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Investigación de supermercado

Todos los días recibo mails invitándome a comprar el curso de "Aprenda a cuidar su mascota sin asfixiarla"; "Los secretos de la siembra y poda del bonsai" o "Cómo comportarse civilizadamente y no saltar cual fiera en sociedad".
 


Hicieron falta cientos de mails para que se me ocurriera una idea en la que ya estoy trabajando: la confección de un pack que incluye dos DVD y planillas ejecutables de Excel para el "Arte de divisar, supervisar, analizar y clasificar hombres en el supermercado".

No es tan fácil como parece. En principio porque los hombres van poco al supermercado. Antes de que me salte a la yugular alguien que no compró el curso "Cómo comportarse civilizadamente... en sociedad" diré que no van tantos hombres solteros, divorciados o viudos como se ve en las películas norteamericanas. Para ellos, el supermarket, es un lugar de encuentro. ¡Cuántos matrimonios se han construido sobre la base de tirar de una misma bolsa de naranjas y que emerja otro que conforme la "media naranja" que estuvieron buscando desde los cinco añitos y medio!

En la Argentina son más los hombres que acuden en alegre malón familiar al supermercado que los solos. Generalmente enfundados en riguroso "jogging" de múltiples colores, después de la caminata dominguera, para "mantener el estado"... gordo. Un domingo escuché el siguiente grito entre la multitud: ¡¡¡¡Estefy apurate, vos no sabés aprovechar los precios!!! ¡¡¡Estefy corré a la góndola de los fiambres que ya anunciaron la oferta del fiambrín!!!

Imaginemos un supermercado masivo, como lo son todos, razonablemente caro, un día de semana por la tarde. Ahí la cosa cambia.

Reconozcámoslo: la actitud científica no es natural en los humanos. Mucha gente normal tiene una tendencia apasionada a no ver más allá de lo que le muestran, ya sea por dificultades intelectuales, de abstracción o acostumbramiento a mirar primero el precio de los productos que otras cosas. Mal hecho. Al supermercado se va -nunca un domingo, lo siento Melina-, a ver todo lo que éste ofrece. Y entre esas cosas ofrece gente, con aspecto de hombre. Entonces el primer paso es la observación.

Si por ejemplo el observado se detiene en la sección quesos, patés de jabalí, corderos patagónicos y lleva ya en su carrito "toda clase de berries" que son esos frutos raros de color rojo, tiene además, la pinta de George Clooney, olvídalo, es una película. La de Clooney que hacía de padre divorciado con un hijo pequeño. Todo bien. Te confundiste. Nos pasa a todas.

A una le toca, con suerte, un hombre razonablemente correcto, de perfil bajo más que griego.

Si el SRC (sujeto razonablemente correcto) carga en el carrito toda la línea de productos Shimmy o los de la marca de leches chocolatadas con imágenes de Cartoon Network y pañales, lo único que podés hacer es poner primera y desviar tu carrito hacia otra góndola. Y no inmolarte. Después de todo, él no sabe que vos te imaginaste toda una vida juntos. Es más, él no sabe ni siquiera que existís.

Igual continuá tu trayecto. No te olvides de que una investigación de supermercado, requiere la mayor información en el menor tiempo posible.

Podés fingir un malestar súbito del tipo ¡Atención me caigo! Y caerte, siempre y cuando estés muy próxima a él. Este último movimiento, producto de un estudiado diseño, te permitirá obtener mucha información: 1. Sus reflejos, que en el momento del análisis propiamente dicho los incluirás en el ítem ubicación tempo-espacial, para eso sirven las planillas Excel, ya que no querrás cambiar pañales adultos al promediar tu vida útil, ¿no?. 2. Nivel de solidaridad, vale decir, nivel de tolerancia al otro sexo; 3. Nivel de halitosis y recordá no descuidar el objetivo principal que es inspeccionar dentro del carrito. Si usa changuito, a menos que sea un Louis Vuitton legítimo ni te preocupes en desmayarte.

Si llegaras a descubrir entre botellas de champagne, whiskys y otras nobles bebidas esparcidas entre una cantidad suficiente de bandejitas de sushi como para una semana, una insignificante cajita de protectores femeninos, no le ladres. Puede tratarse de un excelente padre de una adolescente que se halla en rehabilitación por abuso de drogas y por eso no puede ir ella a comprarlos. No te desanimes, podés chocarle el carrito y decir: "Ay, perdón, no te ví, ¿te ayudo?" Si en ése momento apareciera, Dios no lo permita, una joven y hermosa mujer con latitas de caviar y las arrojara dentro del mismo carrito, ahí sí, recién en ése momento, encará serena hacia la salida, no sin antes arrasar con todo el té de tilo del lugar.

Sin dudas, ése no ha sido tu día de compras.

Fuente: Diario El Día de La Plata; Revista Domingo - 7.9.09

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