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El Punto de Vista

Sé que hay en literatura teorías fuertes respecto del punto de vista. En especial la de Henry James que inaugura, precisamente con el texto que lleva el mismo nombre de este artículo, un nuevo concepto de narrador, entre otras cosas. Lo sé y adscribo.

En la vida diaria, sin embargo, este concepto puede ser reducido a uno más banal pero tan cierto como el anterior: "El punto de vista depende del asiento que te toque en el evento al que concurrís".

Digámoslo de una vez, si no escuchás, ni ves bien, tu pensamiento huye hacia los costados, se lateraliza y comenzás a tejer tu propia trama. Esto se debe a que la "atención" de uno es maleabilísima.

Por ejemplo, cuando fui a ver a Paul Mc Cartney en su primera presentación en la Argentina pregunté mirando hacia el escenario -¿Cuál es Paul? Cuando me prestaron un poderoso largavista volví a preguntar. Alguien respondió: -¿Cómo, no lo ves? Es el que se mueve. ¡Lo amo!

-¡Ah, yo también amo a esa cosa que se mueve! exclamé.

Si en un restaurante te sientan muy cerca del baño de mujeres y además de saborear la comida, podés ver cómo las chicas se acomodan esas calzas apretadas que se usan ahora, tu apreciación de lo degustado estará fuertemente teñida de esa achura tan cara a los argentinos llamada "chorizo", por más que comas parrillada de vegetales. Te asaltarán unas terribles ganas de dirigirte hacia el toilette y decirle a la portadora de la última moda pensada para mujeres esbeltas: -¡Sacate eso, dejá que esas carnes se expresen con libertad y hacé dieta el próximo año y medio! Y ganas de cerrar la puerta, también. De la delicadeza y el perfume de la porción servida, no podrás decir prácticamente nada. Después armale un petit revuelo al responsable de tal ubicación y prometé firmemente, ante la escucha de otros comensales, no volver al lugar. Surtirá efecto.

Si te tocara -por arbitrariedad o por propia ignorancia en la elección- el asiento del medio en clase turística en un vuelo, tu punto de vista respecto del servicio de abordo, estará altamente sesgado por la cantidad de veces que tu compañero que ocupa el asiento de la ventanilla tuvo necesidad de ir al baño y/o de estirar sus piernas.

Con esto digo que el "punto de vista" se encuentra atravesado por la variable "necesidad" y muy mucho por el "azar".

Fui al teatro Colón a escuchar a la Filarmónica de Buenos Aires. Inmejorable programa: Bach, Bártok, de Falla y otros.

Me tocó la segunda fila comenzando de atrás. Me entregué a la visión panorámica y a la escucha debilitada de lo que podía, debido a mi falta de oído absoluto. Esta falta de talento para el oído mencionado hizo que le preguntara a mi acompañante: -¿Qué es lo que tocan? Como respuesta escuché y repetí: "A Samuel le falla".

Ante su negativa gestual nos entregamos a un rápido "dígalo con mímica". La última palabra -falla- era correcta. Gracias a mis pequeños saberes sobre las cosas, y valiéndome del método hipotético deductivo, inferí que se trataba de Manuel de Falla. Prácticamente no escuché esa parte del programa y me cansé tanto como los que levantan bolsas en el puerto. Apuesto que más aún.

Como es de rigor en el intervalo, un conocido me preguntó si me había gustado -Muchísimo- mentí. Me abstuve de decir: -¡Qué bien le toma el color azabache al director de la orquesta! ¡Casi como a Lilita el platinado! -ya que fue lo único que registré.

Hace poco asistí a una ceremonia de casamiento en un Registro Civil, de gente joven, se entiende. Me senté en la segunda fila; una vista y escucha privilegiada. La nueva modalidad de matrimonio civil es más "soft" que la que conocí en carne propia.

Los testigos -jóvenes- además de estampar la firma ahora prestan testimonio.

Una joven dijo: - Estoy segura de que se van a llevar muy bien. Son tal para cual. Los dos tienen un carácter podrido. Otra leyó un texto corto que decía así: -"Ojalá tenga yo la suerte que tuviste vos, amiga, de encontrar una persona como Fernando" - el contrayente. -"Si vos la tuviste, yo no pierdo las esperanzas".

El punto de vista de esta muchacha estaba dado, según su propio testimonio, por la "injusticia que reina en este mundo". Su amiga consiguió lo que ella estaba buscando y se merece, porque es buena y tiene buen carácter. Como si dijera: -Yo también tengo derecho al amor y a la libreta de casamiento.

Mi punto de vista fue pensar: ¡Qué alivio estar sentada!, sacarme un zapato y ¡no preocuparme por el tema! De haber permanecido parada y atrás, estas últimas chicas me hubiesen parecido un tanto frustraditas.

Por eso repito: El punto de vista depende del lugar en que te sientes. Ahora mismo estoy sentada leyendo cómodamente "Otra vuelta de tuerca" y "Las alas de la paloma" de Henry James.

Fuente: Diario El Día de La Plata; Revista Domingo; 28.11.10
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