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Moderna pero no tarada

Hace dos lunes y como modo de comenzar la semana de manera diferente, me permití caminar por el renovado barrio de Palermo -¿Hollywood?, ¿Soho?, ¿Viejo?, no lo sé- por calles de nombres de países centroamericanos.

Zona que Borges conoció de memoria y donde la costurerita dio el mal paso, al decir de Carriego, que era del lugar. Esto último lo infiero, ya que el poeta no dijo en qué calle tropezó; para no pasar. Mucho me temo que no esté arreglada todavía. Barrio donde taitas y malevos se peleaban como emos y floggers, cuando Palermo los dejaba secos y enfermos.

No se trata de describir cual city-tour las peculiaridades del novísimo barrio fashion de la Capital, sino que me dedicaré a entender por qué compramos lo que compramos. Con esto quiero decir que me detendré en los negocios que inundan la zona cuando ya el arroyo Maldonado, que viaja por debajo de la avenida J. B. Justo, hace lo suyo. Se desborda cuando llueve más a menudo que lo deseable.

Estos negocios son en general amplios, de diseños exclusivos, elegantes en un estilo no tradicional y ¡carísimos! Descubrí en billetera propia lo que los expertos en márketing llaman valor agregado.

Quiero decir, ¿por qué, yo, que sólo preparo una cena, si sigo las instrucciones de una caja de sopas y de postre, si leo la parte de atrás de una de flan, compré un block de hojas cansón de pesado gramaje que dice: "Receta para todos los días de la semana"? ¿Para qué, si todos los días como lo mismo? ¡Es el márketing, estúpida!. Te hacen creer que si ordenás las recetas por día, vas a cocinar como Paul Bocuse y sin tener que leer las indicaciones.

Sigo caminando. Necesito las elementales y simples galletas de arroz. No las encuentro. En cambio, la dietética me ofrece productos cien por ciento naturales, sin conservantes, tales como jarabe de Rosa Mosqueta, jengibre, arándanos, menta, todos sabiamente combinados con miel para vivir 112 años, como el Magiclick. En mi época, el jarabe se tomaba para combatir la tos, los arándanos no existían y la miel endulzaba, engordaba pero era saludable. Vos decidías.

¡Cómo quisiera volver a una teoría maniquea, por binaria que sea: esto sí, esto no! No me importa que piensen que soy corta de entendederas: lo soy.
Te ofrecen tantos milagros que desconfías. Juro que vi en Internet el nombre del Profesor Wilson Zanatta explayándose sobre el valor agregado.

¿No se dan cuenta que tanto ruido acopla? ¿Que una es moderna pero no tarada?

Continúo mi recorrido en zona. Otra vendedora me regala una publicidad sobre el "Arte de Condimentar". ¿Qué arte puede haber en poner más sal o menos pimienta? Sí, mezclarlo con chimichurri; pero eso no es un arte. ¡Vamos! Me ofrecen el secreto de mezclar en forma equilibrada y medida, especias y ¿complementos? para dejar una huella invisible en el paladar y en el corazón. Si es invisible ¿para qué la necesito? Yo quiero algo terriblemente picante que me deje una fogata en el estómago. Hay alguien que no está entendiendo bien las cosas. Sucede como con los mapas de un Shopping que dicen: "Usted está acá." ¡Ya sé que estoy acá! ¡Cómo llego allá, es mi pregunta!

¿Qué hay de nuevo, Viejo? Decía el conejo Bugs Bunny que cumplió 68 años. Yo no los tengo pero espero llegar a tenerlos, y cuando eso ocurra quisiera que me mientan di-vi-no, sin que sospeche de nada o que no me mientan en absoluto.

Lo nuevo sería vender chocolinas sueltas, recogerlas en papel de envolver con un trenzado en los bordes y/o anudados con hilo blanco. ¡Y no me vengan a hablar del papel de las normas de bioseguridad!

Puede que hoy esté un poco intoxicada de obsequiería, que viene de obsequio, obsecuencia y porquería. Tengo un motivo. Ese día, entré a un local y ante un pedazo de adoquín, made en el barrio, que oficiaba de pisapapeles pregunté a una empleada: "¿Este es el precio o el año que lo encontraron?".

El dueño de la tienda por mí bautizada "Temataríaperosilohagovoyalacárcel", ahora se llaman así los negocios, me dijo: "¡Ah sí, sí, sí, nosotros vendemos caro!

-Caro pero malo y feo, agregué desde la puerta.

Terminé mi recorrida en un restó-bar-parrilla, donde pedí un chorizo mariposa bien asado, que aún me repite en eco y me dice: el valor a los objetos ponéselo vos, chiquita, el valor a los objetos ponéselos vos, chiquita, el...

Fuente: Diario El Día de La Plata; Revista Domingo; 4.10.09

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