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Los negocios y el dinero

En una nueva entrega de la sección que investiga el humor judío les proponemos un “guesheft” (trato) para reírnos y comprender las bromas (y a veces no tanto) que nos vinculan con el mundo financiero.

¿Qué nos tocó en la antigüedad? Fuimos conquistados por grandes imperios, nos sojuzgaron, nos hicieron esclavos. En la era moderna, nos prohibían trabajar en algunos lugares, de estudiar en otros. Esa mezcla generó una relación con el dinero y "el hacer negocios" muy especial entre los judíos.
Las persecuciones, el aislamiento, la discriminación, el riesgo de perder la vida, los engaños. Todos muy buenos maestros para aprender la ciencia de la autoprotección, el cuidado de cada centavo, la desconfianza.
Unamos todo eso a una obstinada fuerza por la superación, agudeza mental y un notable interés por la competencia y, por qué no, el placer de ascender en la vida, donde aprendimos que nada es gratis.
No vamos a justificar nada desde aquí, nos gusta el poder adquisitivo, nos gusta hacer un buen guesheft (negocio), no sólo en dinero por supuesto.
Pero de allí a que seamos los más avaros, los usureros, los que dominamos el capital mundial, que el judaísmo sea sinónimo de dinero; bueno felizmente a esta altura del mundo quedó demostrado que no.
Definitivamente no somos la colectividad más dura para negociar, ni para llegar a un acuerdo.
Esto fue utilizado mucho tiempo por el pensamiento antisemita, hoy toda persona puede ir simplemente a cualquier comercio del mundo, con propietarios de otra colectividad de no sea la judía (con todo respeto y sin ofender a nadie. Nigocios son nigocios), y tratar de sacarle un centavo y.... ¡shoin! (¡Listo!) Teoría demostrada.
Esto me hace acordar a aquel chiste en el que se encuentran dos amigos, Moshé y Saúl. Moshé estaba leyendo un diario terriblemente antisemita. Saúl estupefacto no lo podía creer y le dice: - ¡Moshé, te volviste loco!!!. ¡Mishiguene! ¿Cómo es que estas leyendo ese periódico antijudío?
- ¿Y que querés? - Le contesta el amigo - Si me levanto a la mañana y leo uno de nuestros diarios, me cuentan de los atentados, los problemas políticos de Israel, las acusaciones. Termino deprimido todo el día.
Acá por lo menos dice que somos dueños de todos los bancos, que dominamos todo, que somos privilegiados. ¡Me siento mucho mejor!

Desde la época de los Fenicios, los primeros comerciantes importantes, nos gusta regatear, negociar y (¿a quien no?) por sobre todo: ganar. Cómo nuestros mayores, los padres o abuelos de los doctores, llegaban sin nada a las ciudades ¿a qué se podían dedicar? al comercio. Si bien algunos eran zapateros, vidrieros o peleteros, la gran mayoría empezaron como cuenteniks (vendedores ambulantes), vendiendo de pueblo en pueblo, de casa en casa, hasta establecer sus propios comercios y fábricas.
Todo este folklore generó una gran cantidad de chistes e historias en relación con los negocios y el dinero.
Es cierto que ocupamos un lugar en importantes niveles mercantiles como: bancos, industrias, comercio mayorista, importación - exportación, pero por sobre todo, de gusheftn hablando, uno de los grandes rubros fue sin duda el textil.
Sin embargo por estas tierras, las últimas temporadas textiles fueron tan pero tan malas que los comerciantes del Once echaron hasta a los yernos.
Tampoco es cierto de que los judíos hacemos negocios y ganamos dinero con todos los demás, a veces otros hacen grandes negocios con nosotros. Sobre todo con nuestro clásico ejemplo: Los judíos argentinos (Por supuesto no todos).
Copiando al desenfrenado consumo y búsqueda de status de nuestros paisanos de las Américas del Norte, una gran cantidad de congéneres cayó siempre en el artículo de moda para mantener “cierto nivel”, que lo único que hizo fue mantener muy bien las arcas de aquellos que les tomaron el tiempo.
Clásicos ejemplos: colegios de moda, fiestas de moda, ropa de marca, departamentos en Belgrano, casa en Zona Norte, clubes de moda, countries.
¡Y el turismo! ¡El turismo! ¡Que fiesta se hicieron las agencias de viaje! Hasta que el globo se pinchó.

Vamos a hacer un itinerario de cómo fueron las cosas en picada (y como siguen, no se crean que terminó), según las circunstancias y el termómetro económico partiendo del gran aeropuerto Globo Central: Europa, Israel, Miami (Disneyworld included), Caribe, Punta del este, Brasil, becas en el colegio, renuncia al club, alquiler de country, Cataratas, Zona Sur de esquí, Córdoba, Termas (aunque me tenga que meter en un piletón con gente con problemas de piel y reuma), paupérrimas zonas del Norte argentino. Algunos volvieron a Europa, Miami e Israel, pero esta vez como emigrantes.....
Cómo puede ser que se junten unos brasileños, tomen un lugar que a alguien se le ocurrió llamar Puerto Seguro, sin gran infraestructura, lindo sí, pero nada comparable a una playa argentina, lo quieran poner de moda y se pregunten: ¿A quién se lo vendemos para que nos dejen aquí unos miles de dólares? ¡Hay un grupo de judíos argentinos de clase media que lo va a comprar!
¿Saben ustedes como se sube una escalera?: desde abajo, escalón por escalón. Conserve cada escalón que conquiste y luego siga subiendo. Va a llegar a Europa, Israel ó Miami, quizás en más tiempo, quizás no a todos los lugares. Pero va a estar más tranquilo en cada uno, porque pagó la luz y el gas. Porque va a poder planificar otro viaje. ¿Pero sabe qué? Por sobre todas las cosas, en primer lugar porque nosotros somos los protagonistas de los chistes judíos de las generaciones que vienen, y en segundo lugar, pero no menos importante, estamos educando a nuestros hijos, a los jóvenes, a aquellos que no queremos que se caigan de arriba de la escalera donde los pusimos. Hay que enseñarles a subir... escalón por escalón.
Dice un viejo refrán judío: “Varenikes en sueños, son solo sueños”, y otro: “El pececito en el laguito, todavía no está en la pancita”.
De todos los “valores” que nos quedan, por grandes negocios que hagamos, el mejor es el valor humano. La persona con grandes valores humanos y mucha inteligencia no tiene que “MOSTRAR” nada para afuera, ni pasárselas hablando donde viajó, ni lo que tiene ni lo que compra. Simplemente es “HUMILDE”. ¿Se acuerda de esa palabra?.
Hay un proverbio chino (apelo a otra colectividad, aunque hayan judíos chinos), que dice entre otras cosas: Aléjate de las personas ruidosas (ó que están en “pose”), a lo que yo le agregué: “o utilízalas para escribir sobre Humor Judío” (Alguno me va a pedir que le pague los derechos).
Quiero aclarar que toda semejanza de lo antedicho con la realidad es absolutamente cierta, y si esto coincide con alguna historieta cómica, es casualidad.
Y si usted es alguien que cometió alguno de los “traspiés” mencionados más arriba, no se amargue, de los errores también se aprende mucho, y le adjunto unos chistes de Humor Judío para que retome su sonrisa.

Chistes judíos sobre los negocios y el dinero

Toda profesión o negocio exige una habilidad especial y saber negociar. Como ustedes saben el shadjn o la shadjente (casamenteros) era una profesión por la cual se cobraban los servicios.
Se cuenta que una shadjente fue a visitar a un hombre muy pobre y le dijo:
- Tengo una candidata muy especial para tu hermoso hijo varón. El hombre contestó:
- Yo no interfiero en la vida personal de mi hijo mayor
- Bueno pero te digo que es una muy buena oportunidad para su vida
- Ya te dije que no me meto en eso
- Pero... es la hija del Barón Rotschild
- Ah, bueno siendo así...
Sale la casamentera de la casa y se va directamente a la mansión de los Rotschild, pide una audiencia con el millonario por un tema urgente y éste se la concede.
- Barón, tengo el marido ideal para su hija soltera
- Querida amiga, mi hija tiene muchos candidatos
- Pero este le conviene a usted más que todos, es un gran gerente de banco y le puede manejar muy bien sus negocios
- Ah, bueno siendo así...
Sale corriendo la schadjente al Central Bank, propiedad de otra familia judía, se reúne con el banquero Moritz y le dice:
- Tengo el gerente ideal para usted
- Señora, tengo seis muy buenos gerentes
- Pero este es el yerno de Rotschild!
- Ah, bueno siendo así...
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Shloime, comerciante textil, discutía y discutía con un proveedor para bajarle los precios, durante dos horas.
En un momento se levanta a buscar algo y el socio David que había escuchado todo le dice:
- Shloime, ¿Porqué peleas tanto tiempo con el hombre pidiendo descuento? si igual no le vas a pagar
- Primero, porque me da placer - contesta Shloime - y segundo porque si consigo que me facture menos va a perder menos plata el pobre hombre.
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Don Motke, había sido sastre y trabajando muy duro llegó con un socio a tener un negocio textil muy importante, casi nunca salía de vacaciones y todo su tema era la ropa.
Hasta el socio le decía - ¿Nu, Motke? trabajas y trabajas toda la vida; tu único tema es la ropa. ¡Tomate unas buenas vacaciones de una vez! Todo el día pensando en ropa y textiles ¡es de lo único que hablas!
Tienes que hacer como yo, saca los pasajes para ti y tu mujer y váyanse a Europa a pasear.

- Tiene razón - decía la mujer de Motke - nos merecemos un descanso, ¡Basta de hablar del negocio de la ropa por unos días!
Tanto hicieron que lo convencieron y allá fue Don Marcos con su esposa a pasear por varios países de Europa, incluyendo Italia y Roma.
A su regreso fueron recibidos con alegría y ya de vuelta en el negocio el socio le pregunta:
- Querido Motke ¿Así qué fuiste también a Roma? ¿Y viste al Papa?
- Si - contesta Motke
- ¿Y que te pareció?
- Creo que es un talle 50...
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Nujem tenía que levantar un documento al otro día y no había logrado juntar el dinero. Eran las tres de la mañana y daba vueltas en la cama, se sentaba, caminaba, hasta que despertó a Rebeca, su mujer.
- Nujem, ¿Qué té pasa? ¿Te sentís mal?
- Lo que pasa es que tengo que pagarle hoy un documento de 10.000 pesos a Gregorio y no tengo la plata. ¿Qué voy a decirle?, no puedo dormir, no sé que hacer...
- Pero hombre, no dormís vos, me despertaste a mí. Esperá hasta la mañana y ya vas a ver que hacés. Ahora descansa
- No mujer, no puedo - y así seguía Nujem sin dejar dormir a su esposa. Hasta que esta se levanta, va al escritorio, trae la agenda del marido, busca el teléfono de Gregorio y tomando el aparato del dormitorio disca el número.
- Mujer, que estas haciendo? Son las cuatro de la mañana - exclamó Nujem. Rebeca le contesta haciendo el gesto de esperá con la mano. Cuando la atienden habla:
- Hola ¿Gregorio?, soy yo Rebeca la esposa de Nujem. Mi marido te debe un documento, bueno, no tiene la plata y no te lo va a poder pagar - Y corta el auricular.
- ¡Rifke! ¿Qué hiciste?
- Nu? Ahora el que no puede dormir es él - contesta Rebeca - ¡Acostate y dejame dormir!
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Un día entra José en la oficina de su amigo Mauricio y lo observa revisando planillas con números y cuentas, muy concentrado.
- ¿En que andas Mauri? - le pregunta.
- ¡Ah!, Iósale, ando en un negocio brillante. Los caballos de carrera. ¡Ganás fortunas!
- No me digas, ¿Y me puedes hacer entrar?
- ¡Avode! (Por supuesto!). Mira casualmente tengo un negocio redondo, te vendo un caballo favorito que gana todas las carreras. Te lo dejo en 150.000 dólares, por ser vos. Esto se puede recuperar en una carrera.
- Bueno, si tú lo dices - Saca la chequera y le extiende el cheque.
Al otro día cuando José va al campo a buscar el trailer con el caballo, abre la puerta y se encuentra con un caballo muerto. Pasan seis meses y un día se cruzan nuevamente en el bar donde solían ir con todos los amigos.
José se acerca a la mesa donde estaba sentado Mauricio y palmeándole la espalda con una sonrisa le dice:
- Mi buen amigo Mauricio, ¿Cómo estás, todo bien? -
Este sin saber lo que contestar le pregunta:
- ¿Decime José, no estás enojado conmigo?
- ¿Yo? ¿Y porqué?
- Porque te vendí un caballo muerto, te engañé.
- Pero no, hombre. Mirá, organicé una rifa de 100.000 números por el caballo, a 5 dólares cada una. O sea que facturé 500.000 dólares y me gané ¡350.000 dólares!!!!.
- ¿Y que le dijiste al ganador cuando vino a reclamar?
- Le devolví los 5 dólares.
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Don Salomón fué al correo a enviar un paquete con una compra de un cliente del interior. Cuando lo pesa, la empleada de correos le dice:
- Señor, este paquete pesa mucho!, tiene que pagar más estampillas.
- ¿Y qué?- Pregunta Don Salo - ¿Acaso eso lo va a hacer más liviano?
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Saúl, hábil comerciante, va a hacerse ver por el Dr. Abraham Lipchik, un famoso médico especialista. Cuando pide telefónicamente el turno, pregunta cuanto cuesta la visita. Le contestan que la primera vez 100 dólares y las subsiguientes 50 dólares.
Como aquí no puede regatear el precio, el día que concurre al consultorio entra a la sala saludando como si fuera un viejo conocido. Saluda muy amablemente a la recepcionista, paga solo 50 dólares y se sienta a esperar el turno.
Cuando le toca entrar, también saluda al médico como si fuera paciente de siempre. El Dr. Lipchik mira la nueva ficha, lo revisa totalmente y cuando concluye le dice:
- Bien amigo, le veo mejor que la última vez, siga con el tratamiento que le indiqué

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Shlomo y David eran dos comerciantes de antigüedades. Tenían sus negocios uno enfrente del otro y se odiaban. Un día aprovechando que David se va por un momento, Shlomo cruza la calle, entra en el negocio de su competidor, toma una lámpara que le gustó mucho y se la lleva entre sus ropas.
Ya en su local cuando la está limpiando, al frotarla sale de ella una nube de humo y aparece un genio gigante.
- Por haberme liberado de mi encierro te concederé el deseo que quieras
Shlomo asombrado le contesta - ¿Cualquier deseo?
- Sí - dice el genio - Pero debes saber algo. Como David consiguió la lampara por cada cosa que tu pidas a él se le concederá el doble
-¿Quiere decir que si yo te pido un millón y medio de dólares, a él le otorgaras tres millones?
-Sí, siempre el doble - contesta el genio.
-Bien - dice Shlomo - ¡Entonces, yo ahora quiero estar MEDIO MUERTO!
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En las escalinatas de una importante iglesia de Irlanda se encuentran sentados dos mendigos pidiendo. Uno en un extremo con un enorme crucifijo colgado del cuello y otro, en el otro extremo, luciendo una enorme estrella de David.
Luego de unas horas, el sombrero del que tiene la cruz está repleto de dinero, mientras que el del otro está vacío.
El cura padre de la iglesia, contemplando la situación, se acerca al mendigo judío y apiadándose, tratando de ser lo más respetuoso posible le dice:
- Mire señor, este es un país muy católico, usted se dará cuenta de la diferencia en la limosna. Yo le sugiero que vaya a la puerta de un templo de su religión o a otra parte.
- Está bien padre, le agradezco - le contesta el mendigo.
Cuando el sacerdote se vuelve subiendo las escaleras, el mendigo de la estrella de David le dice al de la cruz:
- Che Moishe, mira quién nos quiere enseñar de marketing.
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En un barrio de New Jersey vivía un prospero inmigrante europeo de origen judío, llamado Kaplan, que había crecido en el negocio textil en los Estados Unidos y se había comprado una casa en un lugar residencial con tan mala suerte que le había tocado un vecino antisemita, y todos los días se burlaba de él utilizando bromas discriminatorias. - ¡Hey judío nariz larga! ¡Haz echo dinero aquí ehhh! - ¡Allí va el judío a contar su dinero! Y así sucesivamente.
Este sujeto tenía una fábrica textil, y un día, en presencia de otros vecinos, para a Don Julius Kaplan y le dice:
- Hey judío ¿Tu vendes telas verdad?
- Sí - contesta el hombre - efectivamente soy mayorista de telas ¿Por qué?
-Bueno, necesito que me vendas una tela de color naranja
-¿De qué medida?- Pregunta Kaplan
-¡Que llegue de la punta de tu nariz a la punta de tu pene! ¡Jua Jua Jua!!! - (Riéndose frente a todos)
-Está bien - Dice Julius. Saca un papel, hace una orden de compra y se la hace firmar.
El gracioso, que no podía contener la risa, la firma.
Al otro día, cuando el antisemita vuelve a su casa, le llama la atención una fila de gigantes camiones diez cuadras antes de llegar. A medida que se va acercando sus ojos aumentan de tamaño cuando ve en su calle unos cincuenta obreros con casco movilizando enormes rollos de tela color naranja y apilándolos en la puerta de entrada de su casa, a medida que la descargaban de los camiones.
Cuando llega, un encargado lo estaba esperando con una factura a su nombre de 2.500.000 dólares por mercadería y una boleta de 300.000 dólares en concepto de transporte.
Desesperado, corre a la casa de Don Julius y le dice:
-¡Kaplan, por favor! ¿Estás loco? ¿Cómo me haces una cosa así? -
- Y...- contesta Julito - La punta de mi nariz la tengo aquí. Pero la punta de mi pene quedó allá en Polonia