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Variaciones sobre un mismo tema

En verano, que es la estación que más detesto, me ocurre eso de buscar como Holden Caulfield - el protagonista de la novela rebautizada "El guardián entre el centeno" de J. Salinger -, traducciones y frases que admiten variaciones sobre el mismo tema.

Y ya que estamos, en nuestra habla "argentina" ¿Qué es centeno? ¿El masculino de centena? ¿No era mejor continuar llamando a la novela "El cazador oculto" - en inglés, "The Catcher in the Rye" - como se la conoció durante años?

Además, este último título es más conducente, certero y va hacia el hueso del texto como una saeta. Y no me contesten que "rye" es centeno en español, porque les retrucaré que la acepción más conocida de "catcher" es el especial guardián que corre en el béisbol para atrapar a la pelota. En la Argentina sabemos de fútbol, pero de béisbol, poco tirando a nada.

Es una traducción "literal" que de verdad no califica. Más que traducción es una traición, aunque, aunque según dicen, toda traducción es una traición. En este caso fallida, además de obligarnos a los que ya tenemos el disco duro algo gastado a esforzarlo aún más, cuando nos la nombran por la versión más reciente.

Ejemplo: Un alumno me pregunta: - Profesora, ¿es verdad que al que mató a John Lennon le encontraron entre sus cosas El guardián entre el centeno? Todavía puedo hacer dos cosas a la vez: buscar en mis archivos mentales y pensar sin responderle al alumno: Si hubiese habido un guardián, a lo mejor no lo mataba.

- Sí, le contesto.

- Joya, dice él.

El "Joya" se me clava en la ingle vista de frente y en el glúteo mirada desde atrás. Acto seguido decido contarles a estos pequeños ignorantes, brevemente, la historia del Cazador Oculto.

- Se trata de un chico que era muy mal estudiante; que había sido echado de varios colegios y que tenía un vocabulario paupérrimo, blá, blá, blá. - Basta profesora, ya entendimos, dice uno.

- ¿Qué entendieron?

- Que hay que estudiar.

- Hay que estudiar si uno quiere. De todos modos, este dispositivo académico es infinitamente más simple que la novela de Salinger: Es muy sencillo. Yo transmito, ustedes estudian. Hay exámenes parciales y finales. Yo tomo el examen... no mato, sólo apruebo o aplazo. Esto no es el Dakota y ojalá alguno de nosotros se acerque al genio de Lennon, aún por un momento. Ah, y el mejor Salinger es para mí el de "Nueve Cuentos".

¡Lennon, ídolo, no te mueras nunca, te envidio sanamente!

- Ya murió.

La envidia sana no existe. Es un mito urbano. La envidia es envidia. Tampoco es difícil de entender, es simple. Mi cuna no fue un conventillo, fue el psicoanálisis. Cada tanto me gusta volver a él.

La envidia es una de las pasiones que atraviesan a las personas. No se trata de tener aquello que el otro tiene, sino de soportar la idea de que el otro tenga lo que quiera. Lo que perturba en la envidia, es que el otro la pase mejor que uno hasta con la pequeña porqueriíta que tiene. Y sí, no todo es perfecto.

Me inventé una fórmula para atenuar la "envidia sana", aquella que no existe. Además de una pulserita roja y varios ojitos de vidrios comprados en la ciudad triplemente santa y sabiamente esparcidos en distintos lugares de mi casa y de mi cuerpo - que no revelaré - cuando alguien me dice la malhadada frase, agrego, para protegerme, "pero no estoy contenta".

Ejemplo: - Me voy a vivir con ese bombón igualito a J. F. Kennedy junior. ¿Te acordás? Ese inteligente, gracioso y creativo con el que me ¡divierto un montón!, ése que conocí hace dos meses. Si tu interlocutor replica: - ¡Qué suerte tenés, me das envidia sana! No lo dudes; siente envidia. La única que anida en los humanos como una pasión imposible de doblegar, no se la puede reprimir. Sale por la boca y a veces, hasta por el cuerpo del otro, en forma de ronchas. Entonces completás con un "pero ronca, ronca tanto que dormimos en cuartos separados".

Otro ejemplo: - Me voy de viaje a... (llene con el lugar más exótico, distinguido y sofisticado que se le ocurra), - pero odio viajar, lo hago por el qué dirán -. Ahí la cosa cambia, ya que se supone que el sujeto, para el caso yo, me siento infeliz toda vez que me encuentro en tránsito. No me tengan "envidia sana".

Efectivamente, viajar me resulta absolutamente violento y desestabilizador, aunque lo haga. Salgo y regreso a Ezeiza en condiciones sub-humanas. En cuanto al guapo de J.F.K. Junior, hubo uno solo, ya no está entre nosotros y sólo lo nombré a modo de ejemplo.

Fuente: Diario El Día de La Plata; Revista Domingo; 13.2.11

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