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Esas fiestas protocolares

Los argentinos nos encontramos entre los más ansiosos y nerviosos del mundo, así lo manifiesta una encuesta aparecida en varios matutinos del país. Lo de "ansiosos" es un trastorno largo de explicar. Habría que definir de qué hablamos cuando lo hacemos de ansiedad.

Diferentes escuelas psicoanalíticas se ponen "nerviosas" al tratar de definir sus alcances. Lo de "nerviosos" lo entendemos todos. Por ejemplo: Pedimos un radio taxi y nos dicen que recién en veinte minutos pasará uno. Sin más cortamos y llamamos a otro para que nos diga que ya hay un taxi esperándonos en la calle. Elegimos éste por más que sepamos que se trata de una mentira.

Volviendo a la encuesta, es sólo eso. Una foto tomada desde lejos y con una mala cámara. Y vaya a saber por quién. De todos modos, le damos cierto crédito.

Esta breve introducción sirve para analizar cuál debería ser el comportamiento a seguir en fiestas protocolares; llámese asunciones de cargos, inauguraciones de obras públicas, homenajes, fiestas de recaudación de fondos para beneficencia y demás etcéteras.

No me refiero a galas familiares, de ésas en que es lícito afirmar: "Hasta que no aparezca el ketchup nadie se mueve. El que se lo llevó que lo deje arriba del bahiúd".

Pongo de ejemplo lo que me sucedió en una de estas fiestas, donde es preciso guardar recato, mucho recato para no engrosar la encuesta antes mencionada.

Escena 4: Interior. Noche. Baño de mujeres.

Sra. Mayor: -Decime ¿y te casaste?

Yo: -Sí, dos veces.

Sra. Mayor: -Pero seguís casada ¿no?

Yo: -No.

Sra. Mayor: -¿Cuántos hijos tuviste?

Yo: -Ninguno.

Sra. Mayor: -¿Y entonces qué hacés?

Yo: -Sufro, señora, sufro todo el día. Desde que me levanto hasta que me acuesto.

Sra. Mayor: -Me gusta la gente que se mantiene ocupada.

Los lugares asignados en la mesa deben ser seleccionados por gente proba, ya que merecen un diseño ajustado a los requerimientos de cada comensal. En una oportunidad, me tocó un asiento frente a otra señora mayor que me saludó con un: -"Yo sé de literatura mucho más que vos". No le contesté: -"Señora, usted tiene muchos años más que yo", y me abstuve de clavarle el tenedor en alguna parte de su cuerpo, si es que a eso se lo podría llamar cuerpo. Tampoco me retiré ofendida, como lo hacen ciertas figuras de la televisión que sin mediar despedida huyen enojadas; solamente dije emulando a James Joyce: "Como no podemos cambiar de mesa, cambiemos de conversación". Nos dedicamos al canelón de verdura que era lo que realmente nos ocupaba en ese momento. ¡Ojalá supiera yo tanto de literatura como ella sabía de canelones!

Según rece la invitación, la ropa puede ser de etiqueta, semietiqueta, elegante sport o cocktail. En todos los casos deberías cuidar de que no se vea el papelito con el precio, por si decidís devolver el vestido una vez usado. Sucede más a menudo de lo que las boutiques desearían.

En general, no es de buen gusto hablar de fuertes adhesiones a política y religión contrarias a las practicadas por el anfitrión, ni de elecciones sexuales, dinero o enfermedades. En nuestro país, referirse al chocolatero mediático y Tinelli, su mentor. Y muchísimo menos, hablar del Capital de Marx o de La Sagrada Familia -  escrito en colaboración con Engels - con extrema locuacidad, ya que cualquiera de la mesa advertirá tu nivel de televisión en sangre, así como tu adscripción política.

¿De qué hablar? ¿De la temperatura, de la humedad relativa ambiente y del 93,7% de probabilidad de lluvia? No me parece. En todo caso, es menos aburrido deslizar una pequeñez sobre Europa. La caída del euro, surgirá inmediatamente. O sea, problemas de Allá. En la siguiente media hora, podrías alabar los centros de mesas, el servicio, los baños, el guardarropa, los manteles - algo bueno debe haber ¿no? - y en lo que resta de la velada, sonreír como una muñeca algo boba, ya que de verdad no escuchás nada. Si sonreír te cansa, podés encargarte de recolectar el dinero de propina para el mozo. Pero por favor, no te lleves el arreglo floral, aunque pienses que quedaría divino en el dressoir. ¿Cómo sabés que no servirá para otra reunión? Está bien que en algunos casos la entrada te haya costado un buen dinero, pero eso no te autoriza a llevártelo de recuerdo.

Si cuando regresás a tu casa notás que estás inquieta, molesta y no podés conciliar el sueño; efectivamente estás nerviosa. Andá a la cocina, preparate un buen sandwich de lo que tengas, apuralo con un vinito, -que entiendo no habrás tomado más que para el brindis- y relajáte hasta la próxima fiesta formal en que no te quede más remedio que asistir: se te entregará el premio a la más nerviosa de todos los asistentes a reuniones de esta naturaleza.

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