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Ese espacio de tiempo libre llamado vacaciones

Escribí en el mes de agosto algo así como que "el verano es la estación preferida...por otros. Que con el transcurso del tiempo, el sol, el calor y la vida al aire libre fueron arruinando mi piel, molestando a mis ojos y ya no estoy para jugar pelota-paleta a orillas de ninguna formación acuosa". Lo sigo sosteniendo.
Es la estación en que más se caen los balcones, la del mayor número de accidentes en las rutas y la de las liquidaciones tempranas, de ésas en que te arrancan la piel por una camisa y lo que ahorraste en ropa te lo gastás en médicos, vendas y curitas.

La vuelta de los mosquitos no es algo que deba celebrarse. Es verdad que no a todos atacan por igual. Recibo la picadura que les toca a las personas que se saltean. Una picazón generalizada -prurito inespecífico se llama- desde el pelo hasta los tobillos contribuye a mi color: blanco con rayas coloradas producto de mis rasguños.

Descubrí que pasándome un guante exfoliante -de esos granulados- consigo mayor bienestar que con cualquier antihistamínico de venta libre o con receta cuatriplicada. El único insecto que me interesa es Gregorio Samsa convertido en una criatura no identificable. Jamás dice Kafka, en la Metamorfosis, de qué insecto se trata. La tradición habla de una cucaracha, que por lo menos se esconde y no zumba en los oídos de nadie.

Lo cierto es que a pesar de todo, pero básicamente por el qué dirán, programé unas ¿vacaciones? para continuar sufriendo en otro lugar. Tomaré la segunda quincena de febrero y como el tiempo apremia, ya estoy haciendo la valija con el botiquín de primeros auxilios. Es decir, acopio de medicamentos para la constipación, acidez, fiebre, digestión, quemaduras, vómitos, lastimaduras, picaduras y tránsito lento.

Mujer al fin, no me olvido del cuidado de la piel. Llevo bloqueador solar resistente al agua, de esos que me hacen parecer la Momia; protector para cuando baja el sol, para cuando está en el medio y para cuando desaparece, loción post-solar para realzar el bronceado, gel acelerador, desacelerador y fijador del color.

El combo para la digna conservación de la cara ocupa un lugar importantísimo en mi listado, aunque trato de trasladar lo mínimo indispensable: crema de limpieza, nutritiva, humectante, gel tonificante, el antiarrugas, suero anti-age y una loción "milagrosa" que aún no produjo ningún milagro. Llevo diferentes inductores del sueño ya que cama nueva, sueño difícil.

La ropa que necesito es muy complicada de definir y para simplificar las cosas, meto todo mi placard en el equipaje, accesorios y zapatos incluidos. Nunca se sabe si conoceré a un hombre, aunque no sea el de mis sueños, si me encontraré con una enemiga que viste perfecto, o Paris Hilton y Ricardo Fort me invitarán a una fiesta. Más que hacer valijas hago una mudanza.

Viajar es violento, tanto si vas a la playa como a la montaña o si pasás tus vacaciones en alguna quinta. Se trata de cambiar, en todos los casos, de rutina y fundamentalmente de "aprovechar". Verbo que significa "emplear útilmente una cosa". En el caso que hoy nos ocupa, el tiempo, el aire libre, la lectura. Tomemos como ejemplo el aire libre. ¿Aprovechar qué? Si pagaste a precio dólar venezolano del más caro, las tres baldosas que alquilaste -es decir tres ambientes- no te queda otra que salir a dar un paseo por la playa, las sierras, o el centro de la localidad, respectivamente. Tenés que salir para que no te atrapen esas paredes como en Casa Tomada de Cortázar o la fortaleza en El Desierto de los Tártaros de Dino Buzzati. Es más, tenés la obligación de salir y "aprovechar" el aire libre para continuar viva.

No todos la pasan "estupendo" durante las vacaciones, pero son pocos los que lo confiesan. Admitir que fueron malas, después de haber gastado tus ahorros, que sufriste privaciones, que hiciste cola para ir a comer, para estacionar, que pagaste fortunas por una Coca, es penoso. Sucede lo mismo que en esos programas de televisión donde todos saben que el entrevistado es gay, drogadicto o vividor, o las tres cosas a la vez, pero hacen como si no lo fuera.

Como no puedo ser una mujer elástica -estar allá sin moverme de acá- estoy pensando seriamente en mandar mi equipaje de vacaciones y quedarme en la ciudad.

Creo que no dije que tampoco puedo levantar valijas. Alguien ya las va a alzar por mí cuando vuelvan a casa solitas y yo las reciba sana y salva de las vacaciones.

Fuente: Diario El Día de La Plata; Revista Domingo; 17-1.10
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