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Comenzás por reír y te duelen las lumbares

Llega un momento en la vida en que sólo toser o reír fuerte - de que tu ex se acompaña con una de veinte, por ejemplo - pueden causar un desagarro o dolencias serias a tu columna. Basta recordar la última vez que cenaron juntos para que te preguntes por la chica: "Ojalá sea gauchita y se haya acostumbrado a él".

Si te encontraras pensando en esto y estornudaras -dicen que es un gesto de aprobación- sumado a la risa y a la tos, es muy probable que horas más tarde, tus discos lumbares estallen en un dolor que ¡mamá tuya! Discos, que ya presentan un leve abombamiento de sus anillos fibrosos.

Después de cotejar las cinco recetas extendidas por diferentes traumatólogos, decidís empeñar veinte horas de tu vida: vas a comenzar con las sesiones de kinesio, crío, magneto y maso terapias.

Los sistemas prepagos de salud en nuestro país se hallan a la vanguardia de los más modernos del mundo. En lo que a extensión de recetas y validez de las mismas se refiere, no. Si el traumatólogo olvidó escribir que, además de las lumbares, tus cervicales están un poco gastaditas y necesitan un service, el prestador ni te las mira. No te regala nada, sólo te presta, contra entrega de la orden debidamente autorizada, rubricada y autentificada ante escribano público.

Perdés dos semanas hasta encontrar al médico olvidadizo y correrlo con una birome en mano. La receta la pone él. Vos, te esguinzaste un tobillo. Olvidate del baile del caño.

Llega, por fin, el día de inicio de las sesiones.

- Pasá por acá, ya vengo... indica un joven ¿kinesiólogo?; ¿maestro mayor de obras especializado en cielorrasos y columnas?; ¿historiador experto en época helénica y columnas dóricas-jónicas-corintias? Quién sabe... Te hace esperar en uno de los tantos cubículos, llamados generosamente cabinas, cerradas con cortinitas de tela que permiten escuchar. -¡Bajate el pantalón! -¿te duele?; ¿te gusta?; ¡ponete de espaldas!

Pienso: ¿Me habré equivocado?

Minutos más tarde el maestro mayor de obras me indica: -Pasá y desvestite.

-¿Es necesario? Me mira y no contesta.

-Dejame ver; ¿vos sos la del bloqueo, no?

-¿Qué bloqueo, el de Cuba?

Pensé que quería hablar de Fidel, que justo estas últimas semanas volvió a calentar su garganta. -Ahora vengo, si tenés frío ponete la frazada.

-Se me traspapelaron las órdenes. Vos sos a la que hay que arreglar la L4 y L5. Ponete boca arriba. Y me coloca algo redondo debajo de las "eles" estropeaditas, que llama "onda corta". -¿Lo sentís? Cero onda -contesto, pero ya no está-. Cuando regresa, le pregunto: "-Decime, entre nosotros, ¿cuándo comienza a funcionar la onda?

-Ya terminó. Ahora te coloco el aparato de magneto local.

-¿Magnetto? Equivocándome de nuevo, al pensar que el hombre está interesado en política, esta vez local.

-¿Te apago la luz? Podés escuchar música en tu MP3. Para él, todo funciona con letras y números.

Me dispongo a hacerlo. En estos lugares no se escucha lo que uno quiere, sino lo que se puede. Tanta aparatología en acción hace que las interferencias produzcan un mensaje extraño. Sintonizo... única audición de defensa del consumidor de... drogas. -Únete a Dios, el sábado a las 22 en la Bailanta, un programa de cuarteto y cumbia. -Hola, me llamo Carlos, estoy en mi trabajo, por eso hablo en voz baja. -¿Y de apellido? -Giménez. -¡Muy bien, te felicito! Te ganaste dos entradas para el sábado a las 22 en la bailanta... del pastor Giménez, que siempre está con vos. -Con temperatura ascendente.

Vuelve el ¿kinesiólogo? y me pregunta. -¿Mejor, no?

-No.

-Me olvidé de decirte que las radios aquí no funcionan bien.

-Tarde.

-Debés haber hecho un mal movimiento.

-¿Uno? Si sólo me reí.

-Reíte menos, entonces.

Fuente: Diario El Día de La Plata; Revista Domingo; 19.9.10
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