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El partido de todos los partidos

El pelo largo de Martín Demichelis y la vincha de plástico de Tévez para que esos pelos no caigan sobre su frente, deberían prohibirse. Mirá si les falla el retén que cada uno usa y perdemos por un pelito... en el ojo. Si jugás al fútbol, tenés que pensar en equipo.

Como millones de argentinos vi por televisión el partido inaugural de Argentina contra Nigeria en Sudáfrica el sábado 12 de junio a las 11 de la mañana.

Tal como lo hace Borges en "El Aleph", nombra treinta y cinco veces consecutivas la palabra "vi"; vi a nuestros jugadores entonar el himno nacional y a unos niños sudafricanos delante de cada uno que no cantaban, vi a Maradona en un elegante traje gris, vi un cartel de una de las tantas hinchadas que decía "Soy villero y tomo vino porque soy argentino", vi esos dientes de Mascherano. Lo que no vi, fue el gol de Heinze a los seis minutos del primer tiempo.

La cosa fue así. Antes de empezar el match, más precisamente a las 10.07, consideré que hacer unas compras en el mercadito era mejor opción que asaltar a mano armada la heladera para llevarme a la boca alguna cosa comestible y no comestible también. O sea, todo lo que encontrara. Y mucho mejor que recordar los versos de Kipling - autor reconocido y citado por Borges - del poema "If", "Si". "Si te encuentras con el Triunfo y la Derrota, y a estos dos impostores los tratas de igual forma...", mejor no juegues al fútbol, ni te dediques al deporte de competencia, concluí. El poeta lo hace de otra manera, claro está. O rememorar, como se lee en el "Eclesiastés, que hay un tiempo para todo y para cada cosa bajo el sol. Tiempo para plantar y recoger, para hablar y para callar. ¡El tiempo se hace largo cuando falta poco para que se inicien los primeros cuarenta y cinco minutos! - Ma finishela con la literatura, me dije. Mejor entretenerte con la búsqueda del Activia, el brillo lustre para pisos plastificados y tres diferentes marcas de té de tilo.

Hice la compra, la deposité en mi cocina, vi por la tele lo antes mencionado y a las 11.03, cuando ya había comenzado la contienda, quise constatar cuál era el palpitar callejero, ya que el mío explotaba.

Para volver a entrar al edificio - no había llevado las llaves, siempre hay un encargado - inventé vergonzosas morisquetas delante del blindex que nos separaba, como para llamar su atención. El tipo seguía mirando la caja boba. Finalmente me abrió y con firmeza desconocida sin dejar de mirar a la tele, dijo:

- ¡Señora, tiro libre y usted toca a la puerta, la voy a dejar abierta!

A los seis minutos de ese primer tiempo los argentinos éramos todos hermanos. Le contesté: -Tiene razón, le prometo que no bajo más. Y nos confundimos en un abrazo, en un gesto de argentinidad al palo, emulando a la Bersuit, banda rockera si las hay.

Luego de ese incidente ya no me moví de la pantalla del televisor, que quedó clavada en el Estadio de Ellis Park. Tampoco dejé de observar en mi propio estilo, las imágenes que se me ofrecían como en bandeja, ya que de reglas y regulaciones de fútbol, no entiendo demasiado. ¿Por qué está hace tantos años Don Julio Grondona dónde está? Lo de Joseph Blatter me resulta más comprensible, ya que por lo menos recuerdo el nombre de João Havelange, su antecesor. En ambos casos el asunto tiene un tufillo controversial, al decir de todos mis amigos. Y yo les creo.

Observaciones parciales 

La cabeza rapada del más inexpresivo de los jugadores, el que en una publicidad del sitio Poker gratuito, aparece bailando con cara ídem, mientras recita "Alguien dice que en la mesa lo mejor es disimular los estados de ánimo", es lo que mejor se ajusta a un partido redondo. Aunque se corre el riesgo de que confundan tu cabeza con la pelota.

En cambio, el pelo largo de Martín Demichelis y la vincha de plástico de Tévez para que esos pelos no caigan sobre su frente, deberían prohibirse. Mirá si les falla el retén que cada uno usa y perdemos por un pelito... en el ojo. Si jugás al fútbol, tenés que pensar en equipo. No vaya a ser cosa de que el arito de uno se enrede con el pelo y el chicle de otro y con el aturdir de las vuvuzelas no puedas gritarle: -Viejo, cortate el pelo, o te corto - los pases - de las pelotas.

En Buenos Aires y en casi todo el país llovía... felicidad.

Fuente: Diario El Día de La Plata; Revista Domingo; 20.6.10
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