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Esos eternos tres kilos de más


...Y Él agregó, mientras comían el postre: ¡qué bueno encontrar una mujer que no esté obsesionada con su gordura! A Ella se le atragantó el tiramisú y ya nada le importó durante unos minutos. Oyó que Él le había dicho "gordita".


Seamos claros: decir, insinuar, sugerirle a una mujer que le sobran unos tres o cuatro kilos, es una afrenta que un hombre de bien, un caballero de pro, jamás haría.

Si bien no constituye un ítem contemplado en los diversos programas de asistencia de Violencia Familiar o Doméstica, debería serlo. Significa dar en el blanco con una flecha envenenada en aquello central para la teoría psicoanalítica, que es el cuerpo y las imágenes que de él nos forjamos.

Para los ojos de una mujer siempre sobran tres kilos de alguna parte, aunque sea de "contorno", como se dice ahora. Son los eternos kilos, reales o imaginarios, pero que terminan siendo reales, contra los que hay que luchar antes de descansar en paz.

No estamos hablando del exceso de peso u obesidad mórbida que requiere una cirugía bariátrica - es el cinturón en el estómago que le pusieron a Maradona para comer menos -, sino de esos pocos kilos que nos acompañan por delante, por atrás o por los costados. Siempre hay una zona de preferencia donde se instalan, los muy grasas.

El señor en cuestión, no sabe que para llegar al tiramisú, tuvimos que tapiarnos la boca, ir tres veces como mínimo al gimnasio durante la semana y caminar en la máquina algo así como hasta Mar del Plata desde Dolores, cada día.

La verdad de la milanesa, con perdón de la palabra, es que esos kilos de gracia que queremos perder y que nunca nos vuelvan a encontrar, siempre nos encuentran. ¿Por qué?

Porque cuando estamos flacas, la enana fascista que casi todas tenemos nos permite repetir la porción. Con lo cual el movimiento de tire y afloje - del pantalón, pollera o lo que sea -, se convierte en un estilo de vida.

Las mujeres de cierta edad no somos flacas ni lindas, sino que estamos flacas y lindas. Es un resultado de esfuerzo, tiempo y dinero, que fácilmente se puede evaporar si no nos cuidamos en las comidas, bebidas y casi en la respiración. En inglés, el verbo "to be" significa ser o estar indistintamente. En español existe la diferencia y en argentino, no hace falta que te cuente, hermana.

No se trata de una falencia constitutiva del psiquismo femenino sino más bien de una falencia auditiva. Cuando el psicoanálisis habla de "imagen especular", nosotras escuchamos "imagen espectacular". Y la imagen espectacular no son las chicas de la publicidad del jabón Dove, que son lindas, jóvenes y graciosas, pero gorditas.

Para quienes la felicidad tiene forma y sabor a torta de chocolate y quisiéramos vivir adentro de un bavarois de frambuesas, la palabra dieta es tristísima. Remite a privaciones, sacrificios y a un montón de renuncias que justamente van en contra del principio del placer, que consiste en comer de todo, en toda ocasión y no engordar. Un sueño imposible.

Me sucedió que durante uno de esos períodos de afloje - léase dieta - lo único que salía de mi boca eran frases alusivas a la comida. Por ejemplo: Merryl Streep se come la película, el horno no está para bollos, le pasé la factura, saqué las papas de horno, pero como no hice la vista gorda y no como vidrio, me avivé.

Durante esos días tristes, mi receta de Gordita Anónima, fue hablar poco, llenarme de palabras propias y escuchar atentamente a los demás. De paso, aprendí un buen sistema para la vida en sociedad. Cuanto menos hablemos, más rápido bajaremos de peso. Estaremos llenas. Total, no hay nada sabroso que podamos alabar. Cuando hayamos bajado lo justo y pasemos al nivel siguiente, que es comer, nos llenaremos la boca de palabras y comida. En forma alternada, para que nos entiendan.

Durante la semana siguiente, me clavé unos chicles sin azúcar, hablé menos y escribí más. ¡Bajé algo así como 300 gramos!

Fuente: Diario El Día de La Plata; Revista Domingo.

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