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¿Más judío - menos Israelí?

La revista Shalom de la Comunidad Judía de Chile realizó una encuesta donde se reveló que un 74% de los padres quiere que sus hijos sepan hablar hebreo por la conexión con sus raíces.


El hebreo es una lengua semítica de la familia afroasiática hablada por cinco millones de personas en Israel y por otros dos o tres millones en comunidades judías repartidas por el mundo, lo que da un total de ocho millones de hablantes.

Ciertamente no es un idioma que abra demasiadas puertas en el mundo de los negocios; y un 4% esgrime esa razón para argumentar por qué no le da importancia a que sus hijos aprendan hebreo.

En la sociedad crecientemente complejizada y competitiva donde nuestros hijos están inmersos, cada hora de aprendizaje parece necesitar responder a un objetivo relacionado con competencias laborales.

En esta carrera contra el tiempo podría suponerse que los padres estuvieran forzados a priorizar otros contenidos por sobre la enseñanza del idioma hebreo. Pero como es común en la historia del pueblo judío, las estadísticas no siempre se aplican; y a pesar de todo, sólo un 2% de los encuestados no quiere que sus hijos aprendan hebreo porque eso les quita tiempo que podrían ocupar en aprender otros contenidos importantes, o más importantes.

En contra de la corriente donde es tan bien visto sobreestimular a los niños y creer que cada actividad educativa incide en el éxito futuro, una gran parte de los padres de la Comunidad Judía de Chile - un 74% - cree que el hebreo es importante no porque siempre es bueno saber idiomas (respuesta de un 13% de los encuestados), sino por la conexión con nuestras raíces. Sólo un 6% prefiere que no lo estudien.

El lenguaje construye realidad. Es conocido el ejemplo de que los esquimales tienen 40 palabras para nombrar "blanco", y eso implica que quienes sólo tienen la palabra "blanco" omiten de su realidad todos los matices que ese concepto tiene. Así, en hebreo hay doce palabras para decir "alegría" que no son sinónimos sino que indican distintos conceptos relacionados.

Compartir una lengua es compartir una construcción del mundo, una realidad común, es poder ver matices en el blanco o niveles de alegría distintos. Es una forma de unirnos como pueblo en nuestra dispersión crónica. Y así parecen entenderlo quienes se esfuerzan por mantener una lengua que probablemente no hablarán en la oficina.

En el caso de niños pequeños, ellos responden ante el estímulo que le dan sus padres principalmente. Si no demostramos que nos importa, a ellos no les importará y corren el riesgo de desperdiciar los mejores años para aprender un segundo o tercer idioma sólo por falta de la motivación suficiente.

Es difícil explicar la importancia de conectarse con nuestras raíces a través de una lengua común, pero de seguro que vale la pena intentarlo.