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Decime qué se siente

El canto de la hinchada de la selección de fútbol - Decime qué se siente tener en casa a tu papá - resultó un acierto. Es uno de los hallazgos más acabados de la pícara creatividad argenta. Dice de un tirón todo lo que se comenta en infumables programas periodísticos de radio y televisión.

¿Quién es más papá, el nuestro que vive afuera o el de ellos que vive no sé dónde? De sólo pensar que pudiera encontrarme con mi padre, me enternece, me causa inquietud y estupor. Sería del orden de la ensoñación o del milagro; mi padre ya no está. ¡Y cómo le gustaba el fútbol!

Sin embargo, inquirir no sólo a Brasil qué - se - siente oficia de un excelente disparador para quien como yo, escribe de muchas cosas, pero no de fútbol. Las respuestas pueden ser infinitas. Ya mismo estoy pensando en una selección de ellas en forma de libro. Desde las elementales alegría, tristeza, amor, odio, gratitud, ira, indiferencia y siguen las emociones, sentimientos y pasiones.

Detengámonos en la alegría, que puede ser definida como un sentimiento de máxima vitalidad, de plenitud. Pero atención que la alegría no es la felicidad. Comúnmente se la opone a la tristeza, que según Dante es un pecado, el peor de ellos, comparable al vicio. El sujeto se complace en hundirse cada vez más en un agua sucia básicamente por cobardía.

La felicidad al contrario y al decir de Freud, es episódica, no es continua. Lacan decía de sí mismo: «Todos saben que soy alegre y hasta travieso, me divierto…. No soy triste. O más exactamente, no tengo más que una sola tristeza: que haya cada vez menos personas a quienes puedo decir las razones de mi alegría».

La gente alegre no es esa que va por el mundo haciendo bromas todo el tiempo ni riendo cada tres segundos, como sucede en las series americanas; ésa es gente estúpida. Los que fabrican series en serie son personas ocurrentes, pero fundamentalmente trabajadoras.

La alegría tiene una cierta ligazón con el hacer y con lo lúdico. Se trata usualmente de personas juguetonas. No me refiero a los juegos de salón sino que es gente que puede metaforizar. Tomar una palabra y transformarla por ciertas operaciones en otra cosa que aluda a la primera.

Decir, viene a cuento, «caprichosa» a la pelota denota un cierto rastreo en su recorrido; una observación detallada. Y asignarle una palabra que se transforme en atributo de la misma, representa una creación nueva de sentido. Sé quién la bautizó de este modo, aunque ignoro si es un tipo alegre. Sin embargo, algo me dice que quien la nombra de este modo jugó con la palabra pelota. Y también jugó con la pelota, según dice Wikipedia. Otra cosa es llamarla balón, esférica o redonda.

Tengo un amigo alegre - no gay que significa alegre en inglés - quien me asegura que su estado es de alegre pesimismo. Particularmente creo que la gente alegre se encuentra tomada por algún interés, hace cosas, siente alguna pasión por determinados temas, se entretiene con lo que hace. La gente alegre se siente viva. Viva significa que en el horizonte advierten la muerte, no son tontines. Pero mientras eso no llegue, viven de forma agradable.

No soy de las que piensan que lo que no está prohibido, en este caso la alegría, es obligatorio. Ni ahí. Sin embargo…existe un momento en la vida donde se decide qué ramal tomar y uno se hace responsable de ello. La dirección alegría no conduce necesariamente a la felicidad. La dirección tristeza conduce inexorablemente a la queja.

Borges era un tipo alegre aunque haya escrito «He cometido el peor de los pecados que un hombre puede cometer, no he sido feliz». Jugaba, se entretenía y ocupaba su tiempo con palabras para mitigar la muerte. No todos podemos hacerlo con la maestría de quien construyó su prosa como una catedral. Sin embargo…podemos mimar y defender al entusiasmo antes que a la ciénaga de la cobarde tristeza. ¿Quién dijo que era fácil? Al contrario, es más difícil.

Fuente: Diario El Día de La Plata; Revista Domingo.

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