Cannot get Tel Aviv location id in module mod_sp_weather. Please also make sure that you have inserted city name.

El fin del siglo XX

Barack Obama y Raúl CastroCon el anuncio simultáneo de EE.UU y Cuba de reanudar relaciones luego de 53 años, se cierra un capítulo dramático de la política internacional, que tuvo en vilo a buena parte del mundo y que en el comienzo de las tensiones entre estos dos países pusieron al planeta al borde de la tercera guerra mundial.

Desde el triunfo de la revolución cubana en enero de 1959, la tensión entre EE.UU y Cuba no hizo más que escalar y llegó a un punto cúlmine con la denominada crisis de los misiles en octubre de 1962.

Curiosamente los barbudos de Sierra Maestra con Fidel Castro a la cabeza, habían contado con la simpatía de buena parte de la progresía norteamericana que no veía con agrado cómo las familias mafiosas de Nueva York hacían negocios de prostitución y juego en la perla del Caribe. Es más, el Gobierno del presidente Eisenhower fue uno de los primeros en reconocer la legitimidad de los revolucionarios.

Pero las cosas no tardaron en enturbiarse, a principios de 1960 ya había triunfado el ala dura del Partido Comunista cubano y Fidel Castro se alzó con la suma del poder. Primero llegó la reforma agraria y en junio el Gobierno revolucionario nacionalizó las refinerías de petróleo estadounidenses, cuando éstas se negaron a refinar el oro negro soviético. Cuatro meses después, Cuba había nacionalizado todos los capitales de origen norteamericano. El giro de los Castro hacia Moscú era evidente.

De ahí en más comenzó formalmente el bloqueo, primero tibiamente, con restricciones a las exportaciones hacia la isla, salvo de alimentos y medicamentos. Al año siguiente se rompieron formalmente las relaciones diplomáticas y Fidel declaró a Cuba república socialista-marxista.

El 17 de abril de 1961, John Kennedy lanza la invasión a Bahía de los Cochinos convencido por el exilio cubano y por la CIA de que era fácil derrotar a los Castro. La derrota a los invasores fue catastrófica y además propinó a los cubanos una moral triunfalista y militarista. EE.UU amplió el embargo intentando estrangular la economía cubana.

Castro estaba convencido de que venía una nueva invasión y pactó con la Unión Soviética el suministro por parte de esta de ojivas nucleares que apuntaban directamente a Miami. El 15 de octubre de 1962 los aviones norteamericanos detectaron las lanzaderas cubanas. Fueron dos semanas para contener el aliento y la sensación de una confrontación nuclear a escala planetaria conmovió al mundo. Pero ni Kennedy ni Krushchev estaban dispuestos a semejante aventura. El acuerdo llegó el 28 de octubre, Cuba desmanteló los misiles y EE.UU hizo lo mismo en Turquía. Aparecía en toda su dimensión una de las claves de la Guerra Fría: la coexistencia pacifica.

A lo largo de más de 50 años los conflictos entre estos dos países tuvieron distintas intensidades, pero nunca desapareció el clima hostil y desafiante. La inmigración forzada e irregular, - hay que recordar la salida masiva de cubanos del puerto de Mariel conocida como «marielitos» -, los complots permanentes de la CIA hacia la isla y el aliento de Castro a las guerrillas latinoamericanas, le ponían sal y pimienta a una salsa siempre compleja.

¿Qué circunstancias llevaron a estas dos naciones enfrentadas hasta el paroxismo a tratar de recuperar una cohabitación civilizada? Sin dudas, la desaparición del imperio soviético y la caída del Muro de Berlín como muestra central del fin de la Guerra Fría, hicieron su parte. Pero 25 años después del derrumbe de la Cortina de Hierro, otros actores y otras necesidades pusieron en marcha lo que parecía imposible.

Obama es un presidente de salida, atraviesa lo que los norteamericanos denominan el síndrome del «pato rengo», esto es, un mandatario sin poder ya que no tiene reelección. Sin embargo, una jugada de semejante calado lo pone en la vidriera de los estadistas y le otorga al futuro o futura candidato/a demócrata a la Casa Blanca un manto de gracia con el numeroso electorado hispano.

Para EE.UU también hay razones estratégicas. El avance de China y Rusia en América Latina es a todas luces importante. Promover inversiones norteamericanas en Cuba sería una manera interesante de frenar el crecimiento de estas nuevas potencias.

Raúl Castro, sucesor del infinito Fidel, puede solucionar problemas a varias bandas, ya que la alicaída Venezuela con el petróleo derrumbándose, está cada día en una situación más difícil para ser el sostén de la isla. Hay que recordar que el chavismo financia por valor de 5.000 millones de dólares a Cuba.

Fidel y Raúl Castro saben que un acuerdo con el imperio norteamericano le reportaría solamente en remesas de dinero más de 6.000 millones de dólares de cubanos que viven en EE.UU y ayudan a los familiares de la isla. Por otra parte, a una revolución bañada de romanticismo como la cubana, acordar con el «imperio» después de una resistencia numantina y cuando muchos anunciaban el derrumbe, como consecuencia del colapso soviético, le da un sentido épico más grande del que ya posee.

Un párrafo aparte, para el Papa Francisco. Tanto Obama como Raúl Castro, destacaron el papel del Sumo Pontífice en las negociaciones y queda demostrado una vez más que el jefe del Vaticano está llamado a ser un actor central de los grandes temas geopolíticos.

Si los recientes anuncios de Obama y Castro avanzan en la dirección deseada, estaremos de una buena vez en el final del siglo veinte.