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Diciembre es un mes artificial, como el edulcorante


Diciembre es un mes artificial, como el edulcorante, que si bien endulza te deja un gusto amargo en la boca. Lo que te propusiste hacer durante el año y no lo cumpliste, ya no lo harás. 
 


A menos que lo hagas en tiempo de descuento, como el gol del partido de la Selección en Uruguay; pero hay que tener mucha cancha y mucha suerte. Una recomendación: Tanto si lograste o no lo que querías no vayas ni a recordar lo proferido por el Diez. Si no lo perdonó ni la FIFA, menos te van a perdonar a vos; sin ánimo de ofender. Lo digo ya que la gente este último mes del año suele estar susceptible.

Es un mes de cambios. Yendo de lo general a lo particular, en principio deberás sustituir tu vestimenta. Cuando descubrís que la ropa de verano del año anterior te queda chica, que te tira, te molesta, y la terminás arrancando de tu cuerpo como a una enorme araña pollito, significa dos cosas: una horrible -tenés que adelgazar-, la otra cara -tenés que renovar tu guardarropas para no andar como Lady Godiva-. Podés tranquilizarte y pensar que te has ensanchado. Vale, pero de todos modos deberás comprarte ropa nueva y holgada, ya que el champaña, el pan dulce, las almendras con chocolate y el primero, segundo y tercer plato de las Fiestas, no te ayudarán.

Por favor, que no se te ocurra enfermarte entre el 23 de diciembre y el 2 de enero. Sabemos que sólo te recibirán por la guardia y tienen privilegio los que puedan demostrar fehacientemente quemaduras de primer y segundo grado. Lo tuyo fue una leve indisposición. Para eso se debe consultar a una pariente, si es lejana mejor. Una cercana te dirá: -Yo te dije, yo sabía que con todo lo que comiste y la mezcla que hiciste, algo te iba a caer mal, yo te lo dije...

A la par que terminan ciertas obligaciones casi naturales -cursos, clases, escuelas de tus hijos y /o nietos- otras subsisten, por más que hayas decretado que es suficiente, no va más. Dos situaciones antagónicas y por lo tanto indigestas para tu estómago, que ya viene trabajando horas extras.

Lo del balance me lo salteo: seguro que no llegaste a ser una estrella de Hollywood, en tus cuentas persiste el rojo carmesí y la relación que quisiste lograr en diciembre del año pasado, otra vez no se te dio.

No me referiré tampoco a las trilladas "fiestas con la familia". Se sabe que después de la hora y media casi todo el mundo la pasa mal, por más que te hagan sentir que estás en tu casa. ¡¡¡Pero vos querés pasarla como en un hotel cinco estrellas!!

Si tenés mascotas ¿dónde vivirán los quince días de vacaciones que lograste conseguir?, ya que entendés que ellas -las mascotas- también deben descansar de sus dueños, o sea vos.

El taller de "entusiasmo I" coordinado por algún filósofo, que hiciste en invierno, te sirvió sólo para esa estación. Nadie dicta cursos en verano y menos de entusiasmo. Sería una paradoja.

La gente aún susceptible suele desearse ¡Feliz año!, como una frase hecha, vacía de contenido, una cortesía de la vida en sociedad. Me pregunto. ¿Qué pasaría si se te atasca la sonrisa, como un taco alto en la alcantarilla, y te acompaña todo el año? ¿Qué se puede pensar de una persona que en invierno en plena lluvia y granizo o nieve sonría como en diciembre? Sin duda, que es una estúpida.

No todas son malas noticias. La buena es que diciembre es un mes corto, termina alrededor del 20, luego vivimos en una burbuja de lo que sea, que nos deposita en el mes de enero y ahí todo recomienza, tiene un pico en marzo y después de Semana Santa ya ni te acordás de la buena onda que te poseyó en el mes de diciembre. Ese es el momento preciso en que en una especie de religiosidad laica deberías rezar para encontrar el teléfono de quien coordine el taller de "entusiasmo II" y anotarte.

Fuente: Diario El Día de La Plata; Revista Domingo; 13.12.09
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