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Verano - La estación preferida por otros...

Ya llegó, está aquí, lo noto en mi piel que comenzó a clamar por otros aires. La temporada -verano, calor, molestia- 2011 avanza con pasión ígnea, por más que el calendario aún no anuncie el 21 de diciembre.

Definitivamente no es lo mío, a mí me va más eso del frío polar antes que el clima tropical, ese que ofende a las criaturas que vivimos en estas tierras pampeanas el último mes del año y los dos primeros del siguiente.

Por más simplista y reduccionista que parezca, creo que la gente se divide entre aquellos que prefieren la pata y los que braman por la pechuga del pollo. Del mismo modo, están los que florecen, si al lamparón mojado debajo de la axila se lo puede llamar florecer en lugar de transpirar, en verano y los que lo hacen en invierno.

Es verdad que se trata de una clasificación simple, pero trae aparejadas además del calor, un sinfín de actitudes y concepciones del mundo disímiles. No es mi intención reavivar la polémica del Facundo o Civilización y Barbarie. Quien esto lea, sabrá qué clima le corresponde a cada una.

¿Por qué creen, acaso, que los escritores del boom literario de los ´60 -realismo mágico- se dieron una vueltita por París?

Por el clima frío; para atemperar su sintaxis, que fluía desbordada como la vegetación de la selva. El frío hace recapacitar. Antes de estirar la mano para trasladar al papel una frase, una coma o dos puntos, lo pensás mucho.

¿Cómo vas a tomar una Coca Cola caliente? La Coca ha de ser fría, de otro modo no será, o que se la tome otro.

Postales de playa 

No entiendo a las personas a quienes les gusta el calor y su hermana siamesa -la playa-. Gente que tira botellas de plástico al mar o las entierra bajo la arena. Si precisamente la inteligencia humana reside en la capacidad de transformar la naturaleza, no en hacer uso irresponsable de ella. ¿Deberíamos continuar llamando gente a estos playeros contaminantes? Eso es más bien, aprovecharse.

La gente cree que "aprovechar" -palabra utilitarista por excelencia y por eso mismo mezquina- la playa, consiste en sentarse en círculo alrededor de unos bizcochitos de grasa y facturas, pasarse el mate, esquivar pelotazos o gritar: -¡Jonathan, mirá cómo te pusiste, parecés un camarón. Mañana te quedás todo el día en el departamento! Y alcanzame el aerosol ése, el que está en el fondo del bolso, así te lo paso por la espalda.

Tampoco tiene, esta misma gente, obligación de conocer las resoluciones del Protocolo de Kyoto, que intenta cumplir con la reducción de gases que causan el calentamiento global, ni saber que hasta el más caro de los protectores -pre, médium y post- solares, sin conservantes pero en riguroso aerosol, representa un veneno para el ambiente. ¿O sí?

En invierno las cosas son más claras, por paradójico que parezca. Te abrigás, te ponés a leer y listo. En verano tenés que preparar una instalación, de esas que hacía Marta Minujín en los '60. Prendés el aire acondicionado hasta encontrar la temperatura óptima, ubicás en el lugar correcto el matamosquitos de tableta, te rociás el cuerpo con el repelente para insectos, te pasás perfume para borrar tanto olor a pesticida y esperás. Algún bichito va a aparecer. Después de matarlo con la zapatilla, si tenés fuerzas y le ganás al invertebrado, recién en ese momento, te ponés a leer. De verdad no creo, en teoría, en el concepto de "generación espontánea". Sé que hoy se encuentra superado en la comunidad científica. Pero en la práctica me pregunto ¿dónde estuvieron estos bichitos todo el año, si aparecieron todos de golpe?

Las estaciones 

Por eso cada vez que escucho la palabra "estación" pienso en lo Miserere que lo paso en verano y me Juramento que me Retiro a Uruguay, donde el clima suele ser más benigno. O pienso en ir a la Facultad de Medicina para que un Pasteur me saque la Loria idea de la "generación espontánea".

Cuando pienso en las estaciones de "metró" de París ni loca me detengo en Champs Elysées, campos que tendrán el chic francés pero también tienen bichitos que pican y molestan. Lo mío es la estación Les Invalides, que nació para cobijar a los veteranos de guerra inválidos. De alguna manera, y salvando la enorme distancia con París, me siento en verano, como un soldado combatiendo a los insectos y a la inmensa claridad que oscurece mis ideas.

Si fuera por mí, Vivaldi podría haberse ahorrado la estación que no quiero ni nombrar. Mirá si aparecen los bichitos y yo no tengo puesto mi traje carpa de tul. No, yo ni siquiera la nombro sin protección.

Eso sí, lo bueno de estos meses es que vivo alerta, despierta, no duermo nunca. Y por si no me doy cuenta, recrudece mi alergia que me musita: - No estás sola.

Ya que siempre pierdo en verano y se sabe que luego de tres prendas uno se va a Berlín, decidí ganar la apuesta. Este año me iré a Berlín mientras otros juegan pelota- paleta en la playa.

Fuente: Diario El Día de La Plata; Revista Domingo; 19.12.10
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