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¡Yo, Argentino!


En Argentina ser canchero, piola, avivado o un buen mentiroso jugando al truco, son virtudes. Mi educación argentina consistió en aprender el refinado arte de conseguir no "caer" en las mentiras que me rodeaban.

  

Volviendo de nuestro viaje vemos que tenemos bastantes regalos. Entre ellos encuentro la colección de Oblogo, una revista literaria argentina que resultó ser tan buena como corta.

La revista tiene bastantes artículos de muy alto nivel, algo que sorprende al venir encuadernados en un formato de panfleto político. Aún no entiendo a quien debo agradecer por el envío, pero lo voy a hacer porque reconozco que me quedé atrapado por el contenido.

Cada artículo es como un túnel (en el sentido digital) directo a un punto concreto de la personalidad argentina. Son excelentes retratos. Me gustó uno sobre un viaje en subte, otro sobre los diferentes estilos de engaños matrimoniales y uno muy gracioso sobre como funciona de mal McDonalds en Argentina, donde le cambiaron el nombre a las pajitas porque sonaba a masturbación.

Entusiasmado le empecé a leer artículos a Nina, pero al hacerlo me di cuenta del abismo cultural que nos separa.

A Nina, siendo europea del norte, alemana, educada en Inglaterra, le cuesta entender muchas cosas del caracter argentino. Las historias en las que personajes se enorgullecen de actos que a ella le parecían egoistas y traicioneros, la ponían de mal humor. Al final, aunque siendo argentino, yo también veía que aquéllo que en Argentina son virtudes en la mayoría de los paises son defectos.

En cierto sentido los europeos del norte son más parecidos a los japoneses (acabamos de estar en Japón) que a los argentinos. Son considerados, honestos, cívicos, responsables de sus actos y listos a disculparse ante el menor agravio.

La sorpresa mayor fue cuando le mostré la foto de el Yo Argentino. Nina no podía creer que en Argentina ser argentino signifique algo tan negativo entre los mismos argentinos. El concepto de que un pueblo tuviera un gesto y una expresión en la que ser argentino significa justamente lo contrario de lo que en Alemania y el norte de Europa es ser una buena persona la confundía.

Al principio creyó que era una tomadura de pelo a los argentinos hecha por algún rival latinoaméricano que quería difamarnos. Yo tuve que explicarle que no éramos víctimas de ningún ataque regional, sino que aunque ser argentino es una actitud que define lo opuesto de la solidaridad eso es justamente, ser argentino.

Según la revista: "Yo, argentino" es un gesto que sirve para excusarse de involucrarse en una cierta situación. El gesto es utilizado como sinónimo de "yo no me meto", o bien con un significado cercano al de "no me hago responsable".

En Argentina ser canchero, piola, avivado o un buen mentiroso jugando al truco, son virtudes. Cuando yo era chico tenía un pariente que traía billetes recién sacados del banco y me decía que los hacían en su casa pero que no le contara a nadie.

Mi educación argentina consistió en aprender el refinado arte de conseguir no "caer" en las mentiras que me rodeaban. Los héroes que nunca habían contado una mentira no pasaron por Las Heras entre Ayacucho y Junín. Y ojo, no es que en Europa del Norte no se miente, pero no se llega a estar orgulloso de "cagar al otro". Es muy difícil explicarle a una persona que viene de una cultura tan diferente que es divertido engañar.

Cuando era chico y mi padre, educado en Harvard, paraba en el paso de cebra para dejar pasar a los peatones, recuerdo que le preguntaba por qué éramos los únicos boludos que hacíamos eso, y le decía que si seguía así un día nos iban a chocar de atrás. Pero luego de vivir 25 años afuera volví de visita y el taxista que me llevaba casi atropella a una señora que cruzaba por el paso de cebra. Cuando le dije que la señora tenía el "derecho" de cruzar me respondió: "¿derecho? dale...¿qué va hacer? ¿le va a ir a llorar al juez en silla de ruedas?" Yo extrañé mucho a mi padre, que ya había fallecido.

Hay otro tema de la Argentina que es complicado compartir con un europeo del norte: el del servicio doméstico. En Europa del Norte no tener mucama no es una cuestión de dinero, sino la satisfacción de valerte por ti mismo. Mi suegro tenía una fábrica cuando Nina era chica, pero ellos no tenían mucama porque en Alemania está mal visto que otro te lave los platos, te sirva la mesa en tu casa, te cocine tu comida y ni hablar de que eduque a tus hijos.

La madre de Nina cocinaba, el padre lavaba y todo esto volviendo de la fábrica donde tenía un centenar de empleados. En Argentina la población está dividida entre los que ensucian y los que limpian, los que tiran la ropa y los que la recogen, los que se visten con una camisa reluciente y los que la planchan. Sí; en Argentina también hay familias que ni limpian la casa al otro ni nadie limpia la suya. Pero siguen siendo minoría.

Mis padres eran profesores. Mi papá de física, mi mamá de inglés. No teníamos plata ni para comprarnos un coche, ni un televisor a color. Pero eso si, teníamos a Rosa que fue como mi segunda madre, y aún la veo cuando voy de visita a la Argentina.

Rosa se ocupaba de la casa. Sin Rosa Las Heras 1975 se venía abajo. Durante el fin de semana los platos se apilaban porque nadia lavaba nada hasta que llegara Rosa. Y esto no es algo que nos avergonzaba. "Dejá que viene la mucama" es algo muy común de decir en Argentina. Y la vajilla sucia se acumulaba.

Así es que con Nina tenemos una especie de shock cultural. Nina en casa se levanta a recoger los platos y el servicio se pone incómodo. Nina me hace ver como raro lo que para mi es normal. Por eso nos sentimos muy bien cuando vamos a nuestra casa en Paris. Ahí no tenemos ayuda, yo hago las compras y cocino, Nina lava los platos y hace la cama.

Pero no vivimos en Paris, vivimos en Madrid, con mucha ayuda. Y yo que siempre pensaba que estaba ayudando a inmigrantes, consiguiéndoles sus papeles o dándoles trabajo; ahora me doy cuenta de algo obvio: que las únicas sociedades justas son las que la gente se hace la mayoría de sus cosas, nadie es la mucama de la mucama, la niñera de la niñera.

En Argentina y en España hay muchas historias tristes de señoras que dejan a sus hijos con sus padres y cuidan de los hijos de otros. Mucha de la liberación femenina se debe a que hay otra mujer bastante menos liberada que está cuidando los hijos de la mujer que trabaja. Muchas Rosas.

Termino con un comentario que podría explicar la increible difusión que existe entre las clases media y alta argentinas en lo que se refiere a la psicología y el psicoanálisis. Así como todo el que puede en Argentina tiene una persona que le limpia y cocina, también tiene otra persona que le limpia y cocina el cerebro.

Cuando hablo con Nina de ese tema, de que la mayoría de la gente que vemos cuando visitamos Argentina va a un psicólogo, es interesante su respuesta. No es que Nina esté en contra de la psicología y el psicoanálisis, pero su reacción y la de muchos de mis amigos nórdicos, es que así como uno tiene que arreglar su cama, también tiene que ocuparse de sus problemas a menos que estos sean realmente graves, en cuyo caso uno va a un hospital donde si te hacen la cama y también te curan.

El resultado es que para ellos ser "inglés", o ser "alemán", o ser "sueco", significa un tipo de orgullo diferente. Los nórdicos se disputan las buenas virtudes. Aspiran a ser responsables, comprometidos con la sociedad, cívicos, cordiales, no quieren ser vivos y hacer "mierda al otro". Pero para nosotros, lamentablemente, ser argentino significa lavarse las manos, pero no los platos; y yo sigo reconociendo que aún soy bastante argentino.

Aclaro que no quiero ofender a nadie, y menos a mis compatriotas. Ser argentino también tiene virtudes como la creatividad, la espontaneidad; quizás en ciertas ocasiones no hacerse cargo de las culpas evita depresiones o suicidios que son mucho más comunes en Europa del Norte. Pero quien sabe, quizás podemos ser más argentinos... siendo menos argentinos.