Cannot get Tel Aviv location id in module mod_sp_weather. Please also make sure that you have inserted city name.

Alegría de ganadores

ganadores11El presidente de la asociación de bancos extranjeros, Claudio Cesario afirmó: «El equipo económico de Cambiemos se parece al Barça». «The New York Times» escribió: «Incluso para los estándares de la política argentina, la inesperada victoria de Mauricio Macri, el alcalde de Buenos Aires, fue una maravilla que puede activar una era de transformación en el país y en la región». El gurú José Luis Espert declaró: «Lo primero es que le doy la bienvenida a un presidente que parece un hombre común, que se parece a cualquiera de nosotros y no un alucinado. No tener locos sueltos que te dicen cualquier pavada ya es muy importante». El editor de «Clarín Rural», Héctor Huergo, el mayor propagandista de la soja, escribió en el suplemento del 28 de noviembre: «Hay equipo». El diario «El País» de Madrid escribió: «Mauricio Macri ha designado un gabinete liberal».

La lista puede ser interminable y hay razones para que sea así, ya que sus integrantes vienen del establishment económico y financiero. A mero título enunciativo: colaboran con el promisorio jefe de gabinete Marcos Peña, Mario Quintana y Gustavo Lopetegui: el primero dirige el fondo de inversión Pegasus que controla, entre otras empresas, Farmacity, Freddo y Musimundo. El segundo es el Ceo de LAN. El Ministro de Finanzas, Alfonso Prat Gay, fue CEO del JP Morgan y el que le manejaba la fortuna a Amalita Lacroze de Fortabat, encontrándose involucrado en las cuentas no declaradas del HSBC. En energía, Juan José Aranguren, CEO de Shell; como Ministro de Desarrollo Económico Francisco Cabrera del grupo Roberts/HSBC, CEO y fundador en su momento de la AFJP Máxima. En Agricultura, Ricardo Buryaile, vicepresidente segundo de CRA (Confederaciones Rurales Argentinas), que junto a la Sociedad Rural son las dos gremiales patronales más conservadoras. En la Secretaría de Industria, Martín Etchegoyen, un hombre de la UIA.
La canciller Susana Malcorra pasó por IBM y la racionalización de Telecom. En la Secretaría de Hacienda jugará un papel decisivo Luis Caputo, que trabajó en el JP Morgan y fue CEO del Deutsche Bank. Aerolíneas Argentinas quedará bajo la presidencia de Isela Costantini, presidenta de General Motors y de Adefa. Sobre Carlos Melconián, presidente del Banco Nación y Federico Sturzenegger en el Banco Central ya se conoce lo suficiente de sus prontuarios. En la mesa chica, como a lo largo de toda la vida de Mauricio Macri, su amigo, el empresario Nicolás Caputo, tiene una influencia fundamental.

Si el kirchnerismo repatriaba científicos, el macrismo lo hace con algunos CEOS que juntos con los representantes de las corporaciones han alquilado la Casa Rosada con el apoyo mayoritario.

Hay razones para que los ganadores, no de estas elecciones, sino desde el nacimiento del país, estén contentos. Lo expresa Joaquín Morales Solá: «El péndulo social se ha movido dramáticamente. Una época de gestores concretos de los conflictos está sucediendo a un largo período extremadamente ideologizado. El gabinete de Macri es producto de esa concepción. Eligió a los que cree que son los mejores para administrar cada espacio de la administración. Valora el respeto que hay por Alfonso Prat Gay en los centros financieros internacionales».

Carlos Pagni, en su habitual columna de los lunes en «La Nación», reflexionó: «Al seleccionar a estos gerentes generales, Macri se propone infundir en su gobierno los criterios de eficiencia, innovación y marketing que dominan la racionalidad empresarial. Para comprender sus movimientos será más útil consultar en las escuelas de negocios que en las ciencias políticas».
 
Nada imprevisto, absolutamente previsible, pero por su extensión e intensidad abruma.  

Dos modelos enfrentados

Desde su origen, en Argentina hay dos modelos en disputa y ninguno tiene la fortaleza política de imponerse definitivamente sobre el otro. Eso está presente en las divisiones surgidas inmediatamente desde el mismo 25 de mayo de 1810.

Como uno de los tantos testimonios de época están las cartas que Guadalupe Cuenca, la compañera de Moreno, le escribió a su marido que sospechosamente ya había muerto en alta mar en un buque británico cuyo capitán, ante los dolores que lo aquejaban, le dio una dosis de antimonio 26 veces superior a lo tolerado por el cuerpo humano y sin consultar con el hermano del revolucionario jacobino que lo acompañaba. Iba a comprar armas para la revolución amenazada y ese 4 de marzo de 1811 es arrojado al mar envuelto en una bandera inglesa. La noticia de su muerte llegó a Buenos Aires el 14 de octubre de ese año. En una de las conmovedoras cartas que le envíó Guadalupe a su marido ya muerto, el 20 de abril de 1811, dio cuenta de la situación:

«A Azcuénaga lo han desterrado a Mendoza; y a Posadas y a Larrea a San Juan; a Peña a la punta de San Luis; French, Beruti, Donado, el Dr Vieytes y Cardoso a Patagones; hoy te mando el manifiesto para que veas cómo mienten estos infames. Del pobre Castelli hablan incendios, que ha robado, que es borracho, que hace injusticias; no saben cómo incriminarlo. Ya está visto que los que se han sacrificado son los que salen peor que todos; el ejemplo lo tienes en vos mismo y en estos pobres que están padeciendo después que han trabajado tanto. Y así mi querido Moreno, ésta y no más, porque Saavedra y los pícaros como él son los que se aprovechan y no la patria, pues a mi parecer lo que vos y los demás patriotas trabajaron está perdido porque estos no tratan sino de su interés particular».

La falsificación de la historia realizada por Mitre, que escribió la misma desde la visión de los ganadores, llevó a la grosera impostura ideológica de colocar a San Martín y Rivadavia en la misma vereda. El traductor del Dante y comandante de la guerra infame contra el Paraguay, calificó a Rivadavia como «el más grande hombre civil en la tierra de los argentinos» y San Martín resultaba lo mismo en el plano militar, situando a ambos en el mismo campo (hoy diríamos en el mismo modelo), cuando en realidad eran enemigos irreconciliables.

San Martín tenía una visión americana y Rivadavia meramente portuaria. El primero creía en una nación continental que no pudo concretarse precisamente por los intereses que representaba Rivadavia de los comerciantes del puerto de Buenos Aires. San Martín participó en el derrocamiento del Primer Triunvirato, centralista y antipopular, creación de Rivadavia, el cual lo integraba en carácter de secretario.

San Martín desobedeció las órdenes de Rivadavia de hacer intervenir el ejército que preparaba en Mendoza para actuar contra los caudillos provinciales: una forma clara de rechazar la obediencia debida alegada un siglo largo después por los genocidas de la dictadura establishment-militar. El clima adverso de los intereses portuarios le impidió regresar a Buenos Aires cuando su mujer se moría. Una carta que recibió del gobernador de Santa Fe, Estanislao López, le decía: «Sé de una manera positiva por mis agentes en Buenos Aires que a la llegada de V.E. a aquella capital, será mandado a juzgar por el gobierno en un consejo de guerra de oficiales generales por haber desobedecido sus órdenes haciendo la gloriosa campaña de Chile, no invadir Santa Fe y la expedición libertadora del Perú. Para evitar este escándalo inaudito, y en manifestación de mi gratitud y del pueblo que presido, por haberse negado V.E. tan patrióticamente en 1820 a concurrir a derramar sangre de hermanos, con los cuerpos del Ejército de los Andes que se hallaban en la provincia de Cuyo, siento el honor de asegurar a V.E. que a su solo aviso estaré con la provincia en masa a esperar a V.E. en el Desmochado para llevarlo en triunfo hasta la Plaza de la Victoria. Si V.E. no aceptase esto, fácil me será hacerlo conducir con toda seguridad por Entre Ríos hasta Montevideo».

San Martín, en sendas cartas a O’Higgins, del 20 de octubre de 1827, a Guido, del 27 de abril de 1829, y al chileno Polenzuelos, del 22 de agosto de 1842, enjuicia a Rivadavia en la siguiente forma: «Ya habrá sabido usted la renuncia de Rivadavia. Su administración ha sido desastrosa y sólo ha contribuido a dividir los ánimos. Me cercó de espías y mi correspondencia era abierta con grosería. Él me ha hecho una guerra de zapa sin otro objeto que minar mi opinión. Yo he despreciado tanto sus groseras imposturas como su innoble persona. En mayo de 1823, cuando resolví venir a Buenos Aires (desde Mendoza) para dar el último adiós a mi mujer, se apostaron partidas en el camino para prenderme como a un facineroso». Por tal causa, el libertador San Martín sólo pudo viajar en diciembre, cuando ya hacía cuatro meses que había fallecido su esposa, o sea, el 3 de agosto de ese año. «Sería cosa de nunca acabar, si se enumerasen las locuras de aquel visionario - dice San Martín - creyendo improvisar en Buenos Aires la civilización europea con sólo los decretos con que diariamente llenaba lo que se llama archivo oficial».

Las guerras civiles del siglo XIX se desarrollaron teniendo como motivo económico fundamental la nacionalización de la aduana del puerto de Buenos Aires. Cuando las mismas concluyeron con el triunfo de los intereses del puerto en la Batalla de Pavón, en 1861, el modelo agro-importador representado por Mitre, continuador de las políticas de Rivadavia, con sus coroneles asesinos (Paunero, Sandes, Riva, Arredondo, Flores, Irrazabal) - varios de ellos con su nombres identifican calles de Buenos Aires -, exterminó a los caudillos norteños denostados como bárbaros, quienes eran los representantes embrionarios de un proyecto nacional. Se impuso la civilización con olor a bosta complementaria de Inglaterra; y como el Paraguay era el ejemplo de políticas económicas contrarias al librecambismo triunfante, los comerciantes de los puertos de Buenos Aires y Montevideo, en alianza con la corte portuguesa asentada en el Brasil e impulsados por Gran Bretaña, concretaron la infame guerra de la Triple Alianza que exterminó a dos tercios de la población paraguaya a lo largo de cuatro años de heroica resistencia y contra la promesa de Mitre que en tres meses llegarían a Asunción.

El modelo agroimportador había triunfado y esa victoria parecía definitiva. Pero cuando en estas tierras sucedía esto, en el norte del continente, en Estados Unidos comenzaba la Guerra de Secesión que cuatro años después concluyó con el triunfo del norte industrial.

La finalización diferente de estas dos historias explica el desarrollo de Estados Unidos y el subdesarrollo de Argentina.

Pero la historia es una libretista inspirada; cuando el capitalismo sufrió sus crisis, los ganadores del siglo XIX en Argentina, en defensa propia, debieron renegar del librecambismo y adoptar medidas proteccionistas que dieron origen a la industria de sustitución de importaciones y el nacimiento de una nueva clase obrera compuesta por los descendientes de los derrotados del siglo anterior, quienes irrumpieron en un maravilloso día de octubre golpeando las puertas de la historia, las abrieron, e hicieron visible al actor histórico, columna fundamental en el siglo XX del modelo que perdió en Pavón en el XIX.

En una década, el peronismo cambió Argentina y la convirtió en la sociedad más igualitaria de América Latina. El odio de los intereses afectados se ha trasladado a lo largo del tiempo. Fueron necesarios tres golpes sangrientos (1955, 1966 y el más sanguinario de todos, en 1976), para desarticular buena parte de un modelo de notable fortaleza y lozanía. Ya en democracia, un peronismo castrado renegó de su historia y concluyó la destrucción de lo que había dejado inconcluso la dictadura establishment-militar.

Bajo distintas formas volvían los herederos de los ganadores de Pavón, con un modelo de rentabilidad financiera, continuado bajo el gobierno de la Alianza, integrada fundamentalmente por un radicalismo que a lo largo de décadas se fue alejando de su origen popular yrigoyenista, que incorporó a las clases medias sin poder lograr que superen su permanente alienación ideológica a las clases altas.

Cuando las políticas de mercado llevaron a la crisis terminal del 2001, de las jornadas del 19 y 20 de diciembre surgieron los dos hijos de aquel clivaje histórico: el kirchnerismo y el PRO, encarnando los dos modelos que dirimen su primacía a lo largo de nuestra historia.

La suma de votos de Carlos Menem y Ricardo López Murphy, a dos años de la mayor crisis económica de la historia argentina provocada por las ideas que esos dos candidatos propusieron y aplicaron, superó el 41%. Como una más que casualidad aritmética, los votos obtenidos por Menem el 27 de abril del 2003 y Macri en las PASO del 9 de agosto del 2015 ascendieron al 24%.
 
Esos dos modelos estuvieron presentes en el balotaje del 22 de noviembre. Sin conocer el pasado se carece de memoria en el presente. Como decía el más grande analista político de la segunda mitad del siglo XIX, Juan Bautista Alberdi: «Entre el pasado y el presente hay una filiación tan estrecha, que juzgar el pasado no es otra cosa que ocuparse del presente. Si así no fuera, la historia no tendría ni interés ni objeto».

Es esa historia, apasionante y contradictoria, la que permitió que el modelo derrotado en el siglo XIX, que renació con el peronismo, que fue demolido pero luego resucitado en el siglo XXI por el kirchnerismo, luego de 12 intensos años pierda con la alianza de Cambiemos, el acuerdo entre el radicalismo derechizado, el partido más antiguo al cual le estalló la crisis del 2001 cuando integraba una alianza de centro-izquierda, con el partido más nuevo, expresión de una derecha inteligentemente aggiornada.

Méritos del PRO

El partido fundado por Mauricio Macri, cuyo conocimiento generalizado lo consiguió con una gestión exitosa en términos deportivos, se lanza al ruedo político cuando el sistema de partidos políticos tradicionales entra en un profundo estado de descomposición con la consiguiente fragmentación.

Pierde las elecciones de 2003 a jefe de gobierno luego de haber ganado en primera vuelta y perdiendo en el balotaje con Aníbal Ibarra, quien resultó reelegido.

En 2007, por errores tácticos de Néstor Kirchner, que no hace nada por evitar la fragmentación del campo resbaladizo conocido en forma genérica como progresismo (representado por Daniel Filmus y Jorge Telerman quienes van separados), apuntando estratégicamente a consolidar un referente de centro derecha que estimaba un adecuado sparring como Macri, gana el Gobierno de la ciudad de Buenos Aires.  

A lo largo de ocho años, el hijo de Franco realiza una gestión con claroscuros intensos pero que es valorada muy positivamente por la ciudadanía porteña (Policía Metropolitana, metrobús, plazas cuidadas, bicisendas, solución de las inundaciones en sectores tradicionalmente afectadas, entre las más reconocidas) potenciada por una prensa muy favorable que ocultó o minimizó la UCEP (Unidad de Control del Espacio Público), encargada de sacar a marginales del espacio público; el desalojo de inquilinatos; las escuchas telefónicas por la que está procesado en dos instancias; el aumento de la mortalidad infantil en el distrito de mayor renta per cápita (Macri reconoció en el debate que no bajó); el incremento de los subsidios a la enseñanza privada; la precariedad en las prestaciones hospitalarias; una muy escasa construcción de viviendas; una cantidad increíble de vetos (130), incluso a proyectos votados por su bancada. De ahí la humorada que es el Capitán Veto.

A nivel nacional, sus representantes votaron en contra desde el matrimonio igualitario a la fertilización asistida, desde la estatización de las AFJP a la del 51% de las acciones de YPF. Siempre sus oposiciones tuvieron un claro sesgo de interés empresarial, que van desde los laboratorios (se opuso a la fabricación estatal de medicamentos) a la entrega de notebook en estrecha vinculación con empresas de «Clarín» a la que llegó a sancionar una ley de no aplicación de la ley de medios audiovisuales en el territorio de la Capital Federal.

Macri disminuyó 6,4 puntos lo destinado a lo que habitualmente se llama «Servicios Sociales». Además de un decremento en la inversión en educación, bajó 3,7 puntos en el área de salud (del 23,2% del presupuesto destinado en 2007, hoy le dedica 19). Su pata peronista (Ritondo, Santilli) realizó una intensa y meritoria labor territorial en las villas y la zona sur de la Capital.

Inteligentemente, rechazó la presión para ser candidato presidencial en 2011, y después de dudar en buscar alianzas con sectores disidentes del peronismo, concretó su acuerdo con el radicalismo con el apoyo enorme de Elisa Carrió y Ernesto Sanz, orientando la estrategia de cosechar en el campo antiperonista y fuertemente antikirchnerista.

Así como Néstor Kirchner había facilitado con su equivocación táctica su surgimiento, Cristina Fernández con sus errores, de los cuales pueden señalarse varias designaciones, pero fundamentalmente la de Aníbal Fernandez a gobernador de la Provincia de Buenos Aires, junto con los goles en contra en el arco de Daniel Scioli, sumado a los aciertos de campaña de Macri (sus desaciertos fueron celosamente ocultados por la prensa hegemónica), le permitieron concretar un hecho histórico: que un partido de centro derecha llegue por primera vez al gobierno en elecciones impecables, desde que en 1916 se aplicó por primera vez el voto secreto y obligatorio.

Este reposicionamiento de una derecha liberal pero muy pragmática políticamente que atraviesa el continente, es la respuesta que los establishment latinoamericanos han ido consolidando lentamente ante la imposibilidad de concretar golpes militares, para desplazar por elecciones, después de intensos desgastes mediáticos, quince años de gobiernos populares denominados peyorativamente como populistas.

En el mismo sentido, apunta acertadamente el investigador del Conicet, Carlos Acuña: «En medio de la primera victoria electoral de un partido conservador en la historia democrática argentina (un «partido pro-mercado y pro-negocios», Macri dixit en ArgenLeaks), hay dos grandes paradojas cuyo reconocimiento ayuda a pensar futuros posibles para la política en nuestra sociedad. La primera es que el kirchnerismo, colocando sistemática y estratégicamente a Macri como su «sparring» preferido, apuntó por más de una década a construir el escenario electoral del 22 de noviembre, en el que dos grandes bloques de agregación política reordenasen el sistema partidario para, producido el reordenamiento, quedar como una fuerza electoralmente dominante y progresista. La «transversalidad» era, obviamente, una herramienta clave en esta construcción. Sin embargo, y recordando el cuento del escorpión y la rana, se cerró en sí mismo, debilitando importantes lazos con sectores no peronistas así como dentro del propio peronismo.

La paradoja es que el kirchnerismo logró su objetivo de colocar a Macri como su «contra-opción», aunque al subir al ring lo hizo con pies de barro (por diversas razones, que van desde la complicación de condiciones internacionales, medios periodísticos con sistemática y destructiva manipulación pública, limitaciones institucionales al momento de seleccionar candidatos, hasta su propio accionar muchas veces rígido e intolerante; cada uno asignará diversa relevancia a gusto y piacere».

Sin exagerar, si esta tendencia logra consolidarse, el triunfo de Cambiemos el 22 de noviembre es el 17 de octubre de los triunfadores de Pavón.

Y alerta Carlos Acuña: «En este contexto, la consideración de futuros escenarios políticos demanda reconocer la posibilidad de que se dé una segunda paradoja a partir de esta victoria electoral: que Macri - inesperadamente victorioso en el ring en el que en gran medida lo colocó el kirchnerismo como principal contrincante -recupere la lógica de construcción política «transversal» y no sólo apunte para gobernar a la forja de acuerdos o la división de opositores, sino también a la incorporación de aliados y hasta de algunos opositores, en un nuevo «movimiento partidario» que persiga sostenerse en el gobierno no por medio de victorias en segundas vueltas, sino en primeras».

Méritos de Mauricio Macri es haber logrado sortear las presiones del establishment que denomina el círculo rojo al evitar  la alianza con Sergio Massa y de haber jugado una carta importante en la interna a favor de Rodríguez Larreta que lo dejó en el balotaje a pocos puntos de sepultar su carrera política.

Muy lejos parece haber quedado en su discurso, aunque no en sus convicciones, lo que le contestaba a la revista Noticias en 1991, después de ser liberado de su secuestro. A la pregunta: «¿Usted es peronista?» respondió: «No, nunca. Toda mi vida voté por la UCEDE, incluso en la última elección».

En resumen: en sólo 12 años fundó un partido de centro derecha que llega a la presidencia al margen de los dos partidos como el peronismo o el radicalismo que solos o en alianzas siempre se han alternado en el gobierno, con las interrupciones militares. Más allá de la caprilización de Macri, en Argentina resultaba impensable llegar al gobierno en estas circunstancias. Méritos propios, errores ajenos lo han hecho posible, aunque lo concretara por un margen muy estrecho.

El discurso de manual de autoayuda ha resultado exitoso. Argentina entra en una etapa que ha despertado expectativas en muchos sectores medios y populares muy beneficiados por el kirchnerismo.
Son sectores que no creen en lo que sintetizó el periodista Gerardo Fernández: «Los liberales proceden de la siguiente manera; primero te garrotean el bolsillo (ajuste), luego te garrotean la mente para explicarte porqué te garrotearon el bolsillo (el argumento va a ser que acá hubo una fiesta y que alguien la tiene que pagar). Luego te garrotean el corazón, cuando comenzás a darte cuenta que te engañaron. Y por último, cuando estás arruinado y salís a protestar, te garrotean el lomo. En resumen, se podría decir que es la ideología de los cuatro garrotes».

Mención aparte merece la dignidad de Daniel Scioli de reconocer una derrota ajustada, que si se hubiera dado al revés las denuncias de fraude y el escrutinio definitivo hubieran tenido en vilo al país durante varias semanas. Esto está reflejado en una humorada de Pati en Sátira 12, cuando el hijo le pregunta al padre: «Pa, ¿Qué es un balotaje?» A lo que recibe la siguiente contestación: «Es una elección en la que sólo hay dos opciones: ganamos nosotros o denunciamos fraude».

Alegría de ganadores
                                     
En la mitad del país hay una alegría que llega a exageraciones como si se hubiera derrotado a una dictadura. En la otra mitad hay incertidumbre y temor por retroceder en lo mucho que se ha conquistado socialmente.

Las dos Argentinas que desde los orígenes se disputan la supremacía están ahí, para los que quieran verla. Entre ambas hay una fractura que a veces en carne viva, en otra ocultada, está siempre presente.

La otra Argentina, la que perdió luego de vivir una primavera de 12 años, se siente identificada con los llantos que observó Ernesto Sábato en una residencia salteña un septiembre de 1955: «Aquella noche, mientras doctores, hacendados y escritores festejábamos ruidosamente en la sala la caída del tirano, en un rincón de la antecocina vi cómo dos indias que allí trabajaban tenían los ojos empapados de lágrimas. Y aunque en todos aquellos años yo había meditado en la trágica dualidad que escindía al pueblo argentino, en ese momento se me apareció en su forma más conmovedora. Pues ¿qué más nítida caracterización del drama de nuestra patria que aquella doble escena casi ejemplar? Muchos millones de desposeídos y de trabajadores derramaban lágrimas en aquellos instantes, para ellos duros y sombríos. Grandes multitudes de compatriotas humildes estaban simbolizadas en aquellas dos muchachas indígenas que lloraban en una cocina de Salta».

Como afirma el sociólogo Zygmunt Bauman: «La incertidumbre es la única certeza que tenemos».