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Si no te cuidás vos no te cuida nadie

- Doctor, el medicamento que me dio no me sirvió ¿lo sigo tomando?

- Sí.

- ¿Hasta cuándo?

- Hasta que le sirva.


Cuando se trata de afecciones crónicas pero leves como las que, afortunadamente, padezco, el diagnóstico navega en un mar de interrogantes que lo hace naufragar. Divaga tanto que me pregunto: ¿por qué los médicos no diagnostican lo que les enseñaron en la universidad?, o ¿por qué insisten en diagnosticar lo que no les enseñaron en la universidad?, ¿les enseñan en la universidad? 

Tengo un ejemplo que he sabido conseguir a lo largo de un año de asistencia perfecta al consultorio de varios oftalmólogos.

Se trata de un malestar constante que no respeta sábados, domingos, ni feriados. Unos pinchacitos, como si de alfileres hablara, en los bordes superior e inferior de los párpados en ambos ojos.

- Ojo seco - dijo el especialista en ojo seco.

- Ojo lloroso - dijo el especialista en ojo lloroso.

Con el tercero que visité, arreglamos en ojo húmedo.

Cada uno significó tiempo y dinero; lo que los americanos simplificaron al afirmar que tiempo es dinero.

Antes de visitar a los especialistas recomendados, vi con malos ojos, es decir con los ojos afectados, a un oftalmólogo no recomendado por nadie.

Ni bien entré a la consulta me dijo: - ¡Ojo!

Sí, claro doctor a eso vengo, a que me revise los ojos.

- ¡Ojo! -repitió-, no se acerque, usted tiene ojo alérgico.

- ¿Y cómo lo sabe? le pregunté. - Por la forma de caminar, contestó.- ¡Ah, tiene razón camino como el... ojo alérgico, tiene razón! Me recomendó unas gotas que por supuesto nunca compré, pero guardé la receta. Me daba vergüenza pedirle al farmacéutico "esas gotas para los que caminamos como el... ojo alérgico".

Tras casi un año, hace pocos días, cuando los pinchazos se convirtieron en lanzas envenenadas, recordé la visita a ese médico. Busqué la receta de las gotitas que me faltaba comprar. Estaba vencida. Aún y así salí despedida de mi casa como una saeta y aparecí en la farmacia perteneciente a la cadena más importante de mi barrio, donde si no hay obstáculos para la venta, lo inventan. Te humillan, es verdad, pero están siempre abiertas.

Muy segura de mi caminar alérgico dije al expendedor: -Buenas tardes, necesito esto- y le extendí la receta. -Fíjese, la fecha está vencida- para acortar idas y vueltas, consultas con el supervisor y el supervisor del supervisor. Me dolían los ojos, mucho.

- Vamos a ver, qué podemos hacer.

- ¿Le parece que vamos a ver? Ojalá, dije.

Y el aprendiz de brujo pudo. Al lado del seis colocó un uno, con lo cual mi receta pasó a ser extendida el dieciséis. Lo mismo hizo con el mes, con lo cual mi receta se fabricó el mes once. El año era el correcto.

Buscó las gotitas en la heladera, no estaban. Luego se dirigió hacia un estante y tampoco las encontró. Fue no sé adónde y haciendo ojitos, me las entregó. Esta transacción ya de por sí era un milagro. Con ese antecedente volví a mi casa y me las puse. Después de un año sentí una -leve- mejoría casi inmediata.

Al día siguiente fui a la consulta del oftalmólogo recomendado por todos. Lo saludé con un enérgico: ¡Ojo alérgico! Hombre tonto no es. Me contestó, mirándome a los ojos: ¡Ojo seco! Luego los revisó con un aparato de la clase de las lupas y dijo, acercando y alejándolo: - Vos no sos una paciente normal.

- ¿Cómo?

- Dejame terminar. No sos una paciente normal en la presentación de síntomas.

Con este médico también acordamos, ya que debía pasar su próximo paciente: ahora tengo un ojo seco y el otro alérgico.

Fiel a su ideología "ojo por ojo" dijo: - Seguí poniéndote las gotas, si te hicieron bien, total lo que te ayudó es el conservante más que el remedio. Vení dentro de un mes.

- Voy a venir, no sé si por el ojo, pero tu sala de espera me nutre, le contesté. Vengo acá y se me destraba una compuerta de ideas, se me hace la luz, por más que cada día vea un poco peor. Volví a mi casa pensando que las molestias crónicas pero leves, difusas, de mis ojos no son bien vistas por los facultativos. Van a caer al saco descosido de las alergias en un ojo seco, que es el modo de avisarnos de que no están contentos. ¿Y quién está contento? Esto también pasará, reflexioné, cuando recuerde cuál es el ojo seco y cuál el alérgico y los cure con su correspondiente gotita!

Fuente: Diario El Día de La Plata; Revista Domingo; 22.11.09

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