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A buen piropeador sobran …las palabras


Hay actividades practicadas en espacios abiertos, hay las que se realizan en cerrados espacios oficinescos, en sórdidos tugurios de mal vivir así como las que se desarrollan en agobiantes ámbitos domésticos.


Pero hay una actividad "singular" reconocida y practicada en ese emporio de posibilidades que no siempre es de amargura, lucha, cruel y mucha. El espacio en el que se realiza es la calle, rúa, street o trottoir, depende de donde uno se encuentre. La actividad en cuestión es la del "piropo".

Esta singular tradición, que heredamos de la Madre Patria, también llamado, requiebro, alabanza o galantería, supone un piropeador, que hasta hace poco era un hombre - el locutor - que dirige un mensaje  en forma de poemita o picardía a una mujer en honor a sus encantos. Mis informantes aseguran que también puede dirigirse a personas del mismo sexo.

Tomaremos como ejemplo el tradicional mujer-varón.

Lo paradójico del piropo es que el piropeador no aspira a retener a la dama y, si bien puede haber una connotación erótica, hay al mismo tiempo un "desinterés" profundo. Desinterés que hace del piropo una actividad estética y creativa, cuando alcanza su excelencia.

Si  ella contesta y se establece un diálogo ya deja de ser una alabanza para convertirse en un vulgarmente llamado "levante" o conquista callejera.

Es siempre una "especial" esperanza lo que mueve al piropo: de que esa mujer pueda ser suya, a sabiendas de que no lo será. Una fingida esperanza. Un "como si" que no es falsedad.

No se sorprenda el lector: los humanos muchas veces recitamos lo que aprendemos creyendo que se trata de algo auténtico y absolutamente singular.

Un piropo logrado es aquel que muestra un cierto manejo trasgresor de la lengua a la vez que delata una infracción al código de la decencia. Un simple modismo no basta para hacer un piropo. Es bueno que reine el equivoco. Pero ¡atención! que no alcanza con infringir este código. Es necesario que la mujer, a quien se dirige el mensajito, quiera reír o al menos sonreír. Si ladra, es señal de que no se cabalga en el sentido correcto. Lo que separa la grosería pura de la agudeza más sencilla es la sanción de la persona que la recibe.

Esta claro que de lo que se trata, tangencial, lateral y oblicuamente es siempre "lo sexual". Es precisamente este carácter indirecto, que hace vacilar las significaciones establecidas lo que provoca nuevos sentidos.

Por ejemplo: ¡Qué curvas y yo sin frenos!, cumple con lo anterior. Vale. Tiene lo suyo. Dice todo y sin embargo no molesta ni ofende. Claro que todo depende de ella.

Una clasificación resultante de pesquisas realizadas a paso de mujer por floridas calles peatonales me ha demostrado que las onomatopeyas del tipo ¡Guau! ¡Ay! gozan de buena recepción. Son ambiguas y en su brevedad movilizan aspectos profundos de la enigmática alma femenina. Créanme.

Hay piropos que pueden instalarse en una zona peligrosa, con muchas posibilidades de llegar a la ofensa. Es el caso de las exclamaciones ¡Asesina!¡Gorda! A ninguna mujer le gusta que le digan estas cosas especialmente cuando lo es. El piropeador en cuestión - pobre hombre - parece haber pulsado una cuerda que alguna verdad dice. Y se sabe que las verdades nunca son dañinas, sino simplemente molestas.

Desde luego ninguna dama espera que le digan "sos como un Lirio blanco, Jazmín de Grasse, Tuberosa  en flor que alegra mi corazón". Ninguna mujer piensa merecer tal derroche de fragancias. Lo sancionaría como un anacronismo, una antigüedad. Esta alabanza no hace piropo.

"Te lamería esas dos poderosas razones" es una afirmación que descansa en la desintegración del cuerpo de una mujer, donde lo dicho se dirige a partes del cuerpo, no a su persona. Definitivamente no gustan.

¡Muero por vos! ¡Me tenés muerto! es una  clase de alocución donde la mujer asume el carácter de "matadora" y donde él se ubica en este juego como víctima con la sola presencia de ella. ¿No es acaso encantador que un desconocido, para quien ella es anónima, se atreva a tanta valentía? 

El que dice: ¡Mami! ¡Mamita! no sabe cuán determinado está por su inconciente. Merece un artículo especial.

Por último, debemos recordar que una de las formas de no quedarse mudo es hablar y en ese sentido la recomendación es: No quedarse callados señores, pensar antes de piropear, tener un mazo de ases ganadores en la manga que le asegure una sonrisa de aceptación y un regreso satisfactorio a su hogar.

Fuente: Diario El Día de La Plata; Revista Domingo

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