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La confirmación

Se confirmó la encuesta precisa que fueron, por mal uso generalizado de todos los partidos, las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO). Cristina Fernández obtuvo el triunfo más apabullante desde 1983 y uno de los más notables de toda la historia argentina.

El resultado no impresiona sólo por la cifra alcanzada del 53,80% sino por la abismal diferencia con el rezagado lote de sus escoltas, condenados a competir en el desintegrador territorio de las derrotas sin esperanzas. El kirchnerismo se recuperó de un profundo traspié político concretado parlamentariamente de la manera más aviesa, por el voto temblequeante del propio vicepresidente, y luego ratificada en las elecciones legislativas de junio de 2009.

Fueron las consecuencias del histórico conflicto del gobierno con las patronales del campo, apoyado por los sectores medios urbanos y con el patrocinio y sostén de los medios hegemónicos.

Cristina Fernández y Néstor Kirchner actuaron en forma diametralmente distinta a lo habitual. Cuando el establishment celebraba su victoria y se aprestaba a hacerles besar la lona, dominando el Parlamento, la contraofensiva fue eficaz y llevó el desconcierto a los dirigentes de los partidos políticos, prolongación del poder económico y comunicacional.

El núcleo duro minoritario conformado en los días aciagos de la derrota, se fue ampliando en forma lenta pero firme con la sanción de la ley de medios audiovisuales, la estatización de las AFJP y de Aerolíneas Argentinas, el matrimonio igualitario, el fútbol para todos y la asignación por hijos. Junto a estas medidas trascendentales, se continuó con la construcción de escuelas y hospitales, el apoyo a la ciencia y a la educación, la repatriación de científicos, las políticas activas para atenuar los efectos de la crisis internacional.

Los festejos del bicentenario expresaron con claridad que se había revertido las consecuencias de la derrota. Los medios y sus columnistas de opinión fogoneando a los políticos subordinados, siguieron ignorando el cambio de la situación, describiendo escenarios dolorosos y anunciando futuros desesperanzadores.

Lo realizado en siete años, la revalorización de la política, la subordinación de la economía a aquella, el retorno del Estado, fue seduciendo a los jóvenes que volvieron a interesarse por la cosa pública. Ese río subterráneo apareció clara y dolorosamente a la muerte de Néstor Kirchner. La ofensiva contra Cristina Fernández que se había iniciado antes de asumir como presidenta, ni siquiera se interrumpió con el fallecimiento de su marido y ex presidente. A pocas horas de su muerte, el analista del poder, Rosendo Fraga, le aconsejó dar un viraje en el sendero que se transitaba. Ejerciendo la presidencia, fue denostada en vida del santacruceño como una subordinada de su marido, el que era en la boca y pluma de algunos periodistas "independientes" "el jefe de la jefa de estado" y al poder ejecutivo unipersonal se lo denominaba canallescamente "matrimonio presidencial".

Hoy, uno de ellos, el periodista de Clarín Julio Blanck, escribió el 24 de octubre: "...su notable recuperación personal y política (a la muerte de Kirchner), tan inesperada como la fuerza y la habilidad con que se sobrepuso al dolor, a la soledad y a los peores pronósticos sobre su capacidad de gestión y de mando, equivocación de la que no escapamos casi ninguno de los observadores y analistas de la política".

Los primeros resultados electorales de 2011, confirmaron la reversión de la derrota de 2009. Ante ese panorama, dos candidatos presidenciales, Fernando Pino Solanas y Mauricio Macri, bajaron sus candidaturas. Luego, las dos derrotas de los candidatos del gobierno en Capital Federal y Santa Fe, la falta de candidatura propia en Córdoba, volvieron a alentar esperanzas en la tríada La Nación, Clarín (con sus más de tres centenares de medios) y Perfil. Engañosamente alentaron nuevamente la posibilidad de una próxima derrota gubernamental. El resultado de las PASO desconcertó a la oposición y sus voceros, que a partir de ahí intentaron convertir las presidenciales en legislativas, con el llamativo argumento, de escasa consistencia republicana con la que alardean, de la necesidad del equilibrio de poderes, aunque las nuevas mayorías surjan del pronunciamiento popular.

Las elecciones del 23 de octubre

Está claro que después de las PASO, el voto antikirchnerista se dirigió hacia el candidato que había salido cuarto y que se presentaba como el único que podía crecer, por lo que se produjo una traslación de los votos antikirchneristas, principalmente de Eduardo Duhalde hacia Hermes Binner. Eso quedó claramente evidenciado en el territorio de la Capital. En los barrios de Nuñez, Belgrano, Colegiales, Palermo, Recoleta y Caballito, los votos del Peronismo Federal que había ganado ahí en las PASO, pasaron al Frente Amplio Progresista, que triunfó en las elecciones nacionales en los mismos lugares.

El resultado ha sido un epitafio a las carreras políticas de Elisa Carrió y el ex gobernador y senador en ejercicio de la presidencia y a Ricardo Alfonsín, que sólo el desierto dirigencial radical catapultó a un cargo a todas luces que le quedaba enormemente holgado.

Previamente las PASO, extendieron un certificado de caducidad provisorio a las posibilidades políticas de Pino Solanas. Cristina le ganó a Binner en su propia provincia. Éste sólo triunfó en su territorio en tres distritos y en la ciudad de Rosario, la única de las grandes ciudades en que perdió la presidenta.

El resultado electoral favorable al Frente para la Victoria, en porcentaje y distribución territorial superó a las presidenciales de 2007 en que Cristina fue elegida.

A los que sostienen que Menem obtuvo resultados parecidos en 1995, conviene puntualizar que dos años más tarde, en 1997, perdió las legislativas y empezó a transitar sus meses finales.

Lo mismo les había sucedido a Ricardo Alfonsín en 1987 y a Fernando de la Rúa en 2001. Todos anticiparon finales penosos. En cambio no se conocen antecedentes cercanos de un gobierno que, luego de perder elecciones legislativas transcurridos seis años del inicio de su gestión, dos años más tarde bate todos los records.

En la oposición, Binner deberá tener la cordura para no repetir los errores de Pino Solanas y Francisco de Narváez, que recogieron el voto coyuntural antikirchnerista, y luego quedaron desnudos cuando en escenarios diferentes volvieron a sus registros históricos.

Mención aparte merece Elisa Carrió, quien tuvo un merecido castigo que la condenó al último puesto. En declaraciones posteriores a su impresionante derrota, afirmó que pasaba a la resistencia al régimen. Parece una incoherencia, pero es sólo la prolongación coherente de una larga e increíble retahíla de desatinos. Es la pitonisa, invariablemente equivocada, que ante la estatización de las AFJP, afirmó que los aportantes estaban en la misma situación de los judíos que eran conducidos en trenes a Auschwitz. La que sostuvo que el kirchnerismo era el nazismo sin campos de concentración. Por eso hoy se considera una partisana que pasa a la resistencia al nazismo.

Eso sí, acompañada hasta ahora por Mario Llambías, el dirigente de Confederaciones Rurales Argentina, uno de los cuatro jinetes del apocalipsis campestre del diario Clarín, del poder económico en general, que la ha usado hasta que huérfana de apoyo electoral, será abandonada como un limón exprimido.

La confirmación

Mientras intelectuales y analistas buscan causas exóticas y pintorescas al rotundo triunfo, sería bueno gritar: ¡Es la política, estúpidos! Es la consecuencia lógica de los dos mejores gobiernos desde los de Perón para acá. Es el haber recuperado, para la generación del setenta, sueños que habían sido enterrados. Para los jóvenes que se incorporan a un mundo que los excluía donde hoy la política es un instrumento de cambio y no un corset para mantener el status quo. Mientras en el nuevo período, el gobierno deberá profundizar las rupturas de lo mucho que queda de los noventa y eliminar errores y equivocaciones o afrontar asignaturas pendientes como la sojización, la minería, la reforma impositiva, la reforma financiera.

La oposición sobreviviente tiene con Mauricio Macri un partido provincial (en esta elección consiguió poner además de la Capital, un pie en Vicente López) y con Binner, otra expresión de escasa penetración territorial. Paradojalmente, un partido en franco declive, como el radical, sigue siendo el de mayor representación legislativa y que administra un número interesante de intendencias.

La oposición debería seguir algunas de las consideraciones de Jorge Fernández Díaz, un periodista crítico del gobierno, pero que con lucidez ha escrito en el diario La Nación del 24 de octubre: "La oposición me temo, debe cuanto antes declarar y asimilar su derrota, entenderla y asumirla en toda su dimensión, lo que implica tomar aceite de ricino, es decir: admitir las cosas positivas que el oficialismo logró. Sólo desde ese lavaje de estómago, desde esa dolorosa pero purificadora penitencia, la oposición podría adquirir la autoridad moral frente a la sociedad para reclamar cambios. Hoy reclama cambios anclados en el pasado. Se percibe, de manera inconsciente, que nos propone volver a algún sitio (el ochentismo alfonsinista, el liberalismo de los noventa, los tiempos del Frepaso o de la Alianza) porque el kirchnerismo arrasó con las reglas de juego que en esos pretéritos imperaban. El electorado percibe que la oposición propone más de aquello, poco de esto y nada de futuro. Para proponer algo de futuro la oposición tiene que aceptar los logros oficiales y construir un discurso poskirchnerista que en esta campaña no se vio".

En el mismo sentido, el agudo politólogo Edgardo Mocca, apunta en la revista Debate del 29 de octubre: "Para emprender estas revisiones hay que abandonar el sonsonete del "viento de cola" como fundamento de los logros, lo que lleva a jugar todas las cartas a los costos que la crisis internacional pudiera provocar a nuestra situación económica-social. Menos Majul y más Maquiavelo podría ser una fórmula adecuada para entender que la conquista del poder nunca es solamente fortuna sino que incluye necesariamente la virtú, que no es virtud moral sino aptitud política".

En cambio si sigue al licenciado en filosofía Tomás Abraham, que considera que estamos ante un gobierno de actitudes fascistas, o al licenciado Santiago Kovadloff, que sostiene que "el kirchnerismo no es sino el producto terminal de una transición incumplida desde el autoritarismo hacia la democracia republicana, de la injusticia social a la sociedad del trabajo y la educación", seguirá la oposición revolviéndose en su impotencia. Mucho más si cree como la intelectual orgánica del establishment Beatriz Sarlo, que desde La Nación escribe bajo el título de "Victoriosa autoinvención": "Después del entierro de Néstor, Cristina Kirchner dispuso casi de inmediato todos los elementos de la puesta en escena y vestuario: su luto, su palidez (atenuada con el transcurso de los meses), su figura erguida, su voz potente, que podía quebrarse por la emoción que ella misma se provocaba al mencionar al marido ausente. La Presidenta hizo una actuación de alta escuela, mezcla de vigor y emoción; se colocó a si misma al borde del llanto y se rescató por un ejercicio público de voluntad. Es la gran actriz de carácter sobre un escenario diseñado meticulosamente por ella misma. No compartió jamás el rol protagónico. Los focos, todos, convergieron, en un solo punto... La Presidenta Viuda fue la protagonista y la directora de la obra, una creación suya y de un grupo muy chico de publicitarios". Tanta lectura, tanto pavoneo crítico, para terminar siendo una versión pretendidamente "culta" de Mirta Legrand.

A su vez, el periodista Jorge Lanata, en la misma línea, le declaró al bisemanario Perfil, que lo tiene contratado: "La muerte de Néstor ayudó a algo, cuyos efectos vamos a ver más adelante, que tiene que ver con la creación del mito de Néstor. La muerte de Néstor es un mito más de imagen que de contenido. ¿Te acordás de algún discurso de Néstor? Es curioso... Los estadistas hacen discursos y proponen cosas y en general te acordás de los discursos. Bueno no me acuerdo de una frase de Néstor. Sin embargo, hay un fanatismo como no hubo nunca desde Perón para acá... Que la gente recuerde con cariño al ex presidente es una construcción deliberada, audaz e inteligente de parte del Gobierno... Hubo una preparación televisiva para el velatorio, con tipos a los que hicieron saludar dos veces ante la cámara. No hubo tanto de improvisación como parecía. Fue todo muy armado".

El intelectual Álvaro Abos, habitual columnista de diarios hegemónicos, con un pasado en el campo popular del que no queda rastros, escribió en Perfil del 30 de octubre: "Ahora que los hegemónicos son ellos, ¿cómo harán los partidarios del Gobierno para acusar de todos los males a los poderes hegemónicos, a la prensa hegemonic y a los enemigos hegemónicos de toda laya a los que durante estos años erigieron como sus demonios?". A pesar que ya superó la edad del pavo, Abos no alcanza a diferenciar el poder de las urnas que se renueva cada dos o cuatro años del poder económico que se impone desde la prepotencia del mercado, que no se vota ni se elige. Hablar de uno y omitir el otro, es objetivamente ser funcional al ignorado. "...Si hubiera algún escritor o periodista auténticamente kirchnerista, debiera estar criticando al poder al cual adhiere. En ningún caso ensalzándolo, si es que quisiera decir alguna cosa". Efectivamente toda posición intelectual, una vez proclamada desde qué vereda se la hace, debe ser crítica. Abós posa de intelectual aséptico. Será por eso que el poder económico a través de sus medios, se disputa sus opiniones. Y para sobreabundar el elogio a sus contratantes, termina desparramando azúcar a la peor etapa de Clarín en toda su historia, donde el periodismo ha quedado de lado, como lo reconocen hasta los que lo defienden. Escribe Abós: "El conflicto del Gobierno con el grupo empresario Clarín quizás deterioró económicamente a ese consorcio lucrativo, pero no cabe duda de que mejoró periodísticamente al diario Clarín, que pasó a ser un matutino políticamente neutro, por no decir eternamente gubernativo, a ser un diario crítico que rebusca lacras para denunciarlas, y permanece alerta". Pasar mucho tiempo en la torre de marfil, como se ve, produce distorsiones de la realidad.

Estas interpretaciones traen a cuento una frase del escritor italiano Cesare Pavese: "Hay momentos en la historia que los que saben escribir no tienen nada que decir, y los que tienen algo que decir no saben escribir".

A una semana de la confirmación, una corrida cambiaria intenta torcer las líneas generales de la política económica. Igual que en el inicio de su primera presidencia, Cristina Fernández afronta una pulseada para condicionarla.