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El "Ángel rubio" rinde cuentas


Convertido en la encarnación del horror de la última dictadura argentina, Alfredo Astiz deberá responder de los delitos cometidos en la Esma. Se calcula que allí desaparecieron un millar de personas.


"Matar de nuevo". Este es el título del libro con el que el excapitán de corbeta Alfredo Astiz entró desafiante en el Tribunal Oral Federal N° 5 de Buenos Aires.

Convertido en la encarnación del horror de la última dictadura argentina, Astiz debe responder - junto a otros 18 represores - de los delitos cometidos en la Escuela de Mecánica de la Armada (Esma), el campo de concentración que a su vez simboliza las peores atrocidades perpetradas entre 1976 y 1983. Se calcula que en él desaparecieron un millar de personas.

Astiz fue quien se infiltró entre las Madres de Plaza de Mayo, haciéndose pasar por el hermano de un desaparecido, para dar un beso de Judas a su líder, Azucena de Villaflor, y a otras dos de sus fundadoras, Esther Ballestrino y María Ponce. Las tres fueron secuestradas pocas horas después y asesinadas.

También secuestró a las monjas francesas Alice Domon y Leonie Duquet, que fueron arrojadas al mar desde un avión militar, por lo que fue condenado en París en rebeldía.

En la guerra de las Malvinas, en cambio, tras bravatas inútiles, se rindió ante los británicos sin disparar ni un solo tiro.

Un engranaje cruel

Tristemente conocido como el "ángel rubio", Astiz ya había eludido el cerco judicial en 1985, cuando se le procesó por la desaparición de la adolescente sueca Dagmar Hagelin.

Sin embargo, apenas fue un engranaje cruel. "¿Sabe cuántos Astiz hubo en la Armada?. Trescientos", dijo el contraalmirante Horacio Mayorga en 1985.

Junto a él, en el banquillo de los acusados se sientan el capitán Jorge Acosta, temible jefe operativo de los escuadrones; el comisario Ernesto Weber, que enseñó a los marinos a usar la picana eléctrica en nombre de la Policía Federal; el vicealmirante Óscar Montes, excanciller de la dictadura, y oficiales de la Armada.

Los testimonios de los supervivientes de la Esma erizan desde hace tres décadas. La megacausa acumula decenas de casos, entre ellos el de la desaparición de Rodolfo Walsh, uno de los grandes escritores argentinos de la segunda mitad de siglo. Su cadáver fue visto en la Esma pero nunca fue entregado a sus deudos.

Por los tribunales desfilarán muchos de los que padecieron la cárcel clandestina. Sus testimonios ayudaron a probar los delitos por los que se juzga a los represores. Estos pudieron eludir la justicia a partir de 1987 con las leyes de impunidad, anuladas hace tres años.

El que fuera jefe de la Armada, el exalmirante Emilio Massera, es el único a salvo de la ley. Como Augusto Pinochet, decidió hacerse pasar por demente.