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Conquistas de verano


Atendiendo a la época del año en que nos hallamos y a la explosión prematura del verano, aunque esta semana ha sido benévola, esta columna se anticipa e intenta explorar lo que se da en llamar las Conquistas de Verano.
 


Los conquistadores europeos en tierras hispánicas eran señores, generalmente, de sólida posición económica, ambiciosos y deseantes de que la Madre Patria ganara cuanto antes la mayor cantidad de tierras para su gobierno. Descendientes de éstos o de las barcas - Lito Nebia dixit - los hay de todas las edades, fe y creencia.

Debido al maltrato climático al que nos somete la ciudad de Buenos Aires y su extenso GBA, esta clase de "conquistadores" suele emigrar, aunque sean unos quince días, a orillas de cualquier formación acuosa donde apostarse para velar armas, tanto en la arena como a los pies de alguna formación montañosa que desemboque en río, laguna o arroyito.

Ya no poseen ese espíritu combativo de conquistadores y cruzados, tampoco esa sólida posición económica y en cuanto a las conquistas, no son en nombre de ninguna madre.

La Patria los reconocerá como a un soldado desconocido, siempre listo, que trató de hacer número para que a la hora del toque de Diana, se apronten algunas otras: Mirta, Zulema, Melina o Jazmín, depende de la edad de las conquistadas.

Este ejército, que sólo realiza sus pruebas de entrenamiento durante los meses de verano, tiene su contrapartida en otro, formado por valkirias listas para cabalgar si la ocasión lo requiere.

Ambos ejércitos toman estos tres meses como un momento de puesta a prueba, pulido de destrezas y habilidades adquiridas durante el año. En realidad, es un curso intensivo donde lo menos que se espera para aprobar, es llenar una pequeña agenda recién estrenada. Es una quincena ideal en virtud de que, al desplazarse el escenario de operaciones, la rutina cambia así como los objetivos a alcanzar.

Aún si se permanece en la ciudad, rige en esta praxis un paradójico estado de relajamiento de usos y costumbres a la par de un "alerta roja" en la tirada de chancleta, en ambos bandos. Por lo general, este estado "ligero de equipaje" puede ser aprovechado por sujetos masculinos comprometidos en firmes lazos anteriores que, en esta oportunidad, no obran como obstáculo ya que se encuentran vacacionando con los niños o soportando los calores, propios de la edad, y no sólo del clima, en otras geografías.

Pero volvamos a las orillas de cualquier formación acuosa. Y ahí están ambos ejércitos, haciendo un reconocimiento de la zona, probando el terreno como avezados baqueanos y evaluando con seguridad y sin tregua los pasos a seguir. Pero fundamentalmente gozando de este juego de niños "boy scout" que les ha sido regalado. Ya que en verdad estos ejércitos se parodian a sí mismos: no estoy muy convencida de que desesperen por lograr una relación estable y duradera.

Sin embargo, cuando de estos entrenamientos surgen "productos" interesantes, pensados más allá de la estrategia de la guerra y más cerca de la lógica del consumo, como dice Zygmunt Bauman en "Amores Líquidos", vínculos logrados, que no se disuelven en un vaso de agua, caramba, ahí funcionó el accidente "seducción y algo más". Cuando dicho accidente, capaz de aniquilar a cualquier ejército, logra doblegar a una de sus partes o a ambas, el coqueteo hará que por una temporada reine el "descanso de la compañía".

Esta relación contractual de cese del fuego, de fragilización de las partes interesadas, es posible gracias a que la historia personal de cada uno de los implicados, esa terrible juzgona, ha sido domada, domesticada y hasta escondida. Por un rato.

Como se sabe, toda punta deshilvanada o mal zurcida de cualquier trozo de historia, amenaza con mostrar la hilacha que nunca es invitada pero siempre aparece.

Hay un momento en que ya no se puede volver a retaguardia, tampoco pulsar "Delete o Suprimir" a menos que se trate de un/a cobarde serial. Y ahí querida amiga y amigo, cuando cesó la excitante vida veraniega, comenzó la ruin cotidianeidad citadina y aún subsiste el asunto, lo mejor es deponer armas, arriar banderas blancas y consentir en que la engañifa del amor, o como quiera usted llamarlo, los embadurne con su melaza.

Pero no se pegotee, por favor.

Cuando el "amor líquido" pasa a ser sólido, asómbrese, alégrese y reflexione. Si ha podido realizar estas tres actividades es porque se ha impuesto el "principio de realidad". Más aún, si el cambio climático acompaña al calentamiento global y usted encuentra las energías renovables significa que el desarrollo es sustentable. Alégrese. Lo bueno dura poco

Fuente: Diario El Día de La Plata; Revista Domingo
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