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Viajar, rezar y volver

No todo es Internet, Facebook y la vida bella. A veces, hay que viajar. Aunque más no sea por el "qué dirán" y por los que murmuran en voz alta: ¿Qué hace con la plata que gana?

Para responder a esta inquietud -ajena- decidí trabajar de turista durante quince días: una semana en el norte argentino y otra semana para deshacer la valija y guardar cada cosa en su lugar. Hice todo lo que se debía. Respeté el folklórico atraso de la salida de avión, la firma del consabido reclamo por la demora con un voto "no positivo" para la compañía aerotransportadora y me dediqué a la actividad propia de este enigmático medio: rezar. No iré a decir que el avión es santo de mi devoción. Sólo es rápido, incómodo y un lugar que te obliga a orar en varios idiomas; a arrepentirte de los actos poco nobles que has cometido y prometer -si pasás la tormenta- llevar una vida recoleta y plena de buenas intenciones. ¡Amén!

Conozco mejores formas de estar al lado de alguien y oír su respiración.

Prácticamente no se conocen en los anales de la compra-venta de pasajes y excursiones casos de total ejecución y cumplimiento con lo prometido. Son inconvenientes que a modo de impuestos debés pagar por querer salir de tu casa. Siempre falta, sobra o no se imprimió una letra de tu apellido, un traslado no registrado o la valijita que siguió solita viaje a Shangai, vía Laos.

-¿Cómo que no hay habitación? -Habitaciones hay, pero no para usted. Debe haber habido un problemita con la reserva. "Aicito" le preparamos un placard donde dejar las valijas.

-Y de paso dormir parada.

-Si quiere. Estamos para satisfacer al pasajero.

-Escucho: -¿Has visto, qué raros son estos porteños?, les gusta dormir en armarios.

Un vez que despegaste.com de tu casa, lo mejor es parecer sensata, aunque la procesión vaya por dentro. En Salta, por fuera también, en especial si es sábado y María Livia Galliano de Obeid da cita en un cerro a miles de personas para su "imposición de manos". Sólo me detendré a tratar de entender la lógica de las excursiones pagas con anticipación, cuyas confirmaciones llenaron mis cuatro direcciones de mails durante tres días. La de María Livia, tal como se la conoce, no es excursión paga, sino un acto de fe.

Adivinanza: ¿Por qué nadie te avisa que el horario de recolección de turistas en las combis comienza a las 7 de la mañana y termina a las 20 aproximadamente? Porque nadie los contrataría. Quinientos kilómetros por día es un número que no todos estaríamos dispuestos a recorrer, pero como recordás el precio -en negrita y subrayado- que ya pagaste te hacés amiga del despertar matutino a las 5.30 de la mañana. Te acostumbrás, siempre y cuando te acuestes antes del horario de protección al menor de la tele. Tu ritmo circadiano sufre además, otras oscilaciones. Y si no preguntale al 98% de las mujeres que se lo pasan comiendo granos, semillitas, fibras, frutas y Activia en el desayuno. Los hombres suelen ser más respetuosos de su ritmo fisiológico. Los guías son definitivamente gente rara. Les pagan por pasear y ser simpáticos cuando en el medio de la precordillera alguna mujer de las que ingieren lo antes dicho grita el eufemismo: -¡Necesito urgente una parada técnica, no doy más!- El guía que nos tocó en esa ocasión, era además expeditivo. Tomó el micrófono y con voz ronca dijo: -Paramos un ratito, baja la señora hacia la derecha. El resto, gire hacia la izquierda su cabeza y podrá disfrutar de la formidable vista panorámica del Valle Encantado de pequeñas viviendas con cultivos de maíz y frutales y para no aburrirlos bla, bla, bla. Ya nos aburrió, pensé, pero salvamos a la compañera de perjudicar al grupo de esa irreprimible catástrofe.

Si yo fuera guía turística apelaría a lo que Gilles Lipovetsky expresa en "La era del vacío" y más precisamente en el capítulo `La sociedad humorística`, donde resumido a la carta, dice que "el fenómeno humorístico en la postmodernidad, se incorpora a todas las esferas de la vida social, mal que nos pese". Recitaría con música de fondo de Los Nocheros, que son los Gardel de la Puna, algo así como: "Pará un Cachi y Cafayate la boca. El NOA, ya lo tenés. Ahora, arriesgate y Salta, Salta, Salta como una pequeña llama, pero tené cuidado con la Quebrada de tu Humaespalda. Si te sentís mal podés mascar hoja de coca común o light, está permitido según la Ley Nº... y si no te reponés, tomate el Tren a las Nubes que seguro, después de dieciséis horas, te dormís como un palo borracho. Y ya.

Pero como soy una turista clase turística, debo escuchar que estamos a 4.170 metros sobre el nivel del mar, que los cardones crecen un centímetro o dos a partir de los 60 años, que el plegamiento ¿del Mesozoico o del Cenozoico? produjo algo que ¡ya no me acuerdo!. Y como tengo diagnóstico de "obsesión por recordar todo", como Funes el memorioso, le sugerí al guía: -¿Y si hacemos una hora de silencio para honrar a este majestuoso gesto de la naturaleza, como se merece, calladitos? -Por mí sí, preguntá a los otros. Los otros dormían.

Volveré a Salta no sólo por el qué dirán, sino porque además, es bellísima. Continuará.

Fuente: Diario El Día de La Plata; Revista Domingo; 31.10.10