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Experta en barbas

Una incipiente moda recorre la pantalla del televisor: la moda de las barbas. Dos de los tres Valientes, la usan; Julio Bocca adorna su cara con una tipo candado y muchísimos encontraron en la barba de tres días, su manera de ser en el mundo.


De chica, cuando jugaba a "si fuera hombre sería como", imaginaba ser un señor pulcro, bien perfumado y de barba poblada, tipo Freud. Ante la evidencia de que quedaría mujer de por vida, afortunadamente, me dediqué a mirarlas. Me hice experta en barbas. Estudié con atención esa parte de la cara masculina, por regla general, que rodea a la boca y más allá, que suele llenarse de pelos y a la que llegado el momento habrá que dar una forma apropiada.

Entonces, la barba ocupa en la visión retiniana y bifocal humana una porción del cuello, además de las zonas mencionadas. Existen las que hermosas y largas, no condicen con el tamaño del señor que la porta. ¿Qué encontrará esta mirada si el cuello que une la cara al cuerpo es de longitud media, tirando a cortita? Solamente pelos descontrolados que inmediatamente forzarán al mirante a separarlos con palmaditas a diestra y siniestra para cerciorarse de que el sujeto mirado no es un monstruito, sino un señor mal aconsejado por una suegra, que tal vez tenga barba o una esposa a la que ya le crecerá.

Una barba desnutrida, llena de altibajos zigzagueantes, nos habla de alguien que no ha sabido renunciar a los dictados de la moda. En ese caso ¿podrá con nosotras ese desgarbado y cómodo dormilón que prefiere la cama, antes que pasarse diez minutos delante del espejo matutino? Si le huye a la Presto Barba ¿nos servirá un té el día que lo necesitemos? Lo dudo.

Un principio se cumple y nadie lo discute. Es el de "dime con qué barba andas y te diré todo lo demás".

Una barba limpia, sin destellos luminosos color naranja, testimonio del tuco de la comida de la noche anterior, recortada en forma prolija y distinguida nos habla de un señor que la cuida, la protege y la quiere. Es altamente probable que haga lo mismo con las mujeres.

Por el contrario, una barba rala, de dudable espesor e indudable desproporción, nos describe a alguien que no puede ocuparse demasiado de las mujeres. Ya bastante tiene con ese regalo -pobre- que Dios le dio. Además, ¿quién nos asegura que su "ralez" no se extienda a todo su ser, atacando principalmente a su corazón y su bolsillo? Nadie.

Esta "expertise" en barbas, me ha permitido la siguiente reflexión: algunos esconden tras ella su inseguridad, dada por un diminuto maxilar o cutis poco envidiable; otros la pasean como símbolo de su masculinidad. Para unos terceros, constituye una parte de la cara, como la nariz y los ojos, imposible de afeitar.

En la Antigüedad los vikingos, persas, griegos y romanos cultivaban sus barbas como signo de masculinidad y poder, por más que le arrastraran la barba a algún imberbe efebo.

En la contemporaneidad, recién en los tardíos '50 las barbas resucitaron su antiguo esplendor. Hasta ese momento y desde los años locos - los años veinte -, todo lo que amenazara con desprolijidad y desaliño era desechado. A lo sumo se admitían pelos finitos que asomaban bajo la forma de bigote. Era el reinado de los Douglas Fairbanks o los Barrymore y, más tarde, los Gable o los Flynn.

En los '60 las barbas renacen con fuerza y lujuria. La revolución beatlemaniana todo lo cambia. En esos años de apogeo barbado es signo de inquietud política, de libertad, de retorno a la Naturaleza y de arte pop, desconfiándose de un intelectual que no la usara.

Para concluir y no aburrir a aquellos que tienen este diario delante de sus barbas, diré que el Barbero de Sevilla fue reemplazado por el "estilista masculino", que está comenzando a entender de qué va el asunto, mientras le reza al Barba para que esta moda dure unos años más y no se tenga que dedicar solamente a recortar gastos.

Ser una experta en barbas no sirve de mucho. Sólo para detectar y con mucha suerte Barba Azules, que como en el cuento de Perrault intentan, escondiéndose detrás de la mata pilosa, hacer de una la séptima víctima.

Moda aparte, a los galanes de Valientes les queda muy buen.

Fuente: Diario El Día de La Plata; Revista Domingo; 11.10.09
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