Voy a escribir sobre religión; no sobre música, ni espectáculos. Ni siquiera sobre cultura; menos sobre nostalgia. Vengo de presenciar, de participar de un acto religioso. Tal vez el más importante al que haya concurrido. Un acto de fe.

Todos los que fuimos y los que lo hicieron, saben a qué. No esperaban sorpresas.

Fueron pacientes y aguardaron una larga espera entre miles, decenas de miles, sin temor y con sonrisas.

Algo nos unifica dentro de tan amplio rango de edades. Dos generaciones por lo menos. Nos une algo más que el rock&roll, una ciudad o una identidad.



Yo fuí con mis hijos. Un privilegio. No me imagino que hubiera podido concurrir con mis padres, y mis hijos ya no podrán concurrir con sus futuros hijos.

¡Es un día único!

Tres horas de disfrutar, de sentir, de pensar, de gritar, de bailar, de recordar, de amores, de amigos. Tres horas de himnos, de esas que todos sabemos, na..na-nana-na-na, nana-na-na, Hey Jude.



No se cual es el límite de la felicidad, pero debe estar cerca de esta noche, que, además, nos regaló el anochecer, apenas nubes, y algunas estrellas.

Tal vez el cielo de Buenos Aires, despúes de una rápida tormenta de primavera, sea el mejor de los cielos. Tal vez solamente la conjunción, la comunión de todo esto, sea lo que hay que buscar en la vida.

Blackbird singing in the dead of night, take these broken wings and learn to fly.

Y mientras, Paul continúa susurrando sus palabras sabias, whisper words of wisdom.

Let it be.

Fotos: Gentileza Alan Neumarkt para Argentina.co.il