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Porcina o no porcina... ¿esa es la cuestión?

Ya las bobes lo tenían claro, aún sin haber estudiado medicina en la universidad, y aunque en sus tiempos no se hablara del cambio climático. "Hace falta que caiga una buena helada para matar todas las pestes", decían. Hablaban de esos días que ya no existen en los otoños e inviernos argentinos, donde cualquier espejo de agua que hubiera quedado a cielo abierto durante la noche, podía encontrarse a la mañana con una costra de escarcha, más o menos gruesa.


Y efectivamente ocurría tal y como decían. En un versión atenuada de lo que se da en latitudes antárticas, donde las bajísimas temperaturas impiden la existencia de virus o bacterias que afecten la salud, bastaban una o dos de esas heladas para parar de súbito la ola de gripes y resfríos.

Hoy, aunque el frío lleva ya más de un mes golpeando de forma sostenida, no se registró ninguna de esas heladas de antaño, y el colapso sanitario ha superado cualquier expectativa.

Claro que más allá de que pudiera ser más o menos cierto que un baja punzante de las temperaturas pusiera a raya a las enfermedades del invierno, es dable esperar que desde el Estado se hubiera podido crear un andamiaje capaz de evitar la situación a lo que ha llegado hoy la Argentina.

El panorama

El panorama es, desde hace varias semanas, más o menos el siguiente: los servicios médicos en hospitales públicos y también en sanatorios privados de mediana y alta complejidad, están desbordados por las consultas y las internaciones.

Los centros de atención primaria que cada comuna sostiene con su propia economía, se muestran absolutamente ineficientes para colaborar en el control del brote de enfermedades respiratorias, debido a sus propias limitaciones: horarios de atención acotados, escasés de medicamentos e insumos, y mínima presencia de médicos.

La problemática no se detiene, y mientras que un hospital como el Mi Pueblo, de un distrito con 500 mil habitantes como Florencio Varela, tuvo récords de consultas con 500 casos en un día, los hospitales de la Ciudad de Buenos Aires, la capital del país, debieron suspender las cirugías programadas porque el número de pacientes internados obliga a usar todas las camas disponibles.

¿Porcina o no porcina?

El Ministerio de Salud de la Nación volvió a quedar mal parado, esta vez, de la misma manera que en el último verano había ocurrido frente a la expansión del dengue. Y es que mientras montó un andamiaje comunicacional, que luego incluyó fuentes inversiones, sólo en torno a la llamada "gripe porcina" (Influenza H1N1), la crisis sanitarias estalló con un cóctel de patologías respiratorias: bronquiolitis en el caso de los chicos de hasta dos años de edad, neumonía para los más grandes y los adultos, y la gripe tradicional en el caso de los ancianos y también algunos menores.

Hasta hace algunos días, la "gripe porcina" era nada más que una preocupación acotada. Y si bien ahora ya se contabilizan diez muertos por su causa en el país, y la cantidad de casos aumenta en forma acelerada en la Capital argentina y los municipios ubicados en sus alrededores, está claro que no representa mayor riesgo que el resto de las patologías en escena, de las que poco se habla.

Como contrapartida de lo hecho frente al dengue, donde la cartera sanitaria de la Nación pareció mostrarse completamente indiferente, ante la amenaza de "gripe porcina" se puso en marcha una estructura que mucho tenía de sobreactuación. Especialmente cuando cada año en el país 1.200.000 personas contraen la gripe común, y cada año, además, aún antes de que la "gripe porcina" hubiera existido, diez personas al día perdían la vida por ese tipo de patologías.

Así las cosas, funcionarios del Ministerio de Salud definieron emplear a universitarios que cursen los últimos años de la carrera de medicina y a médicos jubilados para atender el incremento de casos registrados en las últimas semanas, siempre hablando de la gripe porcina, claro, como si las demás enfermedades e infecciones respiratorias agudas no existieran.