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Cumpleaños... otra vez sopa


Desde hace muy poco, una vez cada trescientos sesenta y cinco días prefiero quedarme a desayunar, almorzar y cenar debajo de la cama. Es el día que cumplo años. Por si no me doy cuenta de que pronto tendré un año de más, recibo mails que me lo recuerdan.


- ¿Querés invitar a cien personas y no entran en tu casa?

No tengo cien personas a las que les interese festejar mi cumpleaños. Socializo mucho pero en Facebook. Si junto -en la red- a los amigos de amigos de amigos, por ahí llego.

- ¿Querés comenzar tu mejor noche con cena y barra libre?

Pregunto: ¿Cena libre de colesterol e hidratos? ¿Barra de cereal baja en calorías?

- ¿Te gustaría tener tu propia fiesta en un espacio exclusivo?

Mi casa ya es exclusiva: sólo entro y salgo yo.

Aceptaría con gusto una Búsqueda del Tesoro... de la Juventud, aunque sea en karting.

Cuando eras chica tu familia se ocupaba de organizar la mejor tarde del año con magos, películas y los hijos de sus mejores amigos que se acercaban a tu edad o no. No les importaba. El glamour estaba dado por "la Coca-Cola", los sandwichitos de miga y el "cotillón". Hoy, si le hacés algo así de sencillito a tu hijo, te denuncia por malos tratos ante alguna ONG con representación ante la Corte Internacional de La Haya.

Si pensás en una reunión de amigas y amigos en tu casa, hacete a la idea de que tendrás que trabajar por todos los días que no lo hiciste durante el año. Por más que hayas contratado personal idóneo, éste no tiene por qué saber dónde guardas las cucharitas del juego fino.

Siempre hay alguna amiga que te pregunta -"¿No tenés descafeinado? El otro me sube la presión..." Tenés que encontrarlo vos, si es que sospechás que en alguna parte de la alacena todavía queda. Entonces interrumpís la conversación en la que te encontrabas a medias, ya que cada ruido proveniente de la cocina te rompe un pedacito del tímpano y del corazón. Los demás y por suerte nunca oyen nada. Es un atributo del anfitrión escuchar cómo se rompen las copas propias.

Entrás a la cocina que parece el ejército norteamericano en retirada de Irak. El personal contratado también se quiere ir. Te tirás al piso y le suplicás a alguien de los allí presentes, que baje a comprar el café que nunca encontraste. Para que todo fluya, debiste haberle dado al personal temporario una clase magistral acerca del "correcto lugar para almacenar los alimentos y enseres del hogar". Pero si durante cuarenta años no lo supiste, ¿cómo ibas a hacerlo?

El tema de los invitados merece un capítulo en el grueso Manual de Etiqueta. En esta ocasión no será necesario. Es muy fácil: los que llegan temprano tienen más chances de sentarse. El resto ¡mirá que se les avisó!, si están parados, es porque lo quisieron.

Amigos "varones" entran siempre en la lista de invitados. Amigas, es otro capítulo extenso del mismo manual. En este ítem hay que obrar con lógica coherente. Por ejemplo, dos amigas que todavía no se hayan peleado entre sí y te caigan bien, entran en la "short list" o pre-selección. Luego podés invitar a las que se distanciaron por un pequeño malentendido llamado "marido". No es el momento de juzgar a nadie. Es el momento de invitar. Ambas ya encontraron nuevos cónyuges. Califican. Amigos/as que ya salieron del clóset también. Los que no salieron aún, nunca quieren venir.

Si no pretendés causar un incendio en el edificio, lo mejor será no rememorar épocas lejanas, donde a cada año le correspondía una velita. Hay un día para las fogatas y no es el de tu cumpleaños.

En el momento de pensar tres deseos ante esa antorcha siempre pido lo mismo, además de volver a tener diez años y medio y que se vayan los invitados de una vez.

Si decidís comer en un restaurante, cerciorate de que los mozos no aparezcan en malón con una velita enterrada en un merengue con crema y se pongan a cantar el Happy Birthday. Es una de las pocas cosas patéticas que no me han sucedido.

Por eso este año y como prueba piloto, festejaré mi cumpleaños con todos los que me encuentren en el chat de Facebook, en el teléfono fijo, por skype o en el celular. Por ahí se me cumple, al menos, un deseo de los tres que siempre pido.

Fuente: Diario El Día de La Plata; Revista Domingo; 12.9.10
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