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La oposición y el culto a la inmadurez

Es cierto que los cuatro años de administración de Néstor Kirchner, con vientos económicos favorables, hicieron menos visible su intransigencia dialéctica. Es cierto que los desaciertos propios y los repiques de las crisis nacional e internacional, después, convirtieron en una mueca grotesca la actitud no dialoguista de la primera mitad de la administración de Cristina Fernández.

Es cierto, también, que los comicios de fines de junio para la renovación de legisladores en los tres niveles de administración del Estado, marcaron un rechazo a una forma de hacer política.

Por cualquiera de esas razones. O bien por el hecho de que el impacto de la gripe A está golpeando en forma imparable, y no hay buenas predicciones con respecto al dengue para cuando retorne el clima templado. O quizá porque la crisis económica se profundiza a nivel interno, la pobreza crece y comienzan a verse las primeras ineludibles señales de descontento. Y hasta, tal vez, porque puede que sea la única manera de desatar el nudo en que quedó enredado el Gobierno para no tropezar antes de cumplir los dos años de mandato que le quedan. Lo cierto es que desde la Administración Nacional se llamó al diálogo a todos los partidos políticos y a sectores de peso en la economía como el campo y la industria.

Desde la mayoría de los sectores, la propuesta fue aceptada. Incluso en la primera jornada de encuentros, dijeron los participantes, fue posible discutir temas por fuera de la agenda que inicialmente había planteado el Gobierno.

Miguel Lifschitz, intendente de Rosario, la tercera ciudad en importancia del país, integrante del Partido Socialista, que claramente está en la oposición al Gobierno, señaló después de la primera reunión: "Pudimos expresar que antes de la reforma política que quiere llevar adelante el Gobierno, hay otros temas más urgentes que discutir como el desempleo y la pobreza". Y agregó: "Creo que hay un buen clima para el diálogo y el entendimiento".

El culto a la inmadurez

Sin embargo, otras fuerzas políticas - en particular la Coalición Cívica, que en las últimas elecciones se ubicó en tercer lugar - decidieron no aceptar la invitación al diálogo.

Para justificar su posición, la máxima referente de la Coalición Cívica, Elisa Carrió, desplegó una serie de argumentaciones: "El Gobierno llama al diálogo pero mantiene en sus funciones a uno de los funcionarios más cuestionados... El Gobierno llama al diálogo en el mismo momento en que nos enteramos del enorme crecimiento patrimonial del matrimonio Kirchner en el último año... No vamos a dialogar en tanto no se discuta la eliminación de las retenciones".

Carrió fue la dirigente que aseguró rezar para ganar las elecciones, la que desplegaba frases agoreras para el futuro muy similares a profecías de autocumpliento, y la misma que ha delineado un estilo de hacer política mediante la denuncia y la oposición.

Nuevamente ella, quien pretende construir una oposición madura, hace culto de la inmadurez. Es por esto o por lo otro que no quiere dialogar, argumenta, pero lo hace antes, siquiera, de intentar el acercamiento.

Mientras que Lifschitz alude, después del diálogo, a "Un cambio de actitud del Gobierno, que ha entendido después de las elecciones que tiene que consensuar algunos temas", Carrió aplica principios preventivos: "Si antes eran no dialoguistas, ahora que nos convocan no vamos nosotros".

El campo

Otra forma de inmadurez política la vienen desplegando algunos dirigentes de la actividad rural, que durante 2008 mantuvieron un duro cruce con el Gobierno a lo largo de varios meses.

Después de resistir cuatro meses, generando una verdadera división del país en adherentes y opositores, los ruralistas vieron como la crisis internacional desplomó los precios de los productos agrarios que exportaban. Así llegaron a descubrir que, ante ese escenario, el proyecto tan cuestionado presentado por el Gobierno, hubiese sido una herramienta de parcial reaseguro económico.

El impacto de la crisis en los primeros tiempos los llamó al silencio, a sabiendas de que el alto posicionamiento logrado en la primera mitad de 2008, rápidamente podría desmoronarse si se mostraban duros en plena crisis, cuando a diario los medios daban cuenta de la caída de las bolsas o los quiebres de grandes bancos y empresas.

Pero la campaña electoral los volvió a traer como una ola en su cresta. Otra vez volvieron a pedir medidas que los beneficien, sacando nuevamente a la luz el discurso de antagonismos simples: "nosotros somos los buenos, el malo es el Gobierno que no nos hace lugar a los planteos. De esa manera, consiguieron arrastrar junto a ellos a varios referentes de la oposición, erráticos, que encontraron en dicho discurso una buena trinchera para mantenerse a resguardo.

Hace un año, en plena crisis del campo, planteaba que lo que nunca se discutía seriamente era el modelo de país: si se sigue sosteniendo el modelo agrario productor de materias primas, o se empieza a transitar hacia un modelo productivo e industrial.

Eso es lo que continúa estando en juego.