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El músico de las palabras

Eduardo GaleanoQuiso ser jugador de fútbol pero sólo era bueno cuando se soñaba futbolista. Lo que quedó de aquella ilusión fue un hincha fervoroso; degustador del deporte más maravilloso, siempre que se juegue como un arte, como  un ballet. Por eso escribió páginas inolvidables sobre Maradona, Messi, Garrincha o sobre Obdulio Varela, el mítico capitán de la selección uruguaya campeona del mundo en Brasil en la mayor hazaña futbolística de la historia. O se solidarizó con Barboza, el arquero brasileño que cargó injustamente con la responsabilidad de la derrota.

Quiso ser santo, pero eso era más difícil que ser futbolista.

Gracias a esos dos fracasos se convirtió en periodista y escritor. Y así las palabras encontraron a uno de sus músicos más importantes.

Fue precisamente Diego Maradona quien sintetizó la vida de Galeano en un lenguaje futbolístico que hubiera alegrado al notable uruguayo: «Gracias por luchar como un número 5 en la mitad de la cancha y por meterles goles a los poderosos como un 10. Gracias por comprenderme».

Poseía la rara virtud de escribir como hablaba y hablaba como escribía.

Su voz cadenciosa modulaba a la perfección la lectura de su micro relatos.
                         
Tenía un estilete para penetrar en la realidad y definir el escenario con frases precisas y redondas.

En «Las venas abiertas de América Latina», publicado en 1971, a quien el periodista y escritor Reynaldo Sietecase definió como «nuestra biblia del despojo», en sus primeros párrafos caracterizó la economía mundial: «La división internacional del trabajo consiste en que unos países se especializan en ganar y otros se especializan en perder».

Sobre el desarrollo, diferenciaba que no era lo mismo un niño que un enano y sostenía: «El subdesarrollo de América Latina proviene del desarrollo ajeno y continúa alimentándolo».

La deuda externa, una soga puesta en el cuello del continente, le merecía esta reflexión: «En 1995 el Banco Barings, el más antiguo de Inglaterra, cayó en bancarrota. Este banco había sido el brazo financiero del imperio británico. La independencia y la deuda externa nacieron juntas en América Latina. Todos nacimos debiendo».

Sobre la colonización apuntaba: «Vinieron. Ellos tenían la Biblia y nosotros teníamos la tierra. Y nos dijeron: 'Cierren los ojos y recen'. Y cuando abrimos los ojos, ellos tenían la tierra y nosotros teníamos la Biblia».

Defendió a Cuba y luego a la Venezuela chavista manteniendo su sentido crítico. Decía: «Yo creo en la solidaridad con la Revolución Cubana desde la libertad de conciencia, no desde el deber de obediencia. O sea, yo no creo que la solidaridad con un país, con una revolución, con una persona, se practique desde la obligación de decir que sí. Creo en la libertad de conciencia, creo que uno tiene no solamente el derecho, también el deber de contradecir, de criticar, de dudar, de coincidir con lo que se coincida pero también de decir no».

Pero no dudaba en el momento de las definiciones: «La Revolución Cubana nació para ser diferente. Sometida a un acoso imperial incesante, sobrevivió como pudo y no como quiso. Mucho se sacrificó ese pueblo, valiente y generoso, para seguir estando de pie en un mundo lleno de agachados. Pero en el duro camino que recorrió en tantos años, la revolución ha ido perdiendo el viento de espontaneidad y de frescura que desde el principio la empujó. Lo digo con dolor».  

Como siempre estuvo del lado de los derrotados, de los históricamente explotados, de los indignados y no de los indignos, como decía, contaba lo que le dijo un venezolano de los que antes de la Revolución Bolivariana no eran tenidos en cuenta: «No quiero que se vaya Chávez porque no quiero volver a ser invisible».

Defendió la inserción y los derechos de la mujer cuando la izquierda no tenía el tema en su agenda. Por eso escribió: «Si Eva hubiera escrito el Génesis ¿cómo sería la primera noche de amor del género humano? Eva hubiera empezado por aclarar que ella no nació de ninguna costilla, ni conoció a ninguna serpiente, ni ofreció manzanas a nadie y que Dios nunca dijo que parirás con dolor y tu marido te dominará. Que todas esas historias son puras mentiras que Adán contó a la prensa».

Sobre la Eva terrenal reflexionó: «¡Viva el cáncer!, escribió alguna mano enemiga en un muro de Buenos Aires. La odiaban, la odian los bien comidos: por pobre, por mujer, por insolente. Ella los desafíaba hablando y los ofendía viviendo. Nacida para sirvienta, o a lo sumo para actriz de melodramas baratos. Evita se había salido de su lugar. La querían, la quieren los malqueridos; por su boca ellos decían y maldecían. Además Evita era el hada rubia que abrazaba al leproso y al haraposo y daba paz al desesperado, el incesante manantial que prodigaba empleos y colchones, zapatos y máquinas de coser, dentaduras postizas, ajuares de novia. Los míseros recibían estas caridades desde al lado, no desde arriba, aunque Evita luciera joyas despampanantes y en pleno verano ostentara abrigos de visón. No es que le perdonaran el lujo: se lo celebraban. No se sentía el pueblo humillado sino vengado por sus atavíos de reina. Ante el cuerpo de Evita, rodeado de claveles blancos desfila el pueblo llorando. Día tras día, noche tras noche, la hilera de antorchas: una caravana de dos semanas de largo. Suspiran aliviados los usureros, los mercaderes, los señores de la tierra. Muerta Evita, el presidente Perón es un cuchillo sin filo».

Abogaba por la solidaridad «que es horizontal y se ejerce de igual, a diferencia de la caridad que se practica de arriba abajo, humilla a quien la recibe y jamás altera un poquito las relaciones de poder».

Lo enardecía lo que llamaba «el código moral del fin de milenio que no condena la injusticia sino el fracaso»  

Sostenía: «En un mundo que prefiere la seguridad a la justicia, hay cada vez más gente que aplaude el sacrificio de la justicia en los altares de la seguridad. El mismo sistema que fabrica pobreza es el que declara la guerra sin cuartel a los desesperados que genera. Los problemas sociales se han reducido a problemas policiales y hay un clamor creciente por la pena de muerte. El miedo es la materia prima de las prósperas industrias de la seguridad privada y del control social. Una demanda firme sostiene el negocio. La demanda crece tanto o más que los delitos que la generan, y los expertos aseguran que así seguirá siendo. Florece el mercado de las policías privadas y de las cárceles privadas, mientras todos, quien más quien menos, nos vamos volviendo vigilantes del prójimo y prisioneros del miedo. La publicidad manda a consumir y la economía prohíbe. Las órdenes de consumo, obligatorias para todos pero imposibles para la mayoría, se traducen en invitaciones al delito. Este mundo, que ofrece el banquete a todos y cierra la puerta en las narices de tantos es, al mismo tiempo, igualador y desigual: igualador en las ideas y en las costumbres que impone, y desigual en las oportunidades que brinda. Los delincuentes pobres son los villanos de la película; los delincuentes ricos escriben el guión y dirigen a los actors. Hoy por hoy la razón de estado es la razón de los mercados. El mundo trata a los niños ricos como si fueran dinero, para que se acostumbren a actuar como el dinero actúa. El mundo trata a los niños pobres como si fueran basura, para que se conviertan en basura. Y a los del medio, a los niños que no son ricos ni pobres, los tiene atados a la pata del televisor, para que desde muy temprano acepten, como destino, la vida prisionera. Mucha magia y mucha suerte tienen los niños que consiguen ser niños».

Al neoliberalismo y su trágica historia lo definió como un barco que tenía más náufragos que tripulantes.

Defensor del planeta sin caer en un ecologismo bobo escribió: «Si la naturaleza fuera un banco, ya la habrían salvado»

Cuando la muerte ya lo marcaba de cerca, sus palabras, sus ideas aunque sin mencionarlo, estuvieron presentes en los discursos de la Cumbre de Presidentes en Panamá.

Galeano en la Cumbre de Presidentes de Panamá

El notable escritor uruguayo afirmaba: «La historia es un profeta con la mirada vuelta hacia atrás: por lo que fue, y contra lo que fue, anuncia lo que será».

El presidente Barack Obama transitando un camino diferente sostuvo: «El punto es que Estados Unidos no quedará prisionero del pasado. Más que nada miramos hacia el futuro. El punto final es éste: Estados Unidos mira hacia el futuro. Nosotros no queremos estar atrapados por la ideología, por lo menos, yo no lo estoy. Me interesa el progreso y me interesan los resultados. No me interesan las argumentaciones teóricas».

La presidenta Cristina Fernández le contestó: «Pero, por favor, no nos confundamos, yo sé que al presidente Obama - lo acaba de decir - no le gusta mucho la historia o le parece que no es importante. A mí me encanta porque además me ayuda a comprender lo que pasa, lo que pasó y, fundamentalmente, a prevenir lo que puede llegar a pasar. Porque la historia enseña, no para recordarla y autoflagelarnos, o como un ejercicio de masoquismo, sino simplemente para entender por qué pasaron las cosas. Entonces tengamos claro que Cuba no está aquí y no estamos presenciando el encuentro de dos presidentes que finalmente después de mucho tiempo decidieron darse la mano. No, señores. Cuba está aquí, porque luchó por más de 60 años con una dignidad sin precedentes, con un pueblo, que como recién lo indicaba Raúl, el 77% nació bajo el bloqueo, que sufrió y sufre aún muchísimas penurias y porque ese pueblo fue conducido y dirigido por líderes que no traicionaron su lucha, sino que fueron parte de ella».

El presidente Rafael Correa dijo entre otras cosas profundas: «Creo que el lema de la Cumbre, en lugar de 'Prosperidad con equidad', debería ser 'Equidad para la prosperidad'. En la guerra fría se sostenía en la región a las dictaduras más sangrientas; entonces sí, sin importar en absoluto libertades de prensa, derechos humanos, la misma democracia. Recordemos por ejemplo que la Asamblea de la OEA de 1976 realizada en Santiago de Chile, fue presidida por el canciller de Augusto Pinochet. La acción invasiva e injerencista durante esos años se basaba en el combate al comunismo. Ahora el argumento es la 'defensa de los Derechos Humanos'. La orden ejecutiva del presidente Obama contra Venezuela viola flagrantemente el derecho internacional y particularmente el literal, la carta de la OEA. Nuestros pueblos nunca más aceptarán la tutela, la injerencia ni la intervención. Su memoria está lacerada por los abusos y la violencia del pasado».                    

Sobre el periodismo Galeano escribió: «Walsh, en cada página, se jugaba entero para mostrar que esa aventura de escribir valía la pena. Y logró escribir muy bellamente: la voluntad de belleza y la voluntad de justicia son hermanas siamesas, y es un error intentar separarlas; nos enseñó que es posible escribir sin venderse o alquilarse»; y Rafael Correa dijo en Panamá: «Cuando las élites latinoamericanas afirman que no existe libertad de prensa, es porque sus medios de comunicación ya no tienen impunidad para manipular la verdad, o porque nos atrevemos a contestarles, a disputar su hegemonía, a desenmascarar sus mentiras».

Conversación apócrifa

Siempre es triste irse cuando todavía quedaba tanto por vivir y escribir. Pero qué tiempo maravilloso fue el de tu despedida. Las venas abiertas de América Latina hoy tienen unas cuantas suturas. Un presidente obrero gobernó Brasil y luego una mujer que fue guerrillera. Un tupamaro fue presidente de Uruguay, una médica detenida y torturada bajo Pinochet, es presidenta de Chile; una figura histórica, un militar patriota fue presidente de Venezuela, un indio es presidente de Bolivia, un economista nacional y popular es presidente de Ecuador, los Kirchner conjugaron políticas keynesianas, derechos humanos y alinearon al país en la senda de la Patria Grande de los Libertadores del siglo XIX.

Millones de latinoamericanos ingresaron a la vida digna de la que habían sido privados desde antes de haber nacido. El no al ALCA en Mar del Plata, en 2005, es un clivaje, una batalla de Ayacucho que explica todo lo posterior: la UNASUR, la CELAC; el accionar coordinado de los presidentes de la UNASUR impidiendo los intentos de golpes en Bolivia y Ecuador.

Una excepcional psicoanalista argentina, Silvia Bleichman, escribió en uno de sus últimos libros titulado: «No me hubiera gustado morirme en los '90» y pudo estirar su partida hasta el 2007.

Pienso que a vos te pasó lo mismo. Los ladrillos que pusiste con tus libros para esta realidad que vivimos, te permitieron abandonar este mundo con una sonrisa de esperanza, con la utopía más cercana en el horizonte. La cumbre de Panamá, la reincorporación de Cuba, la actitud de muchos presidentes ante Estados Unidos demuestran que, como dice Correa, esto no es una época de cambios, sino un cambio de época. Sin victorias definitivas aseguradas. Pero con un continente mucho mejor en un mundo bastante peor.
         
Todos ellos se alimentaron intelectualmente con tus libros: la «Memoria del fuego» está presente en sus gobiernos, y por eso encaran los «Días y noches de amor y Guerra», amalgamando el cerebro y los sentimientos y confundiéndose entre ellos y sus pueblos como protagonistas del «Libro de los abrazos». Ellos comprendieron eso que titulaste «Nosotros decimos no» y tratan de revertir lo que escribiste en la continuación de las Venas Abiertas en «Patas arriba: Escuela del mundo al revés». Se pueden mirar en los «Espejos» para verse igual a los pueblos que representan y son los «Hijos de los días», que mucho tiempo antes fuiste procreando con tu prosa llana y profunda.
                        
Es cierto Eduardo: «Al fin y al cabo, somos lo que hacemos para cambiar lo que somos».

Y si en algún momento hay un retroceso, recordemos aquello que dijiste: «Si me caí, es porque estaba caminando. Y caminar vale la pena, aunque te caigas»    

La música de Eduardo Galeano

Era un mago del arpa. En los llanos de Colombia no había fiesta sin él. Para que la fiesta fuera fiesta, Mesé Figueredo tenía que estar allí con sus dedos bailanderos que alegraban los aires y alborotaban las piernas.

Una noche, en algún sendero perdido, lo asaltaron los ladrones. Iba Mesé Figueredo camino de una boda, a lomo de mula, en una mula él, en la otra el arpa, cuando unos ladrones se le echaron encima y lo molieron a golpes.

Al día siguiente alguien lo encontró. Estaba tirado en el camino, un trapo sucio de barro y sangre, más muerto que vivo.

Y entonces aquella piltrafa dijo con un resto de voz: Se llevaron las mulas. Y dijo: Se llevaron el arpa.

Y tomó aliento y se rió. Echando baba y sangre se rió. Pero no se llevaron la música.

El músico de las palabras

En los '90 nos robaron la dignidad, nos despojaron de las empresas estatales, enajenaron mucha de las riquezas naturales, arrasaron con las conquistas laborales, flexibilizaron derechos, nos vendieron que había que entrar al primer mundo por la puerta de servicio y debíamos resignarnos a comer las sobras de la mesa de los poderosos.

Nos pasó como a Mesé Figueredo, a quien le robaron todo, menos la música. Esa que ahora se ha vuelto a escuchar.

Lástima que no tendremos al músico de las palabras para que nos escriba lo que está por venir.