a nivel internacional, también crece paralelamente la resonancia de sus actividades culturales. Ésta se afirma cuando hay una clara continuidad y de hecho se va creando una tradición y un público fiel. Esto es lo que está sucediendo con el Festival de Cine Judío de Punta del Este, que además de sus valores artísticos, importa como espejo de la compleja problemática de la existencia judía tanto en el presente como en el pasado, algo que en la inquietante realidad internacional de hoy es más importante que nunca.

El Festival se inició el sábado 4 de febrero a la noche con breves alocuciones del Embajador de Israel, Dori Goren, de la representante de la Dirección de Cultura de Maldonado, Carmen Suárez, de David Tellias, Director de Estudios Judaicos de la Universidad Ort, del Director Artístico del Festival, Jorge Jellinek y su director general, Fernando Goldsman, que fueron seguidas por la exhibición del corto de 7 minutos de duración «Jaime Kleist: el artista encantado», una realización de Sebastián Mayayo y Ramiro Ozer Ami, que rinde homenaje a un inspirado artista fascinado por el mundo judío de antaño en Europa Oriental y a un ser humano entrañable, a quien todos los que tuvimos el privilegio de disfrutar de su amistad seguimos extrañando y no nos resignamos a su temprana e inesperada muerte.

La película presenta el mundo plástico y espiritual de Jaime en todo su encanto y su ingenuidad y cuenta con un sobrio e inteligente comentario de Ángel Kalenberg, reconocida autoridad en materia de Artes Plásticas.

Seguidamente, Gustavo Perednik (quien también dio otra conferencia en el Festival bajo los auspicios de la Universidad Ort titulada «La patria fue un libro») hizo una semblanza del viejo stetl judío de Europa Oriental al que llamó «La verdadera Anatevka» en alusión a la mítica aldea de Shalom Aleijem universalizada por la película y el musical: «El violinista sobre el tejado». Con su reconocido talento docente y ejemplar sentido de síntesis, Gustavo definió con claridad las luces y las sombras de ese mundo perdido para siempre, en el que había problemas de miseria pero nunca de identidad.

La noche inaugural finalizó con la película que resultó ser la más impactante del Festival y que con justicia fue elegida por votación del público como la mejor: la polaca «Joanna», dirigida por Felix Falk, con una magnífica actuación de la protagonista, Urszula Grabowska.

«Joanna» trata de una profesora de piano, quien durante la ocupación nazi, debe aferrarse a cualquier tarea para subsistir y mientras trabaja como camarera en una confitería, es testigo de una redada en la que es capturada la madre de una niña a la que luego encuentra refugiada en una iglesia cercana.

La mujer, quien desde hace meses no tiene noticias de su esposo, un militar preso por los alemanes en un campo de internación, lleva a la niña judía a su casa, asumiendo todos los riesgos. Su amplio apartamento, herencia de tiempos más prósperos, es codiciado por un vecino envidioso que  la denuncia a los nazis de albergar clandestinamente a judíos. Irrumpe en su casa un oficial alemán, quien no encuentra a la niña, pero pretextando su pasión francófila le pide «prestado» un libro en ese idioma. Cuando vuelve, días más tarde, la niña, que está enferma, se delata al toser. La mujer se juega el todo por el todo y ofrece tácitamente un trueque: sexo a cambio de la vida de la niña. Logra su propósito e incluso obtiene las conexiones necesarias para poner la niña a salvo en un convento, pero su vida se convierte en un terrible calvario porque es considerada una traidora por la resistencia polaca.

La película es realista, dura, amarga y austera, pero finaliza con un sorprendente cambio de estilo, con un sutil toque de poesía y de belleza plástica. Asimismo es admirable como estudio de conductas humanas especialmente en su análisis de la relación de la niña con la protagonista. Pero sobre todo, es una historia muy reveladora de una época trágica, en la que cualquier decisión poco afortunada podía convertirse en una trampa mortal.

Al día siguiente estuvieron en el centro de interés del Festival las dos películas uruguayas de temática judía estrenadas el año pasado: «El barrio de los judíos» y «Reus: historias de un barrio de película».

Tanto la primera, de carácter documental y nostálgico, como la segunda, una obra de ficción centrada en una trama policial, tuvieron un considerable éxito de público.

Los asistentes tuvieron ocasión de oír anécdotas sobre la gestación de «El barrio de los judíos» de  boca de su realizador, Gonzalo Rodríguez Fábregas y pudieron asistir a una interesante mesa redonda en la que participaron la conocida conferencista sobre temas históricos, María Emilia Pérez Santarcieri, Gonzalo Rodríguez Fábregas, el actor Eduardo Piñero, correalizador de la película «Reus», Oscar Zweig, asesor del director de «El barrio de los judíos» y David Tellias.

Los participantes en la mesa redonda enfocaron muy variados aspectos tanto de la filmación como de la repercusión pública de las películas y el intercambio de ideas no tuvo aristas polémicas. Todos coincidieron en que ambas señalan de manera inequívoca que la experiencia judía en el Uruguay es parte orgánica de la historia de la sociedad uruguaya en el siglo XX.

Con la presencia de su realizador, Mario Bomheker, una documental argentina se estrenó mundialmente en el Festival. Se trata de «Cuentas del alma», un largo reportaje realizado íntegramente en Israel a Miriam P., una ex guerrillera de izquierda en los años setenta, quien cuenta su vida.

Miriam P. era una joven perfectamente integrada a la comunidad judía de Córdoba e integrante de un movimiento juvenil sionista, que se adhirió a la guerrilla izquierdista de los años setenta junto con sus compañeros por las presiones en el medio estudiantil, en el que fueron convencidos de que no podían ser indiferentes al destino de su país, la Argentina, y que debían contribuir a su «salvación».

Miriam P. fue apresada y herida en un ataque del ejército a un campamento de la guerrilla en 1975. En la cárcel no la pasó nada bien (confiesa que fue violada). Sin embargo, no la torturaron ni trataron de obligarla a delatar nombres. En cambio, le ofrecieron salvar su vida, si aceptaba expresar públicamente su arrepentimiento. Ella comprendió que su aparición en una evidente acción de propaganda del régimen militar iba a convertirla en una traidora a los ojos de sus camaradas, pero íntimamente ya había llegado a la conclusión de que toda la guerrilla había sido una aventura juvenil descabellada y quería que su familia supiera que estaba viva.

El régimen militar le facilitó documentos falsos y le permitió trasladarse a Paraguay donde vivió 7 años, al cabo de los cuales se trasladó a Israel, se casó y rehizo su vida. Habla como una israelí perfectamente integrada, e incluso mecha con frecuencia palabras hebreas en su testimonio en español. Su juventud turbulenta quedó muy atrás.

Pero sin duda, la película documental más impactante fue «Como un judío en Francia», dirigida por Yves Leuland, que por su extensión se presentó en dos partes. Se trata de una historia de los judíos en Francia desde fines del siglo XIX a nuestros días.

La primera parte abarca desde el proceso Dreyfus hasta Vichy y la segunda, desde la Liberación hasta nuestros días. El realizador unió mucho material de archivo, desde fotografías de época a noticieros cinematográficos a entrevistas seleccionadas con intelectuales y políticos, entre los que se destacan el ex ministro y jurista Robert Badinter, el dramaturgo Jean Claude Brumberg y el historiador israelí francófono Eli Barnaví. Sin duda, constituye un testimonio apasionante sobre las paradojas de la historia y sobre el destino judío. Es también una cáustica reflexión sobre el antisemitismo y su reaparición en los escenarios históricos más diversos.

En el marco de las actividades culturales del Festival tuvimos ocasión de asistir a tres conferencias de temática diversa, todas ellas como introducción a la presentación de películas u otro material audiovisual.

La artista plástica Ana Baxter y la psicóloga Sara Olstein, presentaron el CD «Cuidando la memoria» dedicado a la «instalación» de la primera sobre Ana Franck y el Holocausto, un trabajo artístico y conceptual indudablemente valioso. Ambas expositoras realizaron observaciones de interés pero la actividad sin duda se hubiera enriquecido si el público hubiera podido ver el CD en su totalidad y su presentación no se hubiera limitado a una rápida ilustración de esta conferencia a dos voces.

El conocido crítico cinematográfico Luis Elbert disertó sobre «El cine y el Holocausto» como introducción a una exhibición de la clásica película documental de Alain Resnais, «Noche y niebla», realizada en 1955. La exposición de Elbert tuvo el mérito de reseñar una historia fílmica con muchos altibajos, en la que a menudo gravitaron cálculos políticos muy poco conocidos y que hoy nos resultan sorprendentes.

En cuanto a la película de Resnais sigue atrapando al espectador por su insólita mezcla de horror y belleza, de denuncia radical y emoción contenida, de vigor testimonial y humanismo universalista. Sin embargo, es difícil considerar legítima la omisión deliberada de la palabra judío en toda la película. Aún cuando en 1955 no había surgido el negacionismo de la Shoó, la «solución final» era un tema insoslayable. Los campos de muerte no fueron establecidos por los nazis para los prisioneros de guerra, los gitanos o los homosexuales, aunque también éstos hayan sido sus víctimas; su creación tuvo un propósito muy definido: el exterminio del pueblo judío. Con un claro reconocimiento de este hecho, la película no hubiera debilitado en lo más mínimo su impacto como advertencia contra eventuales futuros genocidios.

El Embajador de Israel, Dori Goren, realizó una interesante y bien documentada exposición sobre la historia del cine israelí, destacando su creciente éxito internacional en los últimos años. La ilustró con ocho fragmentos o sinopsis de películas israelíes de diferentes períodos y variada temática. Comenzó con un fragmento de la divertida película «Salaj Shabati» de Efraím Kishon, sobre los problemas de absorción de los judíos orientales en el nuevo Estado de Israel de los años cincuenta, con la espléndida actuación de Jaim Topol, y terminó con una sinopsis de «Nota al pie de página», una película que ha gozado de gran publicidad por su nominación en el rubro «Mejor Película Extranjera» en los Premios Oscar de este año y es esperada por muchos amantes del cine con gran expectativa. Como lo ha divulgado la prensa, trata de una rivalidad profesional entre padre e hijo, ambos eruditos especializados en el estudio del Talmud.

En este Festival, rico en la presentación de documentales, uno de los más curiosos fue el de origen argentino y dirigido por Alberto Yaccelini «El fabricante de cepillos», que presenta una investigación sobre un nazi belga que se radicó en el sur de la Argentina y se integró perfectamente en una pequeña localidad. El filme, que fue rodado a lo largo de años, en distintas entrevistas, dice mucho sobre su protagonista pero es igualmente explícito sobre buena parte de la sociedad argentina que hacia el final de la guerra manifestó «comprensión y simpatía» por los refugiados nazis llegados al país.

Como en todos los festivales de esta clase, la simultaneidad de las exhibiciones, convierte en una empresa humanamente imposible ver toda la programación.

De las cuatro películas de ficción israelíes presentadas en el Festival, vimos  fragmentos de dos: «Parrilleros« y «Tomar una esposa» y sólo alcanzamos a ver íntegramente una: «En el aire», dirigida por Isaac Zeppel Yeshurun (1999). La película ha sido presentada como una comedia y lo es en cierto modo por su carácter crítico y su humor irónico. Sin embargo, su temática: la vida complicada y tensa de un israelí corriente cuyo celular suena a cada instante trayéndole infinitos problemas, no es para nada alegre. La habilidad del director al tocar un tema que tiene aristas trágicas con un toque de liviandad y de gracia, es algo que da un interés muy particular a la película, que, al margen de su aparente tono frívolo, constituye  un testimonio de la profunda angustia existencial que marca la vida de un país moderno, dinámico y de una gran diversidad étnica y humana.

En el acto de clausura del Festival además de los homenajes y de entrega del símbolo del Festival - las pequeñas y encantadoras estatuillas de judíos del «shtetl» de Jaime Kleist - a artistas y personas que de una manera u otra colaboraron con el Festival y de una breve parte oratoria, actuó la cantante y actriz judeo-argentina conocida por su nombre artístico «Divina Gloria» quien hizo gala de su simpatía y don de comunicación en canciones en yidish, hebreo e inglés.

El director general del Festival, Fernando Goldsman, fue una vez más un generoso y dedicado anfitrión para quienes tuvimos el honor de ser invitados, por lo que queremos expresar públicamente nuestro agradecimiento. Él y su colaborador de siempre, el crítico cinematográfico Jorge Jellinek, nos prometen una décima edición del Festival de gran jerarquía artística para el año próximo.

Quienes veranean en Punta del Este regularmente o quienes podrían hacerlo el 2013 harían bien en tenerlo en cuenta en su agenda.

Joanna

El barrio de los judíos

Reus

Como un judío en Francia

Cuidando la memoria

Noche y niebla

En el aire

Divina Gloria