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Tea party entre mujeres

Muchas veces mis amigos varones, cansados de la política, del fútbol y de ellos mismos, me piden que los invite a una reunión de mujeres. De ésas cuyas temáticas son in-de-fi-ni-bles. Un "tea party" donde se vuela de una rama a otra de distinto árbol.

Definitivamente, no de los que realizan las conservadoras a lo Sarah Palin, sino más del estilo del pájaro carpintero de la publicidad, que no deja tranquila a la chica hasta que se come la tostada.

Mis pobres amigos suponen que esto es posible. Pero me ocupo de decirles que ninguna mujer se sentiría cómoda. Y filmarlas sin su consentimiento, no me parece bien.

Nada es más relajado que tomar un té entre amigas, sin atisbo de presencias masculinas ni entrar la panza; solo hablar.

Las diferencias con los hombres son notables. Mi amigo Carlos me dijo una vez, respecto de dejar un ¿amor? -"Simplemente se renuncia. Así de sencillo. Como a un trabajo. Cuando uno renuncia a un trabajo puede recordar al jefe, pero nunca más se lo ve"... Yo lo miré como a un monstruito de Avatar. -¿Y contar lo sucedido a las amigas?, ¿Y recordar por "éste" a todos los que nos hicieron padecer? Carlos, amigo mío, tanta decisión, a las mujeres, nos asusta. Pero más nos asusta no poder hablar de ello, o de cualquier cosa.

Hoy transcribo momentos salientes, -tanto como me es posible-, de una reunión con amigas y amigas de amigas.

Dijo una: -"Me va mal con los hombres y con el personal doméstico. -¿Y si se va con otra?

-Se va a ir con otra, contestamos a coro las que estamos a salvo de esta minitragedia de la vida cotidiana. Al parecer todas teníamos quien nos ayude en la limpieza de la casa, hasta un nuevo aumento. Como nos seguía mirando, sin entender, contestamos: "Los dos se van a ir con otra". Y para que no quedaran dudas, la más malita levantó dos dedos, formando la V de la victoria.

Otra prácticamente escupió: -"Mi papá me pegaba con la hebilla del cinturón" -¿Y cómo era la hebilla? -Finísima, contestó.

Dijo una tercera: -Una amiga me contó que su amiga se despierta cuando roncan.

-Y claro, los hombres roncan fuerte. No te dejan dormir y te levantás con cinco años más de los que te acostaste.

-No, hace años que duerme sola. Se despierta asustada de sus propios ronquidos.

-Buen momento para buscar un hombre -agregó la dueña de casa- a ver quién ronca más de los dos.

- Todo el tiempo me río de mí, articuló por lo bajo la primera que habló.

- Sos como el Dr. Merengue, agregó la mayorcita, pero en excelente estado.

- Merengue no, que engorda gritó una que parecía estar todo el tiempo en el más allá. ¿No tenés algo dietético? preguntó a la dueña de casa. Inmediatamente hicieron su aparición unos bowlcitos con una pasta marrón llamada cariñosamente "mousse".

-Se nota. - ¿Se nota qué?

- Se nota que es dietético. Es horrible. -Seguimos comiendo eso; era lo único que había.

Cuando la dejaron hablar, alguien preguntó si el "slander shaper que vibra", ése que muestran en la televisión daba resultado. -Si te matás de hambre da resultado- le contestó la malita.

- Me duele el hombre -comentó preocupada la dueña de casa-. La miramos torvamente. -No, digo, el hombro. ¡Ah! Suspiramos aliviadas.

Del proyecto de país, de las damas de blanco y de las futuras 1.600 viviendas que se piensa construir en Jerusalén también hablamos. Pero de eso habla cualquiera.

Hoy me he esmerado en reproducir el hueso del discurrir femenino.

No siempre coincidimos en el tono y la coloratura de la conversación. Cuando eso sucede, lo agradezco. Así como agradezco volver al discurso normal, racional y cotidiano. No se puede estar todo el tiempo volando de una rama a otra de un árbol distinto. Hace mal.

Fuente: Diario El Día de La Plata; Revista Domingo; 4.4.10
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