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Cadenas de mails de buenaventura

Te despertás de buen ánimo, preparás un café, te bañás, te perfumás y encendés la computadora. Revisás los e-mails que te enviaron durante las últimas ocho horas en que dormías, temiendo a los que se escriben en formato sigla: DGI; AFIP y KGB.

Es regla que durante la noche se les ocurran nuevas disposiciones, modos de pago y reclamos, de los que después se arrepentirán y de nuevo llegará correo donde las normativas anteriores quedan sin efecto. Ok, te lo bancás.

Sorteaste hasta los TMB - típicos mails bolu...

Dulce, la vida es dulce cuando funciona Internet, tenés trabajo y de salud venís zafando. Hasta que recibís dos o tres cadenas de mails de esos, cuyo nombre no quiero acordarme. En ese momento la cosa cambia ya que te invade un miedo generalizado parecido a lo que los libros de psiquiatría describen como "vivencias de extrañamiento y fragmentación", previas a la esquizofrenia incipiens, pero esquizofrenia al fin. Perdón, al principio.

Cuando en el buscador Google ponés tu nombre, cliqueás Buscar y aparece: "quizás quiso decir" y se muestra otro - muy parecido al tuyo sólo con un cambio de letra - no te desanimes, ni creas que no existís.

Existís. Existís para muchas personas que envían esta clase de mails: "Sortilegio para la abundancia". Si no reenvías el mail el sortilegio dejará de funcionar; de romper la cadena ¡no sabés lo que te espera! De continuarla y enviándolo de cinco a diez personas -dentro de sesenta minutos- te espera buena suerte a partir de hoy. La cifra crece exponencialmente a partir de las treinta personas, donde tendrás ocho meses y tres días y dos horas de buenaventura.

Suerte que algunos te dejan un margen de respuesta de 96 horas, por si tenés que hacer trámites en el banco y son los primeros días del mes.

La primera vez que los recibí contesté a veinte ¿amigos?: - Qué buena onda, pero paso. No me los envían más. Continuaban enviándomelos.

La segunda, sumé veinte personas más y respondí: - ¡Qué re buena onda! Pero re paso. Seguían mandándome esta clase de correo.

La tercera dije: - No son, efectivamente, mails para romper la cadena, son para ¡tirar la cadena! No los quiero más, estoy cansada de triunfar.

Muchos dicen que formules un deseo muy intensamente y se cumplirá al cabo de unos días. Los más radicales afirman que se cumplirá al cabo de unos minutos. Y yo lo hago: pido fervorosamente que no me envíen más cadenas de mails. Obvio que no se cumple.

Lo que quiere esta gente, a quien ya has pedido que no te anoten en la lista de futuros afortunados, es "sacarse de encima" estos mails opresivos. Vos sos para ellos un número, una más de la lista, digamos que agregás cantidad, volumen, espesor. Todo, menos calidad.

Sos directamente proporcional a su buenaventura.

Es como si te dijeran: Jorobate, (a mí me lo mandaron, ahora te toca a vos) bajo la forma de un amiguismo ta-Liz-mánico.

Voy a intentar sacármelos de encima yo también. Después de todo soy la chica promedio, esa que vive al lado de tu casa.

La próxima vez que reciba uno me voy a preguntar seriamente ¿De quién ex?

Puede suceder - no critico, sólo describo y tengo una posición tomada - que te hayas pasado dos horas de tu vida acariciando la posibilidad de una intangible felicidad y descuidaste lo que debías hacer: la cama, las compras, las citas y trámites casi impostergables. No sólo no llamó nadie concreto - como rezaba y hasta aseguraba el mail -, sino que el único llamado que recibiste fue el de una computadora. Que sin preguntarte si tenías ganas, tiempo y paciencia te disparó veinte preguntas elementales del tipo -sí, marque uno, no marque tres, no sabe marque dos- sobre políticos.

Por medio de las respuestas construiste un monstruo de menos de dieciocho años que tiene hijos mayores que él, que es mujer a quien le interesa la política del país "mucho" - marque dos - pero no sabe nada de ella y que desconoce a las personas mencionadas - marque tres -.

Si este es el tipo de felicidad y bonanza que conseguiste, ¿no era mejor quedarte con la pequeña dicha que te visita cada tanto; rezarle a Dios ¿por qué no? y - observen lo lejos que llego - hasta hacerte responsable de lo que te toca vivir?

Fuente: Diario El Día de La Plata; Revista Domingo; 13.3.11

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