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«NEY»: Odio y amor entre israelíes y palestinos

Nicolás AvrujEn «NEY, Nosotros, Ellos y Yo», un film testimonial de Nicolás Avruj, el cineasta argentino utiliza su cámara para ofrecer una película que atraviesa el conflicto palestino israelí con una mirada noble, ingenua, extremadamente sensible y audaz que refleja el conflicto y demuestra que en las sustratos sociales de ambos pueblos existen personas capaces de buscar la paz y están dispuestas a dialogar pese al horror de la violencia y la muerte que los circunda.

Producto del destino, en 1985, Avruj decidió viajar a Israel a visitar a un primo por sorpresa. Pero el asombrado fue él cuando al llegar se enteró que ese pariente había viajado a Argentina de visita y decidió, igualmente, permanecer en Oriente Medio con espíritu aventurero.

Así que, con cámara en mano, decidió indagar sobre el nudo del conflicto entre israelíes y palestinos, pero desde la base de ambos pueblos: hablando con ellos, indagando en sus almas y conviviendo con ciudadanos de ambos lados de una frontera aún difusa de modo de comprender sobre sus formas de vida en medio del conflicto.

Ciudades como Jerusalén, Tel Aviv, Gaza o Ramallah fueron escenarios de sus indagaciones justo a las puertas de la segunda Intifada. Tal es así que su cámara se ubicó justo detrás de los primeros lanzamientos de piedras. Y esto es exactamente literal, es decir que podían observarse las espaldas de aquellos palestinos que comenzaron a enfrentar a los soldados israelíes de un modo absolutamente desigual.

«Me creía totalmente ajeno al conflicto, pero no sabía cuánto tenía que ver conmigo», dijo el personaje central y director del film que asegura haber adquirido una nueva conciencia sobre el valor de la vida y la muerte a partir de aquella experiencia que pudo consolidar como un fiel legado quince años después de haberla vivido.

Avruj demostró tener un grado de audacia o inconciencia que no abundan en el ámbito periodístico actual al haber transitado como cualquier viajero inofensivo - y de buena voluntad - fronteras duras y vidas más perdurables aún para sobrevivir a las miserias que sostienen la violencia sinfín del conflicto palestino-israelí.

Sin chaleco antibalas ni casco, seguros de vida o ART, este cronista reveló lo que la derecha israelí y las autoridades palestinas evitan transmitir desde los medios de comunicación: que entre tanta sangre que desborda cuerpos y almas desgarradas por la violencia, que entre tanta destrucción y más destrucción, que entre tantas piedras y tanques, aun así hay gente que apuesta por la paz, que afirma que no odia ni a palestinos ni a israelíes, y que se sienten víctimas de la violencia de las autoridades.

Un palestino, no un israelí, lo dijo claramente sentado en una silla de plástico semi destruida. En un plano crudo - casi acorralado por la destrucción - aseveró que «si esto no cesa de inmediato y se termina la guerra para las nuevas generaciones, habrá violencia por 100 años más». Lo advierte desde su casa en ruinas y no desde la Mukata, la base de comando de Hamás o desde la sede del primer ministro israelí.

Con este tipo de testimonios, la cámara de Avruj supo encontrar los lugares justos para sembrar conciencia sobre la ocupación, sobre los soldados que no quieren volver a ingresar a los territorios colonizados, y para mostrar el odio y los trágicos resultados de tantos años de guerra en ambos lados del conflicto.

«Hay un montón de gente que está tratando de encontrar un punto de encuentro, una reconciliación, pero encuentran muchos obstáculos. Hay muchos intereses que los exceden y que incluso no quieren la paz. Hay, además, mucha gente motivada y afectada por el miedo. También hay muchas muertes acumuladas y es difícil implementar políticamente cualquier decisión», agregó este joven director y realizador argentino proveniente de «una familia progresista».

«Creo que la esperanza de un cambio pacífico está en las nuevas o futuras generaciones. A la corta el conflicto parece irresoluble, pero se pueden sentar las bases para que eso cambie. Sin embargo, son decisiones que nos exceden. La película expresa que eso no es posible hacerlo individualmente», reflexionó.

«NEY…» dará que hablar más allá de las semanas que permanezca en cartel. Y no tanto por su calidad cinematográfica - cabe destacar que se ha realizado lo mejor posible con cámara en mano, escasos recursos tecnológicos y bajo el polvo de las batallas y la destrucción - sino por los extraordinarios testimonios de sus imágenes, decires, la sensibilidad de Avruj y las declaraciones de sus testimoniantes voluntarios.

Y también por demostrar, una vez más, que la paz es posible si quedara en manos de quienes padecen las profundas heridas de las decisiones tomadas en los cómodos sillones de la política y las oficinas de los fabricantes de armas.